Aún está por ver si el incipiente mes de agosto impondrá su relajante cadencia y apaciguará las convulsas aguas que arrastra el río de la política malagueña desde que Juan Cassá. Por desgracia, a la semana que hemos dejado atrás no le ha faltado ningún ingrediente. Cuando parecía que ya lo habíamos visto todo, el pasado jueves amaneció con la denuncia de Cassá que relataba el incendio que había devorado la autocaravana familiar. Horas después, las muestras de apoyo y la condena de lo sucedido por parte de políticos de todos los signos convivió con la resaca de un convulso pleno en el Ayuntamiento de Málaga con una mayoría de 16 ediles -PSOE, Cs y Adelante- declarándolo tránsfuga.

Este asturiano, adscrito a su sueldo en las instituciones públicas y no adscrito a todo lo demás, abandonó en los albores de mayo Ciudadanos y lo primero que se pensó es que cambiaría hasta de grifo. Que se pasaría al grifo de agua caliente, al que se orienta hacia la izquierda, y que preso de su ataque de transfuguismo posibilitaría una moción de censura para derrocar a Francisco de la Torre y poner fin a un cuarto de siglo de gobierno 'popular' en el Ayuntamiento de Málaga. Pero no fue así. En cuanto empezó a sentir los estragos de su espantada en la cuenta corriente, Cassá se abrazó al grifo de la derecha, al del agua fría, y sucumbió a la llamada con la que el PP -al ver que se le escapaba la alcaldía capitalina- le prometió el sueldo que él cree que sigue mereciendo y el protagonismo que no le dieron sus antiguos compañeros naranjas en la Diputación.

Como era de esperar, después vino todo lo demás: el esperpento poco aseado al que estamos asistiendo desde hace más de un mes con la imagen de la institución provincial como gran damnificada. Y, por la misma regla de tres, de aquellos polvos estos lodos. Tanto Cs -que se indigna pero no suelta los sillones- como el PSOE -que podría haberse beneficiado de la llave envenenada de Cassá- han apelado con insistencia al Pacto Antitransfuguismo. O, lo que es lo mismo, a aquella herramienta que España ha tenido más de una década metida en manteca e inutilizada a pesar de que el país ha seguido sintiendo la onda expansiva del 'tamayazo'. ¿En qué quedamos? ¿Realidad o paripé?

Sea lo que fuere, esta política del 'todo vale' también estuvo omnipresente en el pleno de la Diputación en el que a Cassá le bastó su propio voto para evitar que la institución de la que cobra enviase su caso a la ahora cacareada comisión de seguimiento del Pacto Antitransfuguismo. Sin ir más lejos, en esa misma sesión plenaria, el PP se quedó solo defendiendo que no era un tránsfuga y, cuando lo creyó necesario, insinuó en clave reencuentros en el presente con su pasado socialista del vicepresidente de la Diputación por Cs, Juan Carlos Maldonado, o le afeó a la portavoz de Adelante, Teresa Sánchez, que fuese alcaldesa de Alhaurín el Grande apoyándose en un tránsfuga.

En definitiva, allí vino a quedar claro que a día de hoy quien más o quien menos, con una sigla u otra, guarda en su armario algún cadáver que le aproxima al consentimiento para beneficio propio del transfuguismo.

'Sorayistas' y 'susanistas'

Las seis horas de pleno provincial del pasado martes también arrojaron suculentos daguerrotipos y autorretratos en los que confluían muchos de los grandes tics que identifican a la clase política actual. Tal y como ya había sucedido en otras ocasiones, buena parte de los debates y las mociones fueron consagrados a cuestiones de la actualidad política que ya se abordan en Madrid o Sevilla, en detrimento de ese ágora dedicado a los pueblos de la provincia que debe ser una Diputación. Sin ir más lejos, los reproches del PSOE a la gestión de la Junta de Andalucía y, viceversa, los del PP al Gobierno de España se apoderaron trasgrediéndolos de los ingredientes previstos en el orden del día.

Inmerso en una de las batallas que derivó en la política nacional, el diputado socialista Manuel Chicón llegó a dirigirse a la bancada del PP con los siguientes términos: «Todos ustedes renegaban de su ahora amado líder. Todos menos el señor Villena». Así, de repente, Chicón sacaba a la palestra una radiografía interna del PP malagueño con la que recordaba que, en su momento, la inmensa mayoría de sus dirigentes apoyó a Soraya Sáenz de Santamaría en lugar de respaldar al a la postre presidente nacional 'pepero' Pablo Casado. En cambio, el ahora diputado provincial Juande Villena no ocultó su discrepancia con la dirección provincial sobre este particular, lo que aún le distingue como uno de los escasos 'casadistas' del reino entre los populares malagueños.

El comentario fue replicado por el propio presidente de la Diputación, Francisco Salado, quien con la irónica beligerancia que le caracteriza lanzó esta pregunta: «Señor Chicón, ¿usted es susanista, no?». Y la repuesta del político antequerano del PSOE no se hizo esperar: «Señor presidente, yo soy socialista», dijo poniéndole en bandeja una nueva reacción a Salado. «Y nosotros del PP, todos nosotros somos populares», apuntó el máximo responsable de la Diputación para poner fin a una conversación ante la que se comprobó que las direcciones provinciales del PP y el PSOE tienen alguna que otra cosa en común.

Tanto en un caso como en otro, sus dirigentes no fueron partidarios de los líderes que ostentan ahora mismo el poder en las respectivas sedes madrileñas de Génova y Ferraz: Pablo Casado y Pedro Sánchez. O sea, que el pleno de la Diputación Provincial del pasado martes fue, una vez más, el lavadero en el que sacaron los trapos sucios del contrincante los 'sorayistas' y 'susanistas' malagueños.