Hace varios meses me sorprendió el anuncio de la Junta de Andalucía, que entonces presidía doña Susana Díaz, invitando a comer chirlas; chirla de Andalucía. Decía el anuncio: «Chirla de Andalucía, como la nuestra ninguna».

No tengo nada contra las chirlas; es más, soy adicto a este molusco imprescindible en muchos guisos de la gastronomía malagueña, aunque en Málaga no solemos denominarlas chirlas, sino almejas, porque la diferencia entre las chirlas y las almejas está solo en el tamaño.

Para diferenciar unas y otras -ambas son molusco lamelibranquio bivalvo- a la grande se la conoce por almeja del Cantábrico, y a la pequeña, chirla.

Lo malo de la chirla andaluza, que es la que se vende en los mercados, es que de ser pequeña ha pasado a ser pequeñísima, muy lejos de las de hace medio siglo que era uno de los platos más preciados de la cocina malagueña. Era un plato muy extendido en Málaga.

La preparación era, y es, facilísima. Una vez limpias para eliminar la arena se fríen en aceite con un poco de perejil y ajo. Y a chuparlas y mojar el pan en la salsa.

En muchos restaurantes de Málaga se incluían en el menú. En un bar que estaba por Miraflores de la Ángeles -Los Peroles- se preparaban y servían en espectaculares fuentes. Hoy, repito, las chirlas de los mercados no tienen el tamaño de las de antes. Supongo que serán de criadero porque todas son iguales de tamaño. Habría que dejarlas crecer un poco más para volver a ser un exquisito plato.

Con las actuales chirlas pasa lo mismo que con las coquinas, que al ser de criadero han empequeñecido de tamaño y aumentado de precio. En las playas de Marbella, cuando todavía no habían llegado los famosos y los jeques, el autor de estas líneas con su mujer e hijos, las cogíamos con las manos sin más ayuda ni arte de pesca.

De la mar al consumidor

El anuncio de las chirlas me ha traído a la memoria la iniciativa de un malagueño de la mar que durante varios meses hizo posible el consumo del este molusco en cantidades industriales. El promotor fue Pepe Ruiz, al que se le apodó Pepe 'el de las Almejas'.

Nacido en El Bulto -él me enseñó su lugar de nacimiento, una casita de pescadores-, por herencia se crió en el mundo de la pesca. Su padre era un pescador que trabajaba en la zona.

Pepe Ruiz, con escasa formación pero con una inteligencia natural que se da en muchas personas nacidas en estamentos muy bajos, tuvo una idea que puso en práctica y desarrolló con valentía.

Se trataba de adquirir en Huelva grandes cantidades de chirlas, traer la carga a Málaga y en bolsas de dos kilos venderlas a la puerta del Mercado de Atarazanas.

El eslogan escogido fue 'De la Mar al Consumidor'. Situaba la camioneta cargada de bolsas de chirlas en la puerta del mercado próxima a Sebastián Souviron. La bolsa de dos kilos se vendía a diez pesetas. Cientos de bolsas cada mañana.

Aquello duró hasta que empezó a escasear el producto. Pepe se quedó con el mote de Pepe 'el de las Almejas' y continuó en lo suyo: En el saladero del Pescadería trajinaba con otras especies, preferentemente mejillones que adquiría en Galicia.

El despacho del director

Pepe se hizo muy famoso en Málaga. El que entonces desempeñaba la Jefatura del Puerto de Málaga, que después fue teniente de alcalde de Málaga y finalmente director general de Urbanismo en Madrid, facilitó el trabajo de Pepe Ruiz en el puerto malagueño porque la iniciativa de poner las almejas a un precio tirado que beneficiaba a las amas de casa la apoyó dentro de las atribuciones como ingeniero director del Puerto.

Con respeto a esta buena relación de ambos, salvando las distancias, Pepe hizo un viaje a Madrid, seguramente después de un viaje a Galicia para la compra de mejillones.

Al encontrarse en Madrid (me lo contó el propio Pepe) se acordó de don Javier Peña. Sin pensarlo dos veces se presentó en la sede de la Dirección General de Urbanismo con intención de saludarlo.

Al llegar a la secretaría del director general, al ujier o bedel le expuso su deseo de ver a don Javier Peña. Como experto funcionario le adelantó que al no tener cita, difícilmente lo recibiría. Pepe no se cortó. «Dígale a don Javier que está aquí Pepe 'el de las Almejas'.

Un poco sorprendido ante la petición y como tenía que comunicar al director general el nombre del visitante, el bedel u ordenanza pasó el recado al jefe.

La sorpresa fue cuando Javier Peña salió del despacho y sin el menor protocolo le dio a Pepe un abrazo en medio de los funcionarios que se encontraban en la secretaría.

Las peras de Extremadura

La noticia de la venta de chirlas ante un mercado de Málaga se publicó en varios periódicos españoles de tirada nacional. Concretamente escribí y me publicaron una crónica en 'La Vanguardia' de Barcelona.

Semanas después, un camión cargado de peras llegó a Málaga y aparcó junto al Mercado de Atarazanas, en la puerta principal. Y empezó a vender peras en bolsas similares a las utilizadas para las chirlas. Me acerqué al lugar y me puse en contacto con el responsable de la Operación Pera.

Me contó que, al enterarse por la prensa de la venta de chirlas por el procedimiento utilizado, ante el exceso de peras en Extremadura copió el sistema y corrió el mismo riesgo. Me dijo que era perito agrícola y que prestaba servicio en una cooperativa agrícola de Badajoz si no recuerdo mal. Creo recordar que todo el excedente que no tenía salida porque el mercado estaba saturado lo vendió en dos o tres días en Málaga.