Malas noticias: el coronavirus sigue creciendo, parece que sin que exista transmisión comunitaria aún; y el panorama económico es peor del que esperábamos. El miércoles, fueron Unicaja Banco y su servicio de prospección económica los que nos pintaron de negro el horizonte asegurando que en 2020 el PIB malagueño será el que más haya caído (10,6% o 14,7%, según sea el escenario más favorable o desfavorable) de todas las provincias andaluzas, algo casi normal después de un parón de la actividad de casi tres meses debido al confinamiento y por la incidencia que el mal que procede de China ha tenido en la provincia. Y, claro, cómo no: también habría que señalar la dependencia que tiene la Costa del Sol del turismo. Andan ahora, por cierto, a la gresca las patronales hostelera y hotelera con los trabajadores del sector por el nuevo convenio, de forma que los primeros plantean mantener el 3% de subida salarial en 2020 y congelar los sueldos en 2021 y 2022 debido al escenario de graves pérdidas que arrastran estas empresas. Afirman haber tenido una caída en las ventas de más del 60% y muchos de ellos, directamente, han cerrado. Cierto es el panorama que describen, pero tampoco parece mentira que los trabajadores han sido siempre los grandes perdedores de cada crisis y una de las principales fallas del sector turístico en Málaga es la provisionalidad y mala calidad de determinada parte del empleo. Eso es necesario mejorarlo, si no ahora, en el futuro, porque el eslabón débil de la cadena, el currante, ha pagado ya demasiado por el bienestar de las empresas. Más de cien mil personas, recuerden, viven directamente del sector turístico y, ahora que hay algunos que llaman a cambiar el modelo, la pelea por el empleo digno es la más justas de todas las que pueden librarse. Por cierto, eso de la excesiva dependencia del turismo me hace gracia, porque quienes abogan por un cambio de modelo lo dicen así, con naturalidad, con gracia, con garbo, sin ser conscientes muy bien de lo que quieren decir y de las profundas implicaciones que tiene aquello que plantean.

El turismo y la Costa del Sol son lo mismo y, si hay que avanzar en un empleo de más calidad y más estable y por la sostenibilidad de la actividad, más que un cambio de modelo lo que necesita esta tierra es diversificarlo, no depender sólo del sol y playa y otros segmentos turísticos como el golf, la belleza, las compras, el turismo cultural o los cruceros. Es decir, además de turismo podríamos empezar a potenciar, de verdad y sin engañarnos a nosotros mismos ni vender humo, el sector tecnológico, abrir brecha en el industrial (el alcalde, recuerden, intentó hace años traerse una fábrica de coches a Málaga) y lo mismo pasa con otros subsectores económicos, de forma que, cuando vengan mal dadas, tengamos oportunidades de seguir luchando y no hacer el ajuste vía paro, que parece el mal endémico de nuestras vidas. Por tanto, cambio de modelo no; no poner todos los huevos en la misma cesta, diversificarlo, sí.

Ese modelo ha tenido excesos, claro. Eso se ve en las despedidas de soltero que de vez en cuando se pasean por nuestra ciudad, sin respetar a nada ni a nadie, o en determinadas calles anegadas de sillas y mesas, o en eso que contaba una vecina del Soho, consternada, en una magnífica iniciativa de Adelante Málaga: su casa de arriba era alquilada por horas, de forma que hacían, incluso, despedidas de soltero y botellón en la escalera. ¿Puede permitirse esto? No, claro que no. Eduardo Zorrilla, portavoz de Adelante Málaga, fue contundente: pidió una moratoria de viviendas turísticas en las zonas más saturadas de la ciudad y más inspección. Pero el Ayuntamiento, amparándose en que no tiene competencias, espera que el Gobierno central legisle una normativa marco para meterle mano al asunto. En esto, como en todo, se sataniza a todas las viviendas turísticas, pero la historia es que es necesaria una norma clara, contundente que proteja a los vecinos frente a los desmanes de los edificios de viviendas turísticas mal gestionados, mientras que la sociedad premie a quienes sí permiten la convivencia pacífica entre el negocio y el derecho al descanso y a vivir tranquilos los vecinos. Si se ha hecho una moratoria con las zonas acústicas saturadas, tal vez es hora de irse planteando saber cuántas viviendas hay en la capital, de las regladas, cuántas de las ilegales, y tener mano dura con quien no cumple.

Decía esto porque el equipo de gobierno y la oposición muestran, a las claras, que hay dos modelos de ciudad completamente enfrentados y digo yo que lo suyo sería parir un tercero mixto que tuviera lo mejor de ambos: respeto al medio urbano y ambiente y sostenibilidad, proliferación de zonas verdes y un diseño claro del urbanismo que queremos con el hecho de potenciar la industria turística respetuosa con el vecino y la llegada de emprendedores que vivan y trabajen desde Málaga. Igual no es uno u otro, sino que en el punto medio está la virtud. El problema es cuando se decide no hacer nada y se mira para otro lado.

Hablando del modelo de ciudad, hay una veta, una grieta, un pequeño resquicio que la oposición de izquierdas está enfilando sin descanso desde hace unos días. Si se ha hecho pública la empresa de limpieza de la ciudad, ¿por qué no hacer lo mismo con el servicio de parques y jardines, que además supondría, según Begoña Medina, del PSOE, un ahorro de varios millones de euros al año a la ciudad? Pues eso lo planteó la concejala socialista y Gemma del Corral, edil del ramo, le dijo que ni se le ocurriera y que de las cincuenta primeras ciudades del país, las más grandes, las más pobladas, sólo siete tenían el servicio de parques y jardines municipalizado. Eso, en sí, da un poco igual, la verdad, la historia sería ver si es más o menos eficiente y si el servicio se presta con mejor o peor tino. Parece que las incidencias y sanciones abiertas a algunas de esas empresas indican que algo se está haciendo mal y eso hay que corregirlo. O estudiarlo. Se dijo que no a Medina, que no se iba a estudiar. Igual hay que mirarlo en los próximos meses. Tampoco estaría mal comenzar a hacer, lo antes posible, concursos con cláusulas sociales y laborales en las que se garantice que los trabajadores de esas concesiones van a cobrar sueldos dignos. Me consta que se intenta, pero ya hemos tenido sobrados ejemplos de lo que pasa por tirar los contratos muy a la baja, que lo acaban pagando los empleados del servicio.

A todo esto, esta semana la Gerencia Municipal de Urbanismo le ha metido gas al entorno de la iglesia de Santo Domingo, el enorme bulevar urbano que hay entre el convento y el río Guadalmedina que necesita, sin duda, un lavado de cara. Se va a actuar en las tres plazas que vertebran la zona. Ha salido a contratación el proyecto. Lo mismo que ha salido, de una vez, a licitación pública el arreglo del Carril de Orozco y la urbanización de la barriada del Chaparral, en el Puerto de la Torre, una reivindicación histórica de los vecinos.

Esta misma semana se ha conocido que ya hay acuerdo entre el Gobierno y los ayuntamientos españoles para que los segundos puedan usar el superávit en la reconstrucción, aunque el Ejecutivo central, según las primeras informaciones, puede quedarse, a través de un complejo mecanismo fiscal, parte de ese dinero para hacer frente también a la crisis. Curiosamente, sólo el PSOE sacó esto adelante en el seno de la FEMP, con los votos en contra de PP, Cs y los nacionalistas catalanes. ¿No hubiera sido mejor rubricar un gran acuerdo de Estado? No, aquí nos va hacerlo todo así, desde nuestra trincherita particular, una ley educativa por legislatura, una respuesta no unitaria a la crisis. Así nos va. El día que los españoles seamos capaces de apreciar los matices, creo yo, este país ocupará el lugar que le corresponde.