Hace más de medio siglo que el granadino Norberto del Castillo regenta un chiringuito en el litoral fuengiroleño. En las últimas cuatro décadas, se ha ido convirtiendo en toda una institución en el sector turístico nacional gracias a la labor que viene realizando a la hora de luchar por las reivindicaciones colectivas de los empresarios de playas.

¿Hasta qué punto está haciéndole daño el impacto de la crisis del coronavirus a un sector como el de los chiringuitos?

La industria turística es la que más dinero mueve en el mundo actualmente. Más que los automóviles, que el petróleo y que cualquier otro sector. España es un país básicamente turístico y Andalucía es todavía más dependiente de lo mismo. Algo que no se menciona mucho es que nuestro turismo es, prácticamente en su totalidad, un turismo de sol y playa. No somos un turismo de otro tema. Es verdad que tenemos monumentos y la gente los visita de vez en cuando. O que hay cierto turismo de interior. Pero más del 80% de los turistas que recibe España vienen a un destino de sol y playa. Por lo tanto, ahora mismo este turismo de sol y playa está recibiendo un castigo bastante fuerte. Y no concretamente en julio y en agosto, que son meses con los que de alguna manera se pueden salvar los muebles. En unos casos sí y en otros no. El temor está en 'cuando llegue septiembre', como decía la canción. Cuando llegue septiembre, no será maravilloso.

Ha lamentado que solo están trabajando con clientes nacionales, ¿con qué perspectivas se afronta en plena temporada alta la caída del turismo extranjero?

Está claro que el turismo exterior no va a venir. No solo porque haya países que han prohibido venir a España. Esa imagen, esa publicidad, está afectando a otros países que -aunque no lo prohíban- van a decir que 'si los demás países están prohibiendo ir a España, yo este año tampoco voy a ir'. Esa es la situación actual. Turismo del exterior hay muy poco, solo el de quien tiene una vivienda aquí o ya es residente. Y el resto es, prácticamente, turismo nacional, con lo cual en la playa se está produciendo una variación muy importante entre la afluencia de los días de diario y la de los fines de semana.

¿Le sentó como un jarro de agua fría que, inicialmente, el Reino Unido excluyera a Baleares y Canarias de la cuarentena turístico y no hiciese lo mismo con la Costa del Sol?

Bueno, al final ha hecho tabla rasa y ha prohibido todos los sitios. Hay que tener en cuenta, si lo analizamos, que cualquier país está aprovechando la situación para decir que 'si los turistas no van a otro país, gastarán el dinero en nuestro país'. Todo eso son campañas de publicidad económica. Si de Inglaterra no sale el inglés, el inglés gastará el dinero durante ese tiempo en Inglaterra. Eso es lo que se está aprovechando durante esta pandemia y nos va a dañar, indiscutiblemente, mucho. En España, y en Andalucía concretamente, dependemos mucho del turismo inglés. Y también del alemán, con el que va a ocurrir prácticamente lo mismo. El resto se dejará influenciar por la publicidad negativa que están haciendo estos países respecto a la pandemia en España.

Hace unos días, el Gobierno central ya confirmó una serie de exenciones y bonificaciones relacionadas con el canon que pagan anualmente, ¿se han recibido con alegría estas medidas de apoyo al sector?

Es un pequeño balón de oxígeno. Aunque, realmente, ese no es el problema principal. El canon es una parte importante pero no la más importante de una instalación de playa. La más importante es el volumen de venta y el gasto en personal. Eso es muy difícil reducirlo. Venga o no venga gente, una instalación de playa necesita una plantilla muy amplia. Es un tipo de restaurante que hace plato a plato, no hay nada precocinado. Cada vez que alguien pide unos calamares, un pescado a la caña o una paella, hay que hacerlos. Eso requiere mucho personal durante los momentos de más ocupación de la instalación y unas labores de preparación previa y a posteriori. Además, este año se ha añadido personal complementario para la limpieza e higienización y los gastos en una serie de productos que van a encarecer mucho el mantenimiento. Hay muchos más agravantes.

¿Se ha instalado la incertidumbre en la rutina de cada chiringuito malagueño?

Hay muchas dudas. No nos creemos la información que recibimos porque cada día es variable y, según quién la dice, es diferente. Tampoco creemos mucho en las previsiones de futuro. Con la experiencia que tenemos respecto a los datos que nos facilitan y a los datos reales sobre lo que ha sucedido, muchas más dudas tenemos sobre el futuro.

¿Ha sentido en algún momento que el Gobierno de España le estaba dando la espalda a los empresarios de playa?

De hecho, nosotros como sector ya nos sentimos apartados. Hemos reivindicado muchas veces muchas cosas, y algunas vamos consiguiendo gracias a que es el sector más unido de todos los sectores en España. Realmente, despendemos de la administración para poder subsistir. Los espacios que ocupamos son espacios cuya propiedad es de la administración y, por ello, o permanecemos unidos o no tendremos nunca defensas individuales. Además, en este país no se ha entendido que somos un destino de sol y playa. Muchas veces he reivindicado que sabemos cuánta gente va a los hoteles o pasa por un aeropuerto pero que no sería tan difícil hacer un sondeo para saber cuánta gente ocupa la playa o cuántos de los turistas que nos visitan van a la playa. Quizás no lo quieren hacer porque tendrían que admitir que más del 80% del turismo que viene va a la playa.

¿Ha perdonado ya el sector turístico costasoleño al 'paisano' Alberto Garzón, que en una visita reciente suavizó sus impresiones sobre el turismo, o flaco favor hicieron sus polémicas declaraciones?

Los políticos siempre le hacen un flaco favor al turismo. No solo él. También Fernando Simón ha dicho hace poco que 'mejor que no vengan turistas porque así no hay peligro'. Él dijo que 'mejor que no vengan los ingleses o lo belgas porque así estamos más libres del Covid'. Y la verdad es que no estamos libres del Covid. El Covid está aquí. Y de todo lo que se ha ido diciendo, no se ha cumplido nada. Se dijo que el calor acabaría con el Covid, y no da esa sensación. No creemos mucho en los vaticinios de esta crisis. Al menos, hasta que haya una vacuna confirmada y sepamos para cuánta gente se va a fabricar y a quién se le va a poner primero.

Conoce el turismo desde distintas ópticas, acumula más de seis décadas de experiencia e incluso fue director de hotel, ¿teme que el sector se suma en una profunda crisis de la que tarde años en recuperarse?

Estas variaciones son como ciertas enfermedades, no se curan de hoy para mañana. Esto va a crear una grieta ahí que no será fácil de salvar. No se cerrará la grieta en un año o en dos. Nos va a costar bastante tiempo. No solo tendremos que amortizar las deudas por las pérdidas que nos va a ocasionar esta situación. Tendremos que volver a crear la confianza y el hábito necesario para que la gente venga. Todas estas cosas son costumbres que se mantienen gracias a que se ofrezca calidad y un buen servicio, la gente se sienta cómoda y feliz en este destino y vuelva. Si en un momento determinado, dejan de hacerlo tenemos un problema. Siempre lo he dicho en hostelería: 'si cierras un tiempo tu negocio, puede que el cliente encuentre otro negocio que le guste y luego ya no vuelve al tuyo'. Es uno de los riegos que corremos.

¿Afronta la Costa del Sol con más garantías la crisis gracias a la fortaleza acumulada como destino durante tanto tiempo?

Es cierto que tenemos una situación privilegiada, somos un destino razonablemente seguro y profesionalmente bueno. Tenemos, aunque sea algo que no vendemos muy bien, una enorme calidad gastronómica. Yo siempre he dicho que si España hubiera sabido vender la tortilla, la pizza casi no existiría. Nos pasa como con casi todo. Nunca hemos sabido vender muy bien nuestros productos. El aceite español envasado en Italia es más caro en Norteamérica que el aceite español producido directamente. Teníamos los mejores camiones y ya no vendemos camiones. Éramos el segundo país haciendo barcos y ya no vendemos barcos. Tenemos esa carencia. Ese defecto, esa especie de conformismo de que tenemos buen producto o buen destino, nos hace confiarnos excesivamente en que no hay que hacer nada. Y eso no es cierto, hoy en día hay que saber venderlo y promocionarlo todo, aunque sea un producto excelente. Es cierto que estamos en una situación ideal, muy cerca de cualquier destino emisor. Tenemos buen clima, una buena gastronomía, tenemos seguridad€ Pero eso no es todo. Hay que decirlo y que la gente lo escuche y lo sienta.

¿Puede ser este verano el peor, en términos económicos, de los últimos 30 o 40 años para el turismo de la Costa del Sol?

Ya lo es, seguramente. No en cuanto a cuantía. Por mal que vayamos, nosotros venderemos más que hace 50 años. Pero es que, hace 50 años, los costes y las infraestructuras no eran los de hoy. No es solo cuestión de que vengan los turistas de tierras cercanas. Viene gente de Córdoba, de Sevilla, de Granada o de Jaén. Por eso se produce esa gran variación entre los días de diario y los fines de semana. Sin embargo, nuestras infraestructuras están hechas para muchos más miles o millones de turistas. Mucha gente se va quedar por el camino y el resto va a quedar endeudado de una forma bastante peligrosa.

En los años 60, durante su etapa en Cadaqués, cultivó cierta amistad con Salvador Dalí ¿si el artista de Figueras se diera una vuelta por este verano, pensaría que todo es un poco surrealista?

Lo vería él y lo vería mucha gente. Antes, el surrealismo lo veía poca gente. Lo que pasa es que Salvador tenía una doble personalidad. Los que lo conocimos, sabemos que una cosa era el personaje y otra la persona. En su forma habitual, Dalí era una persona normal, más bien tímida, con pocas necesidades. Con un Vichy Catalán ya tenía bastante. El veía el mundo desde un objetivo diferente. Yo creo que, en el fondo, a Dalí no se le ha terminado de valorar. Si nos damos una vuelta por Figueras, vemos la cantidad de obras que hizo. No solo en pintura. Y algunas de sus cosas que parecían raras o extrañas tenían su base científica. Dalí era un personaje de una validez enorme. Y había cosas que con él cambiaban. El primer topless en Torremolinos fue el de Gala o mucha gente no entendía que una relación de pareja pudiese ser como esta. Yo, cuando llegué a Cadaqués, tampoco lo entendía. Lo llegué a entender después, cuando tuve una cierta convivencia con él durante un tiempo. Era una pareja profundamente enamorada. ¿Cómo unas personas profundamente enamoradas pueden ser tan infieles? Bueno, tenían esa especie de acuerdo de pareja abierta, que entonces no existía y ahora sí. Salvador Dalí tenía unas necesidades y unas costumbres. Y ella tenía otras necesidades y otras costumbres. Pero, después, el respeto como pareja era enorme en el resto de las cosas. Aunque no lo parezca. Su amor era vital. De hecho, cuando Gala murió, Dalí se hundió.

Regenta desde hace 53 años un chiringuito en Los Boliches y su negocio se llama Los náufragos. ¿Se ha sentido durante el confinamiento como uno de estos personajes marinos, abandonado a su suerte en una orilla desconocida?

De hecho, yo llegué como un náufrago. Por eso le puse ese nombre. Yo estaba en Cadaqués un poco agobiado. Llevaba en verano el hotel en Cadaqués y, en invierno, un parador en la bajada desde el Tibidabo hacia San Cugat. El turismo empezó y, por la necesidad de profesionales, a los que todavía no estábamos muy forjados nos tocó ocupar puestos de mucha responsabilidad. Eso suponía una carga psicológica y física muy fuerte. Yo pedí dos años de excedencia y, cuando llevaba dos meses aquí, les dije: 'no me esperéis que no voy a volver'. Había vuelto a Andalucía, que es donde nací. Nací en Granada, al lado de la Virgen de las Angustias. Me sentía -y me siento- estupendamente en la Costa del Sol. Por aquí pasaba gran parte del futuro del turismo en España. Más, incluso, que por la Costa Brava. Aquí no tenemos la tramontana, que en determinadas fechas es insoportable. Además, el turismo es algo imparable. Es una necesidad social. Esa necesidad de ocio y de descanso siempre existirá, sobre todo entre la gente que vive en una ciudad.