En el Madrid de Lope de Vega se pusieron de moda los coches de caballos como símbolo de la ostentación social, hasta el punto de que había días en que la capital se colapsaba con este medio de transporte, especialmente los domingos y fiestas de guardar.

El propio Lope se encargaba de alquilar su coche, con lo que se sacaba un pellizco para su economía. Como curiosidad, de 1611 es un entremés de Luis Quiñones de Benavente de un título que no deja lugar a dudas: 'Triunfo de los coches'.

Frente a este innegable triunfo, no hay que olvidar que los coches de caballos no fueron ningún medio de transporte libre de los males del mundo, y que la imagen idílica que nos ofrecen las películas de época, con esas calles solitarias atravesadas por un par de coches de caballos está muy lejos de la realidad.

Ahí tenemos el caso de un arquitecto inglés como Harry Bulkeley Creswell, quien en una revista de arquitectura recordaba el Londres de su juventud, el de 1890, como una capital en la que los peatones llegaban a casa con salpicaduras bastante improcedentes en sus pantalones o faldas a causa del incesante paso de los coches de caballos, pero también de carros, carretas y carrozas. Además, al pasar sobre los adoquines hacían un ruido del demonio a todas horas del día y a veces, también durante la noche.

En la calzada, por cierto, proliferaban el barro, lo que no era barro y los charcos 'amarillos', mientras que la llegada a Londres la percibía todo viajero por su inmensa red de establos 'periurbanos' y poco perfumados.

Esta pequeño viaje caballuno por la Historia se debe a que la Asociación de Vecinos Parque Teatinos lleva casi desde que estamos en este siglo pidiendo al Ayuntamiento el traslado de las caballerizas de la calle Mesonero Romanos, sin resultado.

En el programa electoral de los populares de 2019 se habla de consensuar con los vecinos qué hacer en el solar «que dejen libre las caballerizas municipales», pero antes de llegar a este punto, hay que trasladarlas a otro lugar.

Y ese es el huevo de Colón. El Consistorio llegó a anunciar hace años hasta una 'Ciudad del Caballo', pero la ciudad estaba donde Franco perdió el mechero y el emplazamiento no convenció a los cocheros, porque los caballos se iban a quedar peor que Rocinante entre el ir y venir al Centro.

Así que, a la espera de novedades, ayer el presidente vecinal Miguel Millán mostraba su hastío ante una solución que tanto se hace esperar, pues no estamos hablando del traslado de los templos de Abú Simbel por la presa de Asuán. Así que, como si vivieran a finales del XIX y sin necesidad del Ministerio del Tiempo, los vecinos de este rincón de Teatinos disfrutan del ruido, el mal olor, moscas y alguna vez que otra, de caballos muertos.

Ánimo a todas las partes y a solucionar el problema.