El lejano 16 de marzo, la diócesis de Málaga decidió suprimir todas las misas y celebraciones religiosas con participación de los fieles, que fueron dispensados del «precepto dominical» mientras durase el estado de alarma. Sin embargo, no por ello cesó la actividad sacerdotal durante el confinamiento, que encontró nuevas vías para llegar a su comunidad.

En la mayoría de las parroquias, los curas siguieron oficiando las misas y celebrando la Eucaristía cada día en sus iglesias a puerta cerrada y, en muchos casos, completamente solos. Algunos templos, incluso, se lanzaron a retransmitir sus misas en streaming desde Youtube para que sus feligreses pudieran seguirlas.

«Ha sido una forma de llegar a muchísimas más personas, creo que ha sido un medio más, aunque la vida cristiana tiene vocación presencial, es decir, compartir la Eucaristía juntos, es verdad, pero también este es un medio para poder llevar el mensaje, nuestro pensamiento, ayudarnos unos a otros...», opina el párroco de la Parroquia de Santa María de la Victoria, Alejandro Escobar. En su caso, no pudo oficiar las misas hasta mayo debido a que pertenecía a los grupos de riesgo y, por recomendación del obispo, se mantuvo en casa. «Yo creo que ha supuesto una riqueza. Eso solo no, pero añadido a la realidad cotidiana, pastoral de la parroquia, es una riqueza, creo que ha sido un avance en ese sentido».

La parroquia del Buen Pastor, apoyada por la Hermandad de la Crucifixión, decidió oficiar una misa de difuntos quincenal durante la cuarentena que se retransmitía por la televisión pública municipal Canal Málaga. De esta forma, los familiares podían pedir que se nombrase al familiar fallecido y se le dedicase una oración. «Supuso que aquellas personas que no habían podido, en cierta manera, despedirse de sus familiares, pues que fuera una forma de hacerlo, aunque no era la habitual porque eran misas televisadas», explica el hermano mayor de Crucifixión, José Núñez. «Mucha gente, a través de redes sociales nos daban las gracias por haber podido tener ese momento de oración y de rezo hacia sus familiares... la lástima es que en esta pandemia la gente desgraciadamente no ha podido despedirse».

Para la población creyente, tal y como explica Núñez, esa última despedida a través de la Eucaristía supone una especie de «vínculo» con el fallecido: «Que nuestro difunto sepa que también lo hemos recordado». Tanto es así que, durante los tres meses de confinamiento, en el Cementerio de San Gabriel, seis sacerdotes y cuatro diáconos ofrecieron pequeños responsos previos al entierro o la cremación de los fallecidos para un grupo muy reducido de familiares, a lo sumo tres o cuatro, ante la imposibilidad de celebrar funerales y velatorios.

Nueva normalidad

Pese a que el sacerdocio malagueño se afanó en dar ese consuelo, muchas familias no han olvidado la Misa de Exequias que la crisis sanitaria le impidió celebrar y, superada la cuarentena y la desescalada, no han tardado en acudir a los templos a solicitarla.

«En la Victoria hay todos los días misas de difuntos... en la Eucaristía normal, de por la mañana y por la tarde, están la familias de personas que han muerto en esta época de confinamiento. Todos los días hay intención de rezar por algún difunto o alguna difunta», explica el sacerdote Alejandro Escobar. El considerable ritmo de peticiones de misas por los allegados fallecidos hace que sea imprescindible solicitarlo con antelación: «Se está respondiendo con normalidad pero a lo mejor de un día para otro no puede ser», aclara Escobar.

En el caso de Parcemasa, se celebran funerales la mitad de breves -un cuarto de hora-, ya que se debe reservar un tiempo para desinfectar la capilla, donde pueden acceder unas 40 personas. «Ayer hubo seis servicios dobles y se tuvo que usar provisionalmente la capilla 2, aunque no está terminada. Hay seis o siete por la mañana y lo mismo por la tarde. Es lo que suele haber», explica Miguel Doblas, diácono de Parcemasa.