«Era una luchadora absoluta con una capacidad de trabajo enorme, además de con una honradez y una forma de querer hacer las cosas bien», cuenta de Victoria Bolín Mesa su hijo, Antonio Gross Bolín.

Esta malagueña, nacida en 1914, hija de un marino al que destinaron tierra adentro, en Madrid, fue una de las pocas mujeres empresarias de la Málaga de la posguerra. Su logro fue fundar y dirigir un negocio innovador durante cuatro décadas y entre medias, el reto de criar a cinco hijos.

Aunque pasó buena parte de la infancia y adolescencia en Madrid, bajaba los veranos a Málaga, donde conoció a su futuro marido, Adolfo Gross Jessing, de la cuarta generación de la veterana compañía exportadora Gross Hermanos, con quien se casó en 1938.

La aventura empresarial de esta malagueña comenzó con un encargo familiar: como a Victoria Bolín se le daba muy bien dibujar y era muy aficionada al diseño de muebles, su hermano Alfonso le encargó diseñar su apartamento de Torremolinos.

«Cuando recibió el apartamento se quedó impresionado de lo bien que lo había hecho y empezó a funcionar el boca a boca», destaca Antonio Gross.

Para convertir en realidad sus diseños, Victoria Bolín contó con la ayuda de un joven ebanista de 18 años, Antonio Guevara Portillo, hijo de los encargados del control de salida y entrada de mercancías en Gross Hermanos. Además, contrató a dos oficiales del gremio, Juan Valenzuela y Manuel Cordero. Ese primer apartamento se hizo realidad en una nave de Gross Hermanos, que tenía su sede en una gran manzana de calle Canales, donde hoy se encuentra el Hotel Monte Málaga.

Como los encargos siguieron, en 1947, en el mismo emplazamiento, nació la fábrica de muebles de encargo y a medida Gross & Bolín, dirigida por la empresaria y, por entonces, madre ya de cuatro hijos (el quinto, una hija, nacería al año siguiente).

Entre los primeros encargos, el de la marquesa de Larios, la malagueña Pilar Pries, que quiso amueblar la famosa finca de los Larios cerca de Albacete, la Dehesa de los Llanos.

Como recuerda Antonio Gross, los despachos de sus padres estaban unidos, sólo separados por una puerta de vaivén.

Tres años más tarde, los dos negocios se trasladan a la parte posterior de la desaparecida Casa Bevan, en la calle Góngora. La fábrica marcha y al poco tiempo se alcanzaron los 35 y 40 trabajadores.

«Los almacenes eran muy grandes, los clásicos de cubierta a dos aguas, con madera de caoba arriba», recuerda el hijo de la empresaria, quien durante 18 años trabajó de comercial en la empresa familiar. Precisamente, de su madre destaca el afán por estar al día con las tendencias, al estar suscrita a varias revistas, en especial 'Arte y Hogar', «la auténtica revista de decoración española», pero también atenta a las novedades de fuera, y con los veteranos mueblistas londineses de Maple & Co como referencia.

Una muestra de su forma de trabajar la tenemos en los tiradores de metal cincelado que ella misma se encargaba de diseñar y que encargaba a una fundición, así como los bronces para encajar en los muebles.

Otro ejemplo, la habilidad que demostraba para captar la idea del futuro cliente, pues durante la conversación con él iba dibujando lo que este necesitaba.

Y hablando de clientes, hacia 1964 tuvo lugar una anécdota muy curiosa: a Gross & Bolín acudió una tarde el alcalde saliente de Málaga, Francisco García Grana, con su mujer, para ver cómo marchaba un encargo. Al poco rato entró por casualidad el alcalde entrante, Rafael Betés, con su mujer, para lo mismo.

Clientes de la fábrica malagueña fueron también personajes ligados a la naciente Costa del Sol como Alfonso de Hohenlohe o el barón Thyssen, cuando estaba casado con su tercera mujer.

El primer Marbella Club, el Hotel Las Palmeras de Fuengirola, el Gobierno Militar de Málaga, el remodelado Banco de España de Málaga y el Banco de España de Algeciras fueron algunos de los edificios que contaron con la decoración de esta innovadora fábrica malagueña.

Como reconoce Antonio Gross, el gran revulsivo para la empresa de su madre fue la decoración del nuevo Hotel Málaga Palacio, que realizó en coordinación con la familia propietaria, en estrecha colaboración con Rafael León y María Victoria Atencia.

Por cierto que algo muy clásico en esos años era el que las madres con hijas a punto de casarse acudieran a la fábrica para encargar el dormitorio principal y el salón, «y el novio se encargaba de la cocina y de los electrodomésticos entre otras cosas», cuenta Antonio Grosss.

Sitiales góticos

Y no sólo sedes oficiales, hoteles o viviendas particulares... de la empresa de Victoria Bolín salieron además trabajos tan llamativos como la decoración de barcos, colegios, la construcción íntegra de una roulotte, los bancos y reclinatorios para la iglesia de San Patricio en Huelin o los sitiales góticos de la capilla del Colegio de La Asunción.

Además, un establecimiento muy conocido de Málaga, ya desaparecido, decorado por la empresa de Victoria Bolín, fue el bar Itauguá del exfutbolista paraguayo Pedro Cabral.

Incluso la labor de Gross & Bolín podía apreciarse en una tienda de calle Serrano, en Madrid, especializada en muebles articulados.

En 1966, en busca de una sede permanente, la empresa inaugura una nueva y moderna fábrica en el Camino de los Guindos, 8 con el diseño del arquitecto José Carlos Álvarez de Toledo.

La nueva sede estaba adaptada a la logística, con una zona para la entrada de la madera (nogal, roble, haya, caoba...), que solía venir de la casa Taillefer pero también de proveedores de otros puntos de España.

A continuación, pasaba a la parte del despiece «dependiendo de qué tipo de mueble se iba a hacer», señala Antonio Gross. Más tarde, en los bancos de trabajo se realizaba el tratamiento artesanal y manual y también estaban la sección de tapicería y la cámara de barnizados a muñequilla, gomalaca, pintados o lacados. Tras un último control de calidad, la pieza se cargaba en la puerta delantera. Y por supuesto, la fábrica contaba con una completa enfemería para atender cualquier accidentes de trabajo.

De la etapa del Camino de los Guindos fue el despacho de Braulio Medel en la Acera de la Marina.

A finales de los 80, el encarecimiento de los costes, el envejecimiento de la plantilla y la bajada de la producción, más los altos intereses bancarios de la época condujeron a la disolución del negocio, con doña Victoria Bolín al frente «hasta el último día», destaca su hijo.

El asesoramiento del abogado laboralista y exconcejal Leopoldo del Prado facilitó un acuerdo satisfactorio con los trabajadores. Antonio Gross resalta que cuando todavía se encuentra con alguno de ellos, tiene la sensación de haberse encontrado «con un amigo».

El cierre de Gross & Bolín fue el punto final de la trayectoria profesional de Victoria Bolín Mesa, una brillante y recordada empresaria malagueña, fallecida en 1999, que vio cumplido su sueño de levantar y dirigir un gran negocio.