Otro de los actores protagonistas en esta «atípica» vuelta al colegio son los profesores. Muchas veces denostados por parte de otros miembros de la comunidad educativa y por parte de la sociedad, en esta ocasión hay un consenso generalizado de que su labor es realmente complicada, importante y requiere de mucho trabajo. Si en el pasado mes de marzo tuvieron que cambiar el ritmo y adaptarse sobre la marcha al cambio de modelo educativo que exigía una formación online, cuando muchos centros no disponían de medios y muchos de los docentes carecían de los conocimientos básicos tecnológicos pertinentes, en estos momentos el colectivo de profesores está sintiendo lo mismo que están sintiendo muchas familias. Ante el inminente comienzo de curso muchos profesores sienten emociones de miedo, incertidumbre, ansiedad, estrés, rabia, incomprensión e injusticia.

Es muy probable que también se sientan solos o directamente abandonados por las diferentes instituciones, que no han sabido ponerse de acuerdo para unificar los criterios reguladores básicos a aplicar en esta vuelta al colegio.

La mayoría no saben todavía cómo será realmente la vuelta al colegio a modo práctico. Muchos se muestran realmente escepticos respecto al asunto derespetar las medidas de seguridad con el mismo número de trabajadores, la misma ratio de alumnos y los mismos metros cuadrados de instalaciones.

Pero también muestran su desconfianza en lo que a ellos más les va: el aspecto docente y de transmisión del conocimiento de las distintas asignaturas. Hay mucha incertidumbre por saber cómo llegarán los estudiantes a las aulas tras seis meses de ausencia y donde el último trimestre del año pasado aportó, en líneas generales, muy pocos aspectos educativos por lo excepcional de la situación con toda la población confinada en sus domicilios sin poder salir: el nivel de conocimientos, las dificultades de aprendizaje y especialmente el área emocional son aspectos que les preocupan muchos a los profes, ya que han estado mucho tiempo sin ver a sus alumnos.

Con el paso de los años, la enseñanza no solamente se centra en lo curricular y en la adquisición de contenidos sino que va más allá, alcanzando el ámbito a esferas que tocan muy de frente lo social y lo emocional. El contacto social mediante el juego, el desarrollo de habilidades y la inteligencia emocional se trabajan cada vez más en las aulas. Ahora es momento de adaptar y combinar estos proyectos educativos con la Covid-19 para que sigan dando los resultados de antes de la pandemia y es ahí, en este aspecto, donde la figura del profesor, del maestro, del profesional de la enseñanza, se engrandece y se antoja clave, axial, para conseguir los objetivos propuestos.

De cara a esos miles de profesores que empezaron el curso el pasado jueves en Málaga, es lógico que después de tanto tiempo sin contacto con sus alumnos, entrar en un aula con 15, 20 o 30 alumnos pueda generarles un cóctel de emociones muy intensas que fácilmente pueden derivar en el miedo al contagio. Esto no debe paralizarles la vida, la única solución está en protegerse de una forma más sana y cuidadosa y saber que son un engranaje y que forman parte de un todo junto a sus alumnos, las familias y los centros escolares que debemos ayudarnos entre todos para sentirnos seguros.