Cuando se topó con la partitura en una reciente visita al Archivo Catedralicio, Antonio Banderas la leyó con total concentración e interés, cuenta el doctor en Música sacra, en la especialidad de Musicología aplicada, y organista segundo de la Catedral Antonio del Pino, que destaca que, tras examinarla, «dijo que había que hacerla llegar al gran público».

La obra, un Stabat Mater operístico compuesto en 1854 por el malagueño Juan Cansino Antolínez (c.1826-1897) y estrenado ese mismo año en una iglesia de los Mártires repleta de público y luces, ha conseguido reunir a dos grandes artistas malagueños, pues aparte del actor, la pieza ha encandilado al barítono Carlos Álvarez.

De la mano de la Fundación Lágrimas y Favores, promovida por Antonio Banderas, esta magnífica pero olvidada obra ha sido recuperada gracias a la grabación realizada en enero y julio de este año en la Ermita del Calvario por la Orquesta Filarmónica de Málaga, dirigida por Antonio del Pino, con Carlos Álvarez y el Coro de la Catedral (un grupo reducido, por las actuales circunstancias). Además, en el elenco de solistas han participado Alba Chantar, Lourdes Martín y Luis Pacetti.

«Junto con el Miserere de Ocón va a ser una de las obras que se van a hacer normalmente en Semana Santa, estima esta semana Carlos Álvarez, recién llegado de actuar en Florencia y que pasa unos días en Benajarafe. A su lado, Antonio del Pino explica que la casualidad quiso que el pasado enero se grabara el Stabat Mater, «menos el barítono y el coro».

Para el musicólogo, el confinamiento fue la ocasión para descubrir el programa de Canal Sur 'Tierra de talento' y escuchar cómo Carlos Álvarez cantaba a primeros de mayo el Himno a la Alegría en una solitaria calle Alcazabilla.

«Vi su actuación, vi su generosidad y me decidí a escribirle», confiesa. Para su sorpresa, aceptó.

«Antonio me envió la partitura y junto con ella, como habían hecho la grabación, maquetas de mis números. Por la época esta música se parece a cosas que he hecho y me era de algún modo familiar y apetecible», reconoce Carlos Álvarez.

El artista explica que lo que le atrajo fue que se tratara de un Stabat Mater operístico. «Para una voz como la mía era sentirme como en casa y eso lo convierte en muy atractivo. Cosas como esta ya las había cantado antes pero no eran obras de Cansino, eran obras de Donizetti».

Además, el hecho de que la voz de barítono tuviera una prevalencia, el desafío de enfrentarse a una obra nueva, sin interpretar desde tiempo inmemorial, y la participación de Antonio del Pino, «un punto de calidad que para mí significaba tener la confianza suficiente para hacerlo», le empujaron a sumarse al proyecto.

El domingo 5 de julio se completó la grabación del Stabat Mater con la intervención de Carlos Álvarez y el Coro de la Catedral.

«Elegí grabar en la Capilla del Calvario porque está en el Centro pero retirada, un sitio que no recibe más ruido directo que la campana de la Iglesia de la Victoria y que tiene muy buena acústica, aparte de la comodidad operativa, porque es una nave de unos 120 metros cuadrados que permite al técnico estar en una sala contigua», cuenta Antonio del Pino.

El musicólogo quiere dar las gracias al gerente de la Filarmónica, Juan Carlos Ramírez y en especial a la Fundación Lágrimas y Favores por patrocinar la grabación de la obra, un apoyo que se hizo especialmente patente en pleno confinamiento. «Pensaba que se quedaría en el tintero como tantos proyectos, a causa de la crisis, pero Antonio Banderas dijo que seguía para adelante, que la cultura era también industria y riqueza».

Un profesional de la música

La vida y obra del malagueño Juan Bautista Cansino Antolínez había aparecido de forma tangencial en sendos libros sobre Eduardo Ocón y los órganos de la Catedral, de Gonzalo Martín Tenllado y Adalberto Martínez, respectivamente.

No fue hasta 2008 cuando Antonio del Pino publicó un primer trabajo extenso sobre Cansino, el mismo año en el que transcribió su Stabat Mater de 1854, con la revisión de Luis Pacetti.

El músico malagueño entró de seises en la Catedral y en el Templo Mayor siguió una evolución muy parecida a la de Eduardo Ocón, un poco más joven que él. Como Ocón, luego fue ministro de coro, músico de voz y auxiliar de órgano. Precisamente en 1854, los dos jóvenes músicos se presentaron a la plaza de organista segundo de la Catedral, algo que para el maestro de capilla Mariano Reig fue como «elegir entre dos de sus propios hijos», detalla Antonio del Pino en el trabajo.

Al final, la plaza la obtuvo Ocón, pero Cansino siguió vinculado a la Catedral y al órgano, hasta el punto de que su nombre y primer apellido aparecen en una inscripción, fechada en 1868, realizada en el órgano del Evangelio.

De Juan Cansino también se sabe que aspiró a organista de la Capilla Real de Madrid, sin éxito; que fue profesor de Música en el Colegio San Estanislao; profesor de piano para la burguesía malagueña y que era hermano de los Dolores de San Juan, al menos desde 1866 hasta su muerte.

En cuanto a su producción, con casi un centenar de piezas conservadas en el archivo de la Catedral, compuso mucha obra religiosa pero también piezas para piano de estilos muy variados (polcas, mazurcas, malagueñas, fandangos...) y tampoco faltaron las zarzuelas, entre las que destacó 'La perla de Triana', de 1884.

A este respecto, Antonio del Pino anima a Antonio Banderas, instituciones de Málaga y a cualquier interesado a recuperar estas zarzuelas. «Empecemos arremangándonos, vayamos a la Biblioteca Nacional y hagamos un proyecto a dos o tres años vista», propone.

El musicólogo explica el olvido en que ha estado la figura del autor con el argumento de que su coetáneo, Eduardo Ocón, «funda el Conservatorio y tuvo 'una plataforma', mientras que Cansino se dedicó a la música de consumo, componía para cultos de las cofradías, daba clase de piano a la burguesía, componía zarzuela para el gran público... Murió y con él su memoria porque era una obra de consumo inmediato».

Al fallecer este músico en 1897, una crónica que informaba de su entierro en San Miguel resaltó que «se había hecho acreedor a los mayores respetos, por su talento y acrisolada honradez».

El esperado disco del Stabat Mater, explica Antonio del Pino con un sonrisa, se presentará «cuando se combinen las agendas de Antonio Banderas y Carlos Álvarez».

«Apuesta por las artes escénicas»

El barítono malagueño quiere aprovechar para resaltar que proyectos como el Stabat Mater de Cansino sirven «para implicarte en el desarrollo de la cultura de la ciudad».

A su juicio, «ha llegado el momento, ya que estamos a tope en la cultura museística, de hacer una apuesta de verdad por las artes escénicas», y hace la siguiente reflexión: «La cultura franquiciada la puede hacer todo el que tenga dinero para pagar el canon, pero alrededor de las artes escénicas hay más oficios, más artesanía e instituciones que implican esfuerzo, desarrollo y estudio; nadie pernocta en Málaga para ir a ver el Museo Picasso, si tienen la oportunidad lo ven pero la gente que viene a ver ópera claro que se queda».

La apuesta por las artes escénicas, subraya Carlos Álvarez, debería suponer, de una vez por todas, la construcción del Auditorio.