Las fotos de la inauguración de la barriada 4 de diciembre, luego llamada de García Grana por petición de los vecinos, nos muestran las caras de ilusión de esos malagueños de 1959, que habían pasado de vivir en unas chabolas junto el arroyo del Cuarto a hacerlo en viviendas dignas en una parcela municipal próxima a la antigua cárcel.

Al contrario que otros barrios de parecido origen instalados en la 'temporalidad perpetua' como Los Asperones o La Corta, los vecinos de García Grana accedieron a viviendas que con los años las tendrían en propiedad en un barrio que no fueconstruido de forma transitoria.

De hecho, el deterioro de las viviendas propició levantar un barrio nuevo, ya con Francisco de la Torre como alcalde, mientras que se mantuvo como símbolo 'El sonajero', la famosa farola que presidió la plaza de la Constitución.

Como muchos saben, 'El sonajero' fue un encargo a Tomás Brioso del año 1902, para llenar el hueco producido en la plaza más importante de Málaga por el traslado de la fuente de las Tres Gracias a su actual emplazamiento, la glorieta del General Torrijos. En 1959, el alcalde Francisco García Grana quiso que la farola presidiera el nuevo barrio, y al año siguiente se inauguró la fuente de las Gitanillas, hace unos días reinaugurada en la zona de El Corte Inglés, liberada por fin de las seculares obras del metro.

Como se ve, el mobiliaro urbano lo forman piezas de una larguísima partida de ajedrez que puede durar más de una vida.

El sonajero lleva 61 años en la plaza de la Biznaga de la barriada 4 de diciembre o de García Grana, una plaza que también sufrió una remodelación en este siglo. Lo de 'sufrir' no es ninguna licencia poética, porque este espacio fue diseñado por uno o varios sujetos con cualidades de superhéroes, posiblemente inmunes a la lipotimia y a las quemaduras solares, lo que explicaría la irracional abundancia de pérgolas que poco o nada protegen del sol.

Tan sádico despliegue ha transformado la plaza en un lugar inhabitable en cuanto aprieta el calor, en un ágora desperciada que sólo es aprovechada por los más incívicos para ponerla perdida.

Es el panorama que prácticamente a diario podemos encontrar en la zona de las mesas en las que la gente se fríe al sol, pero también alrededor de ellas.

Bolsas de chucherías, latas de refresco y botellas de agua evidencian que los más jóvenes son los que se comportan de una forma tan lamentable.

El único consuelo es que este colectivo todavía tiene remedio, porque dígale usted a un malaguita con espolones que no debe tirar las colillas en la playa o en la plaza, a ver a dónde le manda.

El vandalismo tempranero puede corregirse. No estará de más que los progenitores corrijan el comportamiento cenutrio de sus hijos. Y si además de limpiar, el Ayuntamiento pone sombra, mejor para la salud de todos.