Cuando escribo este capítulo de las Memorias de Málaga ignoro si hoy, ayer o dentro de seis días, los integrantes de la hoy denominada Asociación de Enófilos de Málaga celebra o va a celebrar la reunión mensual que desde 1987 se viene produciendo para saborear buenos vinos, tanto tintos, blancos como rosados. La finalidad de los enófilos (amantes del vino) es «la defensa de los vinos españoles en general y los malagueños en particular».

El 26 de enero de 1987, un grupo de malagueños o residentes en Málaga, fundó la Academia del Vino. En total fueron trece los que crearon la citada academia que por razones legales, problemas burocráticos u otros, el uso de la palabra Academia obligaba a cumplir determinadas normas.

La Asociación, en sus inicios, tuvo sede propia en la calle Áncora, local cedido por uno de sus fundadores, don Enrique Alemán Herrada. Pero poco después los socios decidieron prescindir de local propio porque no sentían esa necesidad.

Donde realmente se veían las caras y comentaban y valoraban los vinos que se elegían para cada cata era en el restaurante escogido para gozar del placer de los vinos seleccionados entre numerosas bodegas existentes en Málaga y España, unas veces elegidos por algún socio y otras veces los propuestos por el restaurante en el que se citan. ¡Qué mejor local que el restaurante de turno! Unas veces es un restaurante de Málaga capital, otras veces se opta por uno de Marbella, de Fuengirola, Arroyo de la Miel… La oferta de establecimientos es tan amplia que hay donde escoger.

Trece fueron los fundadores. Algunos han fallecido y otros siguen la tradición. En su día se acordó, como es habitual en muchas academias (la de la Lengua española, la de Bellas Artes de San Telmo…) limitar el número de académicos, y en el caso que nos ocupa de los enófilos, a veinticuatro. Cuando se produce una baja se da entrada a otro amigo del vino. Hasta ahora, entre los enófilos, no hay ninguna mujer, pero su incorporación es posible.

No tiene sede pero sí una cuota trimestral que permite la adquisición de los vinos a catar cuando uno de los socios los sugiere porque esas marcas no están en las cartas de los restaurantes.

Elogio del vino

Los enófilos, gentes de diversas profesiones (abogados, ingenieros, médicos, escritores, arquitectos…), no persiguen meta alguna, salvo la de defender los buenos vinos… y consumirlos, claro está. A lo largo del tiempo han catado vinos de todas las denominaciones, las han comentado, valorado, festejado… sin alharacas ni deseos de sentar cátedra,

El 28 de agosto de 1989 -dos después de la fundación-, la Academia celebró su comida mensual en la Marisquería Santiago de Marbella con un invitado especial: Camilo José Cela. El Premio Nobel dio una charla bajo el título ‘Elogio del vino’, disertación que fue editada. Uno de los enófilos me ha facilitado un ejemplar.

Su lectura, treinta años después, es una delicia. Empezó Cela su intervención con estas palabras:

«Voy a intentar hablarles a ustedes del vino sin aludir a Baco, el dios del vino; ni a Noé, su inventor; ni al fraile Dom Pierre Pérignon, que adivinó el champán…».

«Las cinco causas incitadoras al trago -dijo Cela- a saber son: la llegada de un amigo al que se quiere festejar, la sed del momento que se confía saciar, la sed futura que se pretende evitar, la bondad del vino que se aspira a ensalzar o cualquier otro motivo no previsto entre los anteriores. Toda razón es buena y saludable para llevar y vaciar la copa y, en cualquier caso, no seré yo quien preconice seguir el ejemplo de los chiítas y otras suertes herejes y arrojar el vino a donde fuere sin haberlo hecho pasar antes por el gaznate para mejor gustarlo».

La charla fue rica en ejemplos, citas, consejos… Recoge párrafos y consejos de William Congreve, dramaturgo inglés; Balzac, Ganivet, el arcipreste de Hita, Horacio, San Agustín, Raimundo Lulio…El buen bebedor respeta las tres ces de calidad, calma y no cambiar. Dice también: «Durante la comida debe beberse vino muchas veces y poco de cada vez».

En la parte postrera de la charla, se expresó así: «Brindo por La Ilíada y la Odisea, por cuyas páginas corre el vino a raudales; brindo por el pretor Novello Torcuato, alias Tricongius, quien ante el emperador Tiberio, acertó a beberse tres congios de vino -algo menos de una arroba- casi sin respirar-; brindo por quienes cuidan la vid, vendimian las uvas, crían el vino, lo escancian, lo beben…» «Porque el vino nos da la libertad, también brindo con el vino por el vino, por todos ustedes y por su siempre bien dispuesta compañía».

Académicos de honor

La Academia, a lo largo de su existencia, ha tenido a bien distinguir a entidades y personalidades relacionadas con el vino. Como académicos de honor figuran don Rafael González Gallarza, presidente del Grupo Larios, y el rector de la Universidad de Málaga, don Antonio Díez de los Rios; al primero por su contribución al conocimiento y dignificación de los vinos amparados por la D.O. Málaga, y al rector por el convenio de colaboración con una importante bodega de Puerto de Santa María, en el que se establecía «que uno de nuestros grupos de investigación aportaría sus conocimientos científicos para la correcta elección de la levadura». Para conmemorar el acontecimiento, Ángel Martín, presidente de la Academia de Málaga, que fue invitado a firmar en una bota, escribió: «Las Universidades, como los vinos, mejoran con los años».

Homenaje a Don José Garijo

En la Feria de 1996, los enófilos rindieron homenaje a uno de los bodegueros malagueños de mayor tradición y respeto por parte del gremio: don José Garijo. Se le nombró Académico Honorario, con imposición de la medalla y diploma acreditativo.

Hoy, el libro de Garijo, sobre los vinos de Málaga es un valioso documento para conocer nuestros vinos que, aunque en estos tiempos no tiene la difusión y relevancia de siglos pasados por el cambio de costumbres, trata de recuperar su fama a través de iniciativas de los nuevos cosecheros.