Medio millar de ideas, 504 en concreto, son las que se han recopilado en los foros de reconstrucción económica y social de la ciudad impulsados por el Ayuntamiento pero en los que participaron sindicatos, asociaciones de empresarios y comerciantes, vecinos, el PTA, la Universidad de Málaga o empresarios líderes en sus respectivos sectores, así como los responsables de los espacios productivos de la capital costasoleña, desde el director del Aeropuerto a los grupos municipales. Todos. Estas ideas han ido a Ciedes, el pasado viernes pasaron por el Consejo Social y deberán ir al Pleno para recibir el visto bueno. Hay de todo entre ellas: actuaciones que la ciudad lleva esperando desde hace décadas, y que son vitales o esenciales, como prefieran. En este grupo tenemos, por ejemplo, el tren litoral y el cuento chino que todas las administraciones nos relatan cada año, casi cuando acaba el verano; otras son de perogrullo, como hacer promociones y campañas de comunicación turísticas, apoyar fiscalmente a los comercios, y no sólo a los del Centro, o meterle mano a los horarios de estos; y algunas irrenunciables, como ir a por el contagio cero con una capacidad masiva para hacer test, el tercer hospital o el refuerzo de la atención primaria. Participando el alcalde en esta historia, claro, también hay referencias a la educación, que sólo a él parece preocuparle aunque debiera ser algo compartido por todos; y las viviendas de alquiler para jóvenes, incluyendo las de naturaleza privada. Sin embargo, el alcalde, Francisco de la Torre, pese a que se trata de un plan consensuado para sacar a la ciudad del desastre (muchos no van a tener la suerte de salvarse del fuego devorador de esta crisis económica que proviene de la sanitaria, al tiempo), presentó sólo el paquete de medidas, como le afeó el líder de la oposición municipal, Daniel Pérez, que esta semana, continuando con su ritmo frenético, ha dado más ruedas de prensa y enviado más comunicados que días hay, para criticar, por ejemplo, el sueldo del nuevo gerente de Limasam (110.000 euros) o para pedir que el Consistorio ayude a las bandas de música para salir del bache que, más que un bache, parece un socavón que comunica directamente la ciudad con las tinieblas.

Decía esto porque, aunque durante los tres meses y pico de confinamiento y estado de alarma los políticos, en una orilla y otra, al menos los locales, se pusieron los guantes blancos y obviaron la tarea de oposición y crítica legítima al equipo de gobierno, con lealtad y sin cavar demasiado en las trincheras enfrentadas, pasado ese periodo dramático y fundacional de una crisis económica que nos va a poner las cosas difíciles a muchos de nosotros, la crispación, el y tú más, la pelea dialéctica, la dureza en las exposiciones y argumentos han vuelto a resurgir, otra vez, con toda su fuerza. Y, para muestra, el botón de las dos comisiones celebradas el pasado lunes 20 de julio en el Salón de Plenos: la primera, la de Sostenibilidad Medioambiental y la segunda, la de Urbanismo.

Cómo no, las diatribas, los momentos tensos, los y tú más estuvieron presentes cuando se habló del modelo de ciudad, algo que crispa e inflama con mucha fuerza a la oposición y al equipo de gobierno y que mal arreglo tiene si no empezamos ya a reflexionar sobre cómo imprimirle parámetros de sostenibilidad a la historia y al discurrir hostelero y turístico de la urbe. Fueron al Salón de Plenos, amparados por una moción de la siempre solvente edil socialista Begoña Medina, los vecinos de Echeverría de Huelin y Río Rocío. Los residentes se quejaron amargamente del ruido existente en la zona de bares, de la ocupación supuestamente excesiva del espacio público, de la suciedad y de la presencia de insectos y ratas, así como de la dificultad para aparcar. Curiosamente, antes de que Medina presentara esta moción, varios días antes, ya existía un dispositivo policial que se emplea a fondo, por ejemplo, en esta zona de Huelin y que graba los bares y restaurantes para ver si recogen las terrazas cuando han de hacerlo sus dueños y si estos cierran en el momento convenido por la norma. Luis Verde, edil responsable de la zona, dijo que hay una patrulla más de Policía Local cada día allí y echó de menos a los vecinos que fueron al Salón de Plenos en una mesa en la que participan el edil y otros residentes y los hosteleros. Eso dijo.

Lo cierto es que, como reconoce el equipo de gobierno, ha aumentado la preocupación ciudadana por estos asuntos y por el desplazamiento más que evidente del botellón, que se aleja del corazón de la ciudad y aterriza en Ciudad Jardín, Huelin o Teatinos, además de en Churriana, entre otras partes de la ciudad, aunque en realidad se extiende esta práctica, ya muy reducida si se la compara con el volumen existente a finales de la década de los 90 y primera de este siglo XXI, a toda la ciudad. También hay dispositivos policiales en Teatinos, donde además tienen una declaración de Zona Acústica Saturada, es decir, allí hay que hacer menos ruido sí o sí, que diría José María del Nido, y para ello no podrán abrir nuevos bares y restaurantes durante cinco años y se limita el horario de recogida de terrazas, ahora ampliado debido a las excepcionalidades que implica el estado posterior al confinamiento, con el fin de ayudar a los hosteleros. Este tipo de problemas entre hosteleros y vecinos se reproduce como las setas en cualquier lugar en el que hay una concentración de bares, por lo que urge que la relación entre unos y otros sea amable y se concilie, como no dejaron de repetir unos y otros en la comisión de Sostenibilidad Medioambiental del lunes, el derecho al descanso de los residentes con el derecho al ocio. Es complicado, pero si la legislación ha ido protegiendo de forma paulatina cada vez más la salud del vecino seguro que pueden arbitrarse fórmulas (miremos qué se hace en otros lados) para que unos descansen en condiciones y otros puedan seguir generando empleo.

La sesión de Ordenación del Territorio, de la comisión fundamental, tal vez, junto a Economía, fue de aúpa, con un Mariano Ruiz Araújo, edil socialista, en su papel habitual de tío del bazuca y Raúl López, edil de Urbanismo, contestando con dureza. Dos mociones de nuevo centraron la atención: la del Astoria, en cuya huella los socialistas quieren un edificio con usos ciudadanos y culturales, Adelante Málaga volvió a pedir un concurso y dejar diáfano el sitio y el concejal de Urbanismo destacó que lo que se busca es un edificio singular que mejore la zona; y otra sobre el modelo de ciudad, con Ruiz Araújo diciendo que el equipo de gobierno de PP y Cs trata a los malagueños como «clientes» y volvió a escucharse eso de que el corazón de la ciudad «es un parque temático», algo que no sólo rechazó López, sino que la propia Noelia Losada, concejala de Cultura, Deporte y Teatinos y líder del grupo unipersonal de Cs, consideró electoralista. Ya dijimos aquí que la semántica es caprichosa en este tipo de enfrentamientos y que el PSOE ha alzado una bandera que agitaba habitualmente Adelante, y ese paso al lado de los socialistas (al lado izquierdo, claro está), amenaza con ser potencialmente desestabilizador para el modelo de ciudad que defiende el alcalde. Y siendo esto preocupante, lo peor, lo verdaderamente lamentable es que las multas a los malagueños por no llevar la mascarilla puesta no paran de crecer desde que la Junta impuso la obligatoriedad de usarla y en relación a los diez últimos días de junio.

Ahora, la Junta ha puesto en su punto de mira a las discotecas, cuyos empresarios piden que no se les demonice. Un nuevo frente abierto en esta ciudad acostumbrada a convertirlo todo en temas que jamás se resuelven, como el eterno retorno del filósofo que decía ser dinamita. López ofrece nueve millones de metros cuadrados de suelo logístico al inversor que quiera venirse para acá y el más contento, seguro, será el futuro gerente de Limasam. Vuelve la crispación, volvemos a nuestro estado natural.