Cuando el reguero de cancelaciones de eventos y espectáculos se dio por concluido a mediados de marzo, las cifras de contagios y fallecidos por coronavirus iba camino del pico, que en Málaga se alcanzó el día 26.

En solo 48 horas, se registraron hasta 300 contagios y 20 fallecidos. La presión asistencial obligó a las gerencias hospitalarias a elaborar planes de contingencia para trasladar pacientes, reestructurar plantas, trasladar pacientes y sobre todo, ubicar nuevas camas de críticos, por las que han pasado hasta 165 malagueños.

Las nuevas localizaciones de las áreas dentro de los propios hospitales supuso una mudanza constante de equipos informáticos: «Fueron unos días en los que tuvimos mucho trabajo sobre todo realizando VPN», rememora Mónica Cáceres, técnico informático en el Materno Infantil y el Hospital Civil.

Los profesionales sanitarios también tuvieron que adaptarse, en muchos casos llegando a trabajar en especialidades meridianamente diferentes a la suya. «Ha sido una situación extrema y hemos tenido que adaptarnos», recuerda el presidente del Colegio Oficial de Enfermería de Málaga, José Miguel Carrasco, aunque aprovecha para criticar el concepto erróneo que mantienen las administraciones sobre la figura de la enfermera: «Piensan que somos chicas para todo. Les da igual que estemos en la puerta de Urgencias, en una UCI o en consulta». Pensaban que la crisis sanitaria les daría el reconocimiento que echan en falta y habría mejoras en el gremio pero nada más lejos de la realidad: «Esto ha sido un soufflé que ha subido y ha vuelto a bajar. Ahora nos encontramos con situaciones de vuelta a la realidad, misma cargas de trabajo, malos contratos, condiciones precarias, salarios bajos» denuncia Carrasco. «Antes de la pandemia, Málaga y Granada eran las provincias con menor número de enfermeros por habitantes y no solo continuamos con eso sino que encima las cargas de trabajo se han aumentado, véase el caso de los rastreadores o las responsabilidades de los centros escolares».