Resulta difícil asomarse al patio político de la provincia y de la capital sin sonrojarse mucho, sobre todo porque ahora sólo hablamos de un edil tránsfuga (o no, según la orilla política) en lugar de hacerlo de la reconstrucción social y económica de una ciudad que necesita del concurso de todos. En el estercolero de Twitter se me ha afeado la llamada a dejar de hablar, lo antes posible, de Juan Cassá, exportavoz municipal de Ciudadanos y ahora edil no adscrito que ha recibido el acomodo en las faldas del PP de la Diputación pese a haber tratado de liarla junto a la izquierda. Pero yo no pedía que no habláramos de eso, sino que reflexionaba sobre la oportunidad de estar pensando en un baile de máscaras político cuando la tragedia se está mascando justo en las plazas que hay fuera de las verjas del palacio. Hablamos mucho de Cassá y poco de la gente, aunque ahora lo que nos toque a los cronistas y a los políticos sea tratar de reflexionar sobre la pirueta del asturiano y sus implicaciones éticas y estéticas. Ya saben cómo ha acabado la última parte del culebrón que comenzó el 4 de mayo pasado: Cassá es ahora portavoz de gobierno del PP y diputado delegado de Relaciones Institucionales y Protocolo en la Diputación sin formar parte del equipo de gobierno. Cs pidió a los populares que rectificaran. «Somos socios de gobierno en la Diputación y en el Ayuntamiento y a los socios se les trata mejor», vinieron a decir los naranjas. Pero el PP en la Diputación mantuvo su decisión sobre Cassá. Total, incluso sin el vicepresidente de la institución, Juan Carlos Maldonado, siguen teniendo la mayoría absoluta en la cámara provincial. Este y Noelia Losada, portavoz en el Ayuntamiento, dieron esta semana también una rueda de prensa en la que insistían al PP que rectificase, porque ya saben que el alcalde, Francisco de la Torre, que con el apoyo de Losada suma 15 ediles, los mismos de la oposición, quiere atar en corto a su otrora enemigo y opta por revisar el pacto con los naranjas, lo que ha sentado a cuerno quemado en el partido de Inés Arrimadas. También sentó mal que el regidor insinuara que si Cs lo pedía les podía quitar algunas de las áreas de gobierno que les dio en junio de 2019, cuando se muñía el pacto de cogobierno. El caso es que el alcalde sigue abogando por llegar a un acuerdo flexible que guste en la Casona del Parque a Cassá, a sus concejales y a Losada.

El problema aquí es, básicamente, cuánto vale la dignidad de un partido y hasta qué punto los naranjas no están escenificando una pataleta para seguir en sus respectivos puestos de poder; o, por otro lado, la cuestión también estriba en que, finalmente, será Inés Arrimadas, es decir, la líder suprema, la que decida el futuro de los pactos de gobierno en la Diputación, que parece encarrilado, y en el Ayuntamiento. El otro día, la jerezana que se hizo política en Cataluña (y eso debe marcar) mandó a pasear por Andalucía a su mano derecha, el poli malo, José María Espejo, quien acusó al PP de comprar con dinero público la voluntad de Cassá. Ahora la hostia y luego vendrá, suponemos, la caricia, porque lo cierto es que tal vez Arrimadas y sus asesores saben con fehaciente exactitud que Cs no está en condiciones de perder más cuota de poner en ningún lugar después de los resultados de las últimas elecciones generales. Arrimadas deberá decidir levantando o bajando el pulgar, pero en cualquiera de sus decisiones sacrificará algo por mor del pragmatismo: o la dignidad, si no rompe con el PP; o la cuota de poder y la capacidad de influencia, si sigue con los populares.

La otra lectura que puede hacerse de todo lo sucedido es constatar, por si no lo sabíamos ya, el enorme poder y predicamento que tiene, que sigue teniendo, el consejero de Presidencia de la Junta de Andalucía, Elías Bendodo. Pocos días después de que Cassá se fuera al grupo de ediles no adscritos del Consistorio, una fuente del PP dijo a este cronista: «¿Crees que Elías no ha tocado ya Cassá? Eso es que no lo conoces». Efectivamente, Bendodo se puso el traje de 'Señor Lobo' y, al menos para asegurar la estabilidad de sus gobiernos en la Diputación y el Consistorio, ha logrado llevar el agua a su molino. Eso sí, no parece muy comprensible la lectura que hacen algunos políticos sobre que ello supone una nueva muesca del enfrentamiento entre Bendodo y el alcalde, aunque hay quien dice que este ha considerado una afrenta que el expresidente de la Diputación haya metido mano en el jardín de la Casona del Parque. Al fin y al cabo, el alcalde tiene pensado seguir el guion que ha escrito Elías en Diputación, es decir, redefinir el statu quo de Cassá en la corporación, metiéndolo en el ejecutivo si hace falta, para asegurarse que puede llevar adelante su agenda. No contaba, eso sí, con la dignidad de Losada, que ha quedado clara esta semana. Además, la edil de Cultura, Deporte y Teatinos, por mucho que se haya dicho, está demostrando que sabe gestionar lo que lleva entre manos y hasta hay quien, desde las filas populares, quería tirarle la caña. Aquí, en el fondo, muy en el fondo, lo que hay es también un pulso por la sucesión al frente de la alcaldía de Málaga, siempre que el alcalde, al que la gente demuestra cada día el cariño que le profesa, decida irse. Porque ya hay gente en el equipo de gobierno, y fuera de él, tomando posiciones junto al castillo para ir palpando la zona de la muralla a la que acerca a la escalera.

Daniel Pérez, líder socialista, por su parte, ya ha pedido al PP que se centre en la capital y en el drama social y hace unos días insinuó que en el acuerdo con Cassá hay una cara B. Al portavoz municipal del PSOE le han quitado una losa de encima, porque aunque nunca dijo que sí a una moción de censura (al menos en público), Pérez y los suyos son conscientes del coste que hubiera tenido llevarla a cabo con Cassá en una ciudad en la que buena parte de sus vecinos idolatra a su alcalde. Hay una posibilidad remota de que, si salta por los aires el pacto de gobierno con Cs, tal vez Noelia Losada sea una compañera más fiable para el PSOE y Adelante Málaga, porque los de Eduardo Zorrilla no quiere saber nada de Cassá. Es sólo un camino lleno de incógnitas y que está en el aire, pero los cronistas tienen el deber de explorar esos senderos.

Quería también comentarles una sensación que tuve siguiendo el Pleno de la Diputación en el que el PP blindó a Cassá y, pocos días después, el presidente, Francisco Salado (quien demuestra, por cierto, que el cargo no le viene nada grande), dijo a Cs que han de comprender y pasar página después de este malentendido. Bien, en ese pleno, en esa sesión decisiva para los intereses de una persona, Teresa Sánchez, portavoz de Adelante Málaga, y el propio Maldonado, excompañero de Cassá, tacharon al asturiano de «personaje». Igual a él y a ustedes, o a cualquiera de nosotros, les molestaría mucho más que les llamaran tránsfugas, pero lo de personaje tiene su miga. Se le ha acusado esta semana de haberse vendido al mejor postor (su exjefe Espejo lo dijo en declaraciones a este periódico) y en privado se le dicen cositas peores, tanto que no vamos a reproducirlas aquí. Resulta, o por lo menos para este cronista así resultó, descorazonador que se dedicara un tiempo precioso a debatir sobre los calificativos del señor Cassá, y parece complicado que alguno de los allí presentes no se avergonzara al ver a los diputados hablar sobre lo que cobra el exconcejal naranja, casi tanto como un vicepresidente, expuso Maldonado, y sobre la validez del pacto antitransfuguismo, como si no hubieran bailado ya sobre su tumba decenas de concejales que han protagonizado experiencias parecidas a la de Cassá con la aquiescencia de los partidos, de todos, y los regates verbales que hayan hecho falta para justificar lo que, a todas luces, es injustificable. El problema es que se piensan que andamos justos de inteligencia. Y a veces lo parece, al menos yo tengo esa sensación respecto a mí mismo cuando me doy cuenta de que asumo acríticamente argumentos de este tipo.