El camino hacia la «nueva normalidad» ha sido complejo; se inició un 14 de marzo y se prolongó, en casi todas las regiones, hasta el 21 de junio. Durante esos meses a los que muchos se refieren como un «paréntesis», un «salto en el tiempo» o un período de «hibernación», hay quienes vieron cómo la carga de trabajo les asaltaba mientras el mundo empezaba a referirse a ellos como «los esenciales».

Y en el clima de pánico a un virus que se combatía con mascarillas, inexistentes en el stock, y con distancia social en el país de los besos y los abrazos, esos sectores, imprescindibles, vitales, sine qua non para que el engranaje siguiera rodando -infravalorados en muchos casos-, se mantuvieron a flote para que no se hundiera el resto. Ahora, con más de 200 brotes activos en el país, de los cuales más de una veintena están en Andalucía y cinco en Málaga, el futuro próximo inquieta a unos trabajadores aún exhaustos.

Salud

«Nos aplaudían como héroes pero ahora nos faltan al respeto», espeta Patricia Carnero, una enfermera de quirófano en Pediatría del Hospital Materno Infantil que tuvo que abandonar su casa y aislarse en un piso para no poner en peligro a su propia familia. «Me ha costado ir a la playa o pasear por el paseo marítimo y ver cómo la gente no tiene consciencia ninguna después de todo lo que ha pasado. Siento mucha rabia e impotencia e incluso he sentido ganas de llorar de pensar todo lo que yo he vivido, de haber visto a gente morir». Esta sanitaria fue reubicada en las UCI que se acondicionaron provisionalmente en los cinco paritorios del Clínico en un plan de contingencia para atender la elevada presión asistencial que sufría el hospital. Patricia se adentró en un terreno inhóspito para ella y estuvo en primera línea frente a la Covid-19. Sobre las mascarillas es tajante: «En pleno confinamiento mucha gente criticaba y culpaba al Gobierno en general por la mala gestión y la falta de mascarillas. Nadie se olvidaba de llevarla aunque fuese casera. Ahora que son accesible a todos, muchos pasan de usarla».

Enfermera

Patricia Carnero

Su plaza está en el Hospital Materno Infantil de Málaga como enfermera de quirófano, aunque el aumento exponencial de los contagios en la capital la obligaron a trasladarse al Virgen de la Victoria para atender población adulta contagiada de coronavirus en unas UCI adaptadas en los cinco paritorios del Clínico. Para proteger a su familia, decidió buscarse un piso de manera que pudiera aislarse al acabar la jornada y evitar la propagación del virus entre los suyos.

Residencias

Camino de los 5.000 contagios en la provincia desde que estalló la pandemia, la cifra de fallecidos se eleva hasta los 289. Casi el 20% de los malagueños que perdieron la vida por la Covid-19 fueron ancianos que vivían en residencias. «Era la población más vulnerable y hubo muchas muertes sobre todo las primeras semanas», recuerda Ohara Arrebola, enfermera gestora de residencias en Málaga y miembro de la asociación Social Covid, creada durante el confinamiento para canalizar donaciones de la población a residencias, centros sociosanitarios y albergues. «Nos pilló a todos de sorpresa, el material, la protección... lo que hemos vivido todos. Fue muy duro coordinar todas las residencias, a los trabajadores... no conocíamos la envergadura de todo esto».

Meses después, las residencias y centros sociosanitarios de Málaga han echado prácticamente al coronavirus de sus instalaciones y tratan de mantenerlo a raya. «La nueva normalidad está siendo muy estricta. Todo el personal sigue con medidas de protección, las visitan de los familiares están siendo muy restringidas». Asegurado el blindaje de quienes más han sufrido y temido los envites del virus, ha llegado un período de calma en el que a Ohara le cuesta conciliar el sueño y tiene problemas de concentración. «Estamos teniendo las consecuencias ahora de todo. Debemos pararnos, ver lo que hemos vivido para superarlo. Es la profesión que hemos elegido, pero nunca imaginas que algo así pueda llegar», confiesa Ohara, con 25 años de experiencia.

Enfermera

Ohara Arrebola

Con más de 25 años de experiencia, jamás imaginó que pudiera tener que enfrentarse a algo así. Esta enfermera, presidenta de la asociación sin ánimo de lucro La Sonrisa de Melania, recuerda que es momento de recapacitar sobre lo vivido para poder superarlo, por lo que es importante buscar ayuda en caso de necesitarla, ya que ahora empiezan a aflorar las secuelas.

Investigación

Cuando la presión asistencial estrujaba, las gerencias hospitalarias implementaron planes de contingencia inéditos para crear nuevas UCI, por donde pasaron hasta 165 malagueños contagiados.

La falta de respiradores, un equipamiento esencial en las unidades de críticos, fue un problema que Málaga atajó a través de la investigación y el trabajo científico-técnico de un grupo multidisciplinar. «Empezamos a mediados de marzo, nos dijeron que había solo dos camas libres en UCI en Málaga y que en dos semanas teníamos que tener el respirador», rememora Víctor Muñoz, doctor en Informática y Catedrático del área de Ingeniería de Sistemas y Automática de la UMA, que lideró el proyecto de Andalucía Respira.

El equipo pasaba jornadas de hasta 16 horas en un laboratorio docente de la Escuela de Ingenierías Industriales trabajando en el desarrollo del respirador. «Teníamos claro que no daba tiempo a hacer ecuaciones. Íbamos guiados por el razonamiento y la intuición». Una pulsión encaminada hacia el eureka cimentada en años de experiencia de Víctor en robótica médica.

En apenas dos semanas y media, el respirador obtuvo la homologación de la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios. «No reaccionas al principio, después de tanta presión. ¡Me llamó hasta Antonio Banderas!». De hecho no fue el único. Este ingeniero cuenta que el alcalde, Francisco de la Torre, lo llamaba a diario para interesarse por el avance de este equipo.

Casi 300 respiradores después, fabricados en serie en la fábrica de Fujitsu en Málaga, Víctor descansa con la satisfacción de haber sido «útil» en el hito que «más va a recordar». Mientras tanto, sigue trabajando en una versión mejorada del respirador. «Esta era una versión para covid, con las prestaciones mínimas que tiene que tener y estamos haciendo una ampliada, que tiene más modos de respiración, estoy ahora con eso».

Ingeniero

Víctor Muñoz

En numerosas ocasiones ha contribuido al avance de la ciencia en el campo de la Ingeniería Médica, pero Andalucía Respira será el hito que siempre recordará. Después de tantas horas, tanta presión y responsabilidad, este ingeniero se siente, por primera vez, «útil» entre un equipo de médicos, según él, quienes salvan las vidas. Ahora, sigue mejorando el respirador.

Alimentación

Con la declaración del estado de alarma, los supermercados vivieron situaciones macabras protagonizadas por carros a rebosar de papel higiénico y provisiones de todo tipo; primero fue el aceite y las legumbres y meses después, la levadura y el alcohol. En todos los aspectos, los supermercados tuvieron que encajar los bruscos giros de la población en un ambiente de total desprotección. Así lo recuerda Nani Ogalla, propietaria junto a Antonio Villalta de un Supercerka, en la Alameda de Colón.

«Aparecieron avalanchas de personas como si el mundo se fuera a acabar. No dábamos crédito», afirma Nani, remontándose a los inicios de confinamiento. «Yo lo único que podía hacer es echar alcohol en el mostrador. No existían ni mascarillas ni distancia de seguridad ni guantes en nuestras vidas.Estuvimos muy expuestos esos dos días».

De las compras masivas al auge de los pedidos a domicilio, estos propietarios tuvieron que redoblar esfuerzos para garantizar el abastecimiento: «Acercamos comida a familias afectadas por covid que no tenían como abastecerse, así como a personas mayores muy vulnerables que estaban solas un día y otro. En ese sentido sí que nos sentíamos plenamente como sector esencial», comparte Nani. Con la «nueva normalidad», los clientes han vuelto a la tienda presencial y «afortunadamente el 99,99% entra con mascarilla».

Propietarios

Nani Ogalla y Antonio Villalta

La rutina en su supermercado dio un «giro de 360º» cuando la Covid-19 irrumpió en Málaga. Alaban la labor de todo su personal, junto al que afrontaron unos meses muy duros, de mucha exposición al virus y poca información. Pese a que la mayoría está muy concienciada, aún se topan con quien se molesta cuando se le recuerda que para comprar necesita la mascarilla.

Seguridad

Durante los meses de confinamiento, el Cuerpo Nacional de Policía de Málaga también tuvo que enfrentarse a un «enemigo desconocido» y, como novedad, para ello debían seguir las instrucciones de las autoridades sanitarias. Sin abandonar sus labores de prevención e investigación de la delincuencia, los agentes colaboraron en el traslado de todas las donaciones de material sanitario que hizo la sociedad, visitaban hospitales y residencias de ancianos y apoyaron a efectivos del 061 y al personal sanitario en situaciones en las que un paciente covid renegaba de su ingreso y se ponía «agresivo».

«El fin del Estado de Alarma trajo consigo otra percepción, que es la de cierta relajación en la adopción de las medidas preventivas sanitarias por parte de la ciudadanía, que empezaba a estar cansada», destaca el inspector Javier Sánchez, que explica que la Policía ha incrementado la vigilancia. «Si tenemos que evaluar al ciudadano de Málaga sobre su comportamiento en lo que se ha llamado 'nueva normalidad' debemos afirmar que la mayoría de los malagueños respetan lo establecido, pero siempre hay insolidarios a los que hay que proponer para sanción».

Inspector

Javier Sánchez

El Estado de Alarma trajo prohibiciones inéditas para la población, como la imposibilidad de circular libremente en coche o pasear por la calle, por lo que el papel de las fuerzas de seguridad fue clave para asegurar su cumplimiento. Según el inspector, el comportamiento del malagueño ha sido ejemplar, aunque siempre hay quien «no se lo toma en serio».

Cultura

Durante la cuarentena, el mundo de la cultura fue un salvavidas para una población confinada. Superados esos meses, el gremio necesita a ese público para recuperarse y teme un nuevo cierre por el auge de los brotes en los locales de ocio.

«Se nos ha agradecido mucho a la cultura lo que hemos hecho, como que ha habido una especie de subidón, pero ha sido efímero. No aprendemos», recalca Miguel Ángel Martín, autor del Diario del Confinamiento. «En España nos cuesta mucho ver la cultura como un motor económico y sí que vemos la restauración, el ocio, las discotecas, los pubs... Ahora lo vemos como un sector de tercera o cuarta necesidad y no nos duele».

Actor

Miguel Ángel Martín

Con el sarcasmo, las quejas y el punto de vista del «señor de la taza», este actor (@Tunomandas) con más de veinte años sobre las tablas, arrancó carcajadas por todo el territorio nacional en momentos en los que la pena acuciaba. Percibe que la cultura volvió a la vida con gran entusiasmo pero quizás se vea perjudicada por los rebrotes en los establecimientos de ocio.