Cuando una persona recibe una llamada de un rastreador, posiblemente esté ya cumpliendo una cuarentena o advierta de que comienzan 14 días de aislamiento, además de la realización de la prueba PCR para descartar el virus aunque no se presenten síntomas compatibles.

En ciertos hogares, ese confinamiento impuesto por la relación con un brote o un contagiado se presenta como imposible, en muchos casos, por temor a perder el trabajo.

«Hay que conocer las circunstancias de la gente para que te diga que no quiere hacer cuarentena, porque te llevas muchas sorpresas», alerta Patricia Fuentes, del distrito sanitario Málaga-Guadalhorce. «Por norma general no es que no lo haga porque no quiere, en muchos casos es porque no pueden... te dicen que si no van a trabajar les despiden».

Entonces el rastreador le informa de la expedición de su baja laboral y la justificación de su ausencia en el trabajo. «En la mayoría de los casos solventamos los problemas que pueda haber, es otra de nuestras funciones».

Otra situación habitual es la de la persona que vive sola y no tiene familiares ni amigos que puedan acudir, por ejemplo, a hacerle la compra, mientras pasan las semanas de confinamiento.

Una de las soluciones es contactar con los servicios sociales comunitarios y el voluntariado para que den apoyo en ese domicilio, una labor de la que también se encarga el rastreador para garantizar la cuarentena y facilitar ese aislamiento a la ciudadanía más impedida.

«Antes de juzgar, vamos a preguntar el por qué. Esa también es una de las funciones que nosotros tenemos, intentar ver las circunstancias», añade Patricia Fuentes, técnico de Educación para la Salud Pública y Comunitaria.

«Es verdad que hay excepciones, pero la gente está cumpliendo la cuarentena y lo están haciendo bien», recalca.