Nos ha tocado vivir tiempos interesantes. He reflexionado, durante las vacaciones y tras mi vuelta al trabajo, sobre esa frase magníficamente diabólica y, en una rápida búsqueda en Google, hay quien la atribuye a una maldición de origen chino. Tiempos interesantes, claro, son épocas convulsas, en las que el espíritu de cada época chapotea con violencia en su particular charca para definir cómo serán las décadas siguientes. Toda transición implica cambio, movimiento y ello, en ocasiones, genera resistencia, reacción y todo acaba saltando por los aires. Sin duda, estos tiempos que nos han tocado en suerte son interesantes; apasionantes diría un esnob, aunque estas palabras encierran una realidad: son tiempos de cambio, de transición de un paradigma a otro, y, como todas las épocas similares del pasado, son periodos recios, difíciles y dolorosos. El coronavirus nos ha descolocado a todos, nos ha sacado de nuestra zona de confort, ha revolucionado la forma de trabajar y nos ha hecho más dependientes, si cabe, de la tecnología. Eso ha pasado justo al tiempo en el que han muerto casi 50.000 compatriotas (el Gobierno reconoce 30.000) debido a esa maldita enfermedad. Y parece que en esta segunda ola ya se ven venir nuevos colapsos de los circuitos de atención primaria y hospitalaria y, claro, nuevos decesos. Son tiempos complicados, en danza, y el Ayuntamiento se prepara para hacer frente a una urgencia social con pocos precedentes. Igual ocurre con la Junta, la Diputación o el Gobierno. Va a haber que ayudar a mucha gente en poco tiempo; eso ya está ocurriendo, los Servicios Sociales Comunitarios están desbordados. De ahí que el Ejecutivo central, con buen tino y después de una derrota parlamentaria sin paliativos, haya permitido a los consistorios usar el superávit. El bueno de Jacobo Florido, edil de Recursos Humanos, anda preocupado con la situación y así lo comentamos el pasado lunes en una atmósfera aséptica y apocalíptica que es la que impregna estos días los pasillos del Consistorio.

Se siguen celebrando comisiones y reuniones de forma presencial, todo el mundo lleva mascarilla y se debate sobre problemas que ya preocupaban a los ciudadanos antes del cataclismo coronavírico aunque ahora, según parece, las prioridades son o debieran ser otras. El modelo de ciudad está puesto en cuestión y trincheras que había ocupado, por ejemplo, el PSOE en años pasados saltan por los aires y los de Daniel Pérez hablan ya de crisis en ese modelo de ciudad, quieren cambiarlo y señalan, incluso, la necesidad de renegociar el dinero que se paga a los museos franquicia para destinar esas partidas a asuntos sociales, atacando, de paso, uno de los bastiones más sagrados del PP, el de los espacios expositivos y la estrategia de crecimiento turístico.

Son tiempos de cambio y de viejos debates: la facturación de las viviendas turísticas cae un 70% en la provincia y Adelante Málaga, la confluencia, pide una moratoria de un año por los evidentes problemas de convivencia que se están generando entre vecinos y clientes de esta forma de alojamiento turístico. El Ayuntamiento ya dijo en su día que no iba a regular nada porque, sencillamente, no podía. Se necesita una ley gubernamental, expuso el alcalde, Francisco de la Torre, para poder hacer algo desde la Administración local. Tal vez sí, pero el precio de no regular este asunto, que tiene muy preocupados a algunos malagueños, es demasiado alto. No se trata de prohibirlas o eliminarlas, pero sí de reducir al mínimo las fricciones, aumentar las inspecciones y reducir la bolsa de viviendas ilegales o alegales y conjugar eso con las lógicas expectativas de negocio de las agencias y propietarios que sí quieren hacer las cosas bien.

Mientras que esa ola social golpea con mayor fuerza a las puertas de la Administración local, y después de que se arbitraran varias medidas para regenerar la economía, el turismo e impulsar el voluntariado y la acción social en varias mesas, algunas de ellas muy interesantes, hay fuerzas centrípetas rodeando el Consistorio que amenazan con hacer estos tiempos aún más «entretenidos», si no fueran tan trágicos: por ejemplo, hay quien dice que se está dando una lucha soterrada por la sucesión del alcalde entre algunos ediles y el partido, hay quien señala que el papel de Juan Manuel Moreno, presidente de la Junta, al frente del Gobierno andaluz lo está vendiendo y capitalizando, al menos en Málaga, el consejero de la Presidencia, Elías Bendodo, porque este tendría aún sus ambiciones puestas en el Consistorio; mientras que, por otro lado, hay quien subraya que el regidor malagueño sigue haciéndole ojitos al notario, José María García Urbano, alcalde de Estepona, una idea que acabó rechazando el aparato del partido. Y hasta hay quien dice que De la Torre podría seguir siendo el mejor candidato del PP. Todo son conjeturas en palacio.

Y a todo esto, cuando las tensiones internas se acentúan (entre algunos, porque otros van a lo suyo, que es gestionar sus áreas), llega Pedro Moreno Brenes, exportavoz del grupo municipal de IU y uno de los políticos que más y mejores resultados logró para la federación de izquierdas en al capital, profesor de Derecho de la UMA y secretario de primera y se hace, aunque sea de forma provisional, con la secretaría general del Pleno. Es decir, es el garante jurídico de que lo que haga el equipo de gobierno esté a bien con las tripas del Derecho Administrativo. Y Moreno Brenes se curtió en Marbella, firmándole a Jesús Gil y a Roca más de un centenar de informes negativos, contrarios a su acción de gobierno. Es decir, que sabe decir no. Y lo dirá cuando haga falta, lo que no deja de poner en un brete al equipo de gobierno. No porque hagan las cosas mal (cada cual opinará lo que crea conveniente), sino porque la realpolitike a veces exige tomar atajos jurídicos que, aunque legales, no son bien vistos por los habilitados nacionales. Y, claro, luego llegan las tensiones y los enfrentamientos. Moreno Brenes viene con ganas, al menos hasta que salga otra vez la plaza a concurso a la que, por cierto, ya ha dicho que va a volver a optar. Y posiblemente gane, porque es secretario de primera categoría y pocos lo igualan en currículo y preparación. Y en hombría de bien y honestidad intelectual, añadiría el cronista, la misma que tuvo para atizarle, por ejemplo, al ministro Alberto Garzón (confieso que a veces me retengo). Suerte, don Pedro. Y paciencia, don Francisco.

En el terreno más prosaico, el de la gestión del día a día, vemos cómo el edil de Urbanismo, Raúl López, ha confirmado esta misma semana que los pilares de la pasarela peatonal sobre el río Guadalhorcedespués de hallarse grietas microscópicas en algunos de ellos; y en el tema del Astoria, de si aquello se deja como está y se dignifican los restos arqueológicos, se hace un edificio singular, que es lo que pide el Plan Especial de Reforma Interior del Centro o un edificio singularísimo, que es lo que quiere el equipo de gobierno, pues las conversaciones entre el Ayuntamiento y la Junta siguen y siguen y el Consistorio parece mirar con buenos ojos un concurso para edificar. Pero algo singularísimo (traslúcido, por ejemplo), no singular. Y esa es la pelea. Y la reflexión: ¿qué ha de ir en ese lugar, un edificio translúcido firmado por arquitectos de primer nivel; un edificio que respete el Pepri, y por tanto menos osado que el anterior; o nada, como piden algunos colectivos y Adelante Málaga? Habrá que esperar a cómo acaban las conversaciones entre la Junta y el Consistorio y a que terminen las excavaciones. La ciudad, ya ven, sigue en danza y los nuevos y viejos temas se amalgaman en esta suerte de aséptica normalidad.