­La historia industrial de Málaga está ligada -como en otros muchos lugares- a la historia de los transportes, y muy especialmente, al ferrocarril. Algunos de los más destacados comerciantes activos en Málaga, Jorge Loring Oyarzabal y Joaquín de la Gándara, fundaron en 1877 la Compañía de Ferrocarriles Andaluces. Tras absorber a la línea Málaga-Córdoba fue adquiriendo otras líneas hasta convertirse en la tercera compañía más importante de las que operaron en el sector durante su periodo de gestión privada. La actividad la mantuvo hasta su incautación por el Estado en 1936, pasando sus bienes y activos, finalmente, a Renfe, que se creó en 1941.

La Compañía de los Ferrocarriles Andaluces (o los Andaluces, como se la conocía popularmente), tenía su sede social en Madrid, pero algunas de sus más importantes instalaciones residieron en nuestra ciudad, donde promovió la construcción de dos importantes edificios que han llegado hasta nuestros días.

El primero de ellos es el conocido como Palacio de la Tinta, ya que albergaba a las oficinas de la compañía. Fue proyectado por el ingeniero de la compañía Julio Aublín Calas en 1908, de acuerdo con la documentación que nos hizo llegar su familia. Un error en la transcripción del apellido ha sumido en el casi anonimato al autor de tan destacado inmueble ecléctico que anticipó en Málaga la llegada del estilo modernista.

En 1913 la compañía se hallaba en expansión, pues adquirió la línea Bobadilla-Algeciras, y al año siguiente, 1914, promovió la construcción de la imponente nave de calderas contigua a la estación de Málaga. Conocemos al nombre de su autor, Juan Beltrán, gracias al investigador ferroviario Rafael Sánchez Ruiz. Aquí se reparaba material móvil para toda Andalucía.

La construcción es de grandes dimensiones: una gran nave longitudinal realizada con cantería de piedra y refuerzo de grandes vigas metálicas. La cubierta, a dos aguas, se sustentaba sobre grandes cerchas, metálicas también, garantizando la necesaria diafanidad espacial. Potentes grúas-puente se encargaban de mover las piezas por su amplio espacio interior. La fachada norte -en uno de sus lados menores- la ofrecía a la calle Mendívil, donde mostraba un acabado con duelas verticales de madera que aportaban una inconfundible imagen ferroviaria.

Es correcto utilizar el pretérito imperfecto, pues en el año 2010, para facilitar la construcción de la línea 2 del metro, esta fachada y parte de la nave, fueron demolidas.

El compromiso adquirido y hecho público pasaba por cubrir el gran hueco con una lona protectora y reconstruir la fachada al concluir las obras del metro. Para permitir esta operación de reconstrucción los sillares de piedra se desmontaron cuidadosamente y se numeraron. Sin embargo han transcurrido 10 años, el metro ya funciona y esta impresionante muestra de arquitectura industrial permanece expuesta al deterioro ocasionado por las inclemencias atmosféricas, que penetran por su gran oquedad.

Este inmueble, por su naturaleza industrial, su amplitud y diafanidad, la ubicación cercana al centro histórico y buenas comunicaciones, habría sido un emplazamiento idóneo para el Museo de la Industria, que desde nuestra asociación y desde diferentes sectores de la sociedad malagueña, se viene reclamando. ADIF, responsable de la reconstrucción y restauración, anunció en su día un uso cultural, aún sin definir.

Recientemente se ha hecho público que el uso, finalmente, será distinto: un hotel ligado al cercano centro comercial. Aunque la demanda de museo de la tecnología y la industria continúa sin ser atendida, lo cierto es que la reconversión en hotel puede ser una fórmula válida para rescatar del abandono a una edificación valiosa e interesante, que lleva olvidada desde que dejó de funcionar como Centro de Exposiciones Sur.

Los ejemplos de Polonia y Escocia

Conviene recordar que cuando la intervención rehabilitadora se acomete con sensibilidad y respeto por la edificación original, los resultados pueden ser magníficos, aportando un hotel con personalidad que emana «encanto» y magia a la experiencia del alojamiento. Así se hizo en la ciudad polaca de Lözt, cuando la fábrica textil de la familia Poznanski (inspiradora de la película La Tierra de la Gran Promesa) fue reconvertida en el gran centro comercial y de ocio Manufactura, cuyo éxito se debe, en gran medida, al partido obtenido de su singular estética. El hotel de 4 estrellas conserva las columnas de fundición y poleas que recuerdan su origen industrial.

En similares términos cabe referirse a la colonia industrial New Lanark (Escocia), célebre por haber sido el lugar de experimentación social de las avanzadas ideas de Robert Owen. Sus edificaciones fueran rescatadas de la ruina para acoger un museo, espacios expositivos y diferentes fórmulas de alojamiento, teniendo estas actuaciones, como sello común, el escrupuloso respeto a la arquitectura original. UNESCO reconoció los valores universales de este lugar inscribiéndolo en el listado de Patrimonio Mundial.

La nave de locomotoras de los Andaluces, probablemente, no llegue a tan alto valor, pero qué duda cabe que en Málaga tiene asignada la responsabilidad de materializar una parte tan importante de nuestra historia como fue su desarrollo industrial. Esperemos que las actuaciones que la administración competente inicia ahora se ejecuten con el respeto y sensibilidad que un inmueble de estas características requiere.

* Francisco Rodríguez Marín, profesor de Historia del Arte de la UMA y presidente de la Asociación en Defensa de las Chimeneas y el Patrimonio Industrial de Málaga.