Guiomar Hernández es una de las responsables de la intervención que Médicos sin Fronteras llevó a cabo en cerca de 500 residencias pertenecientes a las comunidades de Cataluña, Madrid, País Vasco, Castilla-La Mancha, Castilla y León y Andalucía justo en el peor momento de la pandemia, cuando estos centros se hallaban totalmente desbordados. Destaca que, de acuerdo con los datos aportados por el Ministerio de Sanidad, entre el 6 de abril y el 20 de junio murieron en las residencias 27.359 ancianos, lo que representa el 69% del total de las personas fallecidas por coronavirus en toda España. En su opinión, graves problemas como el modelo de gestión de los geriátricos o la falta de coordinación entre las diferentes administraciones tuvieron como resultado el abandono de las personas más vulnerables a la pandemia, así como la desprotección del personal que las cuidaba.

¿Qué se encontraron cuando llegaron a las residencias?

El panorama era desolador en la mayoría de los centros, con el personal desbordado y sin los recursos necesarios para hacer frente a una situación como esta, mientras que los mayores se encontraban aislados y con mucho miedo ante lo que estaba pasando. Como digo, la combinación de la falta de medios y también de supervisión sanitaria hizo inviable responder a la pandemia. Al ser residencias, concebidas como hogares para mayores, no disponían de recursos sanitarios y asistenciales, lo que tuvo un impacto directo en la salud de los residentes.

¿Los residentes no recibieron la atención médica adecuada?

Comprobamos que no se priorizaron las derivaciones hospitalarias para que las personas enfermas fueran trasladadas a otros centros u hospitales. Y las residencias, que son espacios para la convivencia y no para el tratamiento medicalizado, tuvieron que asumir a través de sus trabajadores responsabilidades para las que no estaban preparadas. Los geriátricos y sus empleados carecen de recursos, infraestructuras, formación y responsabilidad para la atención médica, y tampoco hubo una respuesta inmediata, adecuada y orientada a salvar vidas, y coordinada con los servicios asistenciales y de salud.

¿Fallaron también los mecanismos de prevención y control de infecciones?

La capacidad en este sentido fue muy deficiente, así como el manejo de los casos para evitar su agravamiento. Hay que pensar que en los primeros momentos, incluso, hubo problemas de falta de test y también de credibilidad respecto al resultado de los mismos, y que eso complicó la identificación de los casos.

Habla de falta de coordinación entre la administración y las empresas que gestionan las residencias...

Se priorizó la respuesta asistencial en los hospitales, lo que propició un abandono de las personas mayores en las residencias, pese a ser el sector poblacional más vulnerable y con mayor mortalidad ante esta pandemia.

¿Cuáles fueron las peores situaciones a las que se enfrentaron?

Vimos situaciones muy críticas en algunas residencias, como una que había registrado 14 muertos en ocho días y a la que sólo le quedaba el 40% del personal inicial, porque el resto estaba de baja por culpa de los contagios. De hecho, en una fase inicial había grandes carencias en equipos de protección individual, y además los trabajadores no estaban formados para utilizarlos de manera que se pudieran proteger tanto ellos como a los residentes.

Médicos sin Fronteras también se ha mostrado crítica con las medidas de aislamiento...

Se implantaron medidas muy drásticas y a veces de forma indiscriminada. Este hecho también tuvo consecuencias físicas y psicosociales graves para los mayores, que además no contaban con apoyo emocional. Claramente el aislamiento tiene un efecto negativo en estas personas de edad avanzada y numerosas patologías, lo que puede aumentar el riesgo de mortalidad colateral. En una residencia en la que estuvimos un señor gritaba que le dejasen salir, lo que era terrible y evidenciaba la situación de angustia a la que estaban sometidos.

¿Cómo murieron los usuarios de las residencias?

Durante nuestra intervención constatamos que había una grave carencia de protocolos para cuidados paliativos, final de vida, despedidas y visitas. La falta de claridad y de ejecución de medidas destinadas al tratamiento de confort, sedación y cuidados paliativos para las personas que no habían sido remitidas a hospitales propició que muchos ancianos murieran en las residencias solos y con un sufrimiento evitable.

¿Qué es lo que se debe hacer para que estas situaciones no se vuelvan a repetir?

Es necesario y urgente contar con planes de contingencia que aseguren la alerta temprana y la respuesta inmediata en el control de la infección. Además, estos planes tienen que ir acompañados de recursos financieros, humanos y materiales que sirvan para fortalecer el sistema de salud. La asistencia a las personas mayores tiene que estar asegurada, incluyendo los centros de atención primaria y las derivaciones hospitalarias.

¿Y con respecto a los problemas del aislamiento?

Hay que establecer un equilibrio entre aislamiento, cuarentena y convivencia, priorizando en todo momento la salud física y mental de los residentes. En este sentido, recomendamos una cierta flexibilidad en la ocupación de las residencias para que se pueda proceder a su zonificación, y que se permitan también las visitas de familiares y las despedidas en los momentos finales.