El Cerro de Buenavista, el Peñón de los Frailes, el Monte San Antón... Los tres nombres hacen referencia al mismo accidente geográfico, una protuberancia portentosa cuyo nombre ha ido evolucionando a lo largo de los siglos.

Es más, su rotundidad en el paisaje de nuestra ciudad le ha hecho merecedor de un nombre popular: las Tetas de Málaga.

Este macizo de calizas del Jurásico, es decir, contemporáneo de los dinosaurios, ha estado en el horizonte de Málaga, como es lógico, mucho antes de la llegada de los primeros sapiens a Europa. Todas las civilizaciones lo han hollado, incluido nuestro alcalde, que tuvo que realizar una excursión de urgencia hace algunos años por uno de los cíclicos incendios que lo asolan.

Pero antes incluso de que Paco de la Torre ejerciera un cargo público aparecieron en el San Antón vasos para ofrendas de entre 5 y 6.000 años y en las inmediaciones, una necrópolis de tiempos visigodos, sin olvidar construcciones mozárabes.

A tan importante caudal de hallazgos arqueológicos hay que sumar ahora otro que bien podría suponer notables evidencias sobre la presencia del pueblo de los vándalos en Málaga capital.

Hay que recordar que este pueblo bárbaro ocupó la Bética a comienzos del siglo V y puede decirse que estuvo en el sur de España 'un suspiro' -menos de veinte años- pues fueron barridos por los visigodos y tuvieron que mudarse de forma forzosa al Norte de África.

Por todo ello, atención al hallazgo, localizado de forma fortuita por el autor de estas líneas hace cosa de una semana, cuando en compañía de su sobrino Guille de 13 años subió al San Antón.

Allí, en todo lo alto, aparte de la cruz que recuerda el origen religioso del nombre del cerro, descansaban tres objetos que cualquier malagueño de a pie identificaría como de origen, si no vándalo, como mínimo vandálico.

Se trataba de las dos litronas de cerveza que tienen ustedes en la foto, y de la mascarilla tiesa, desteñida y reseca que acompañaba a esta misteriosa 'ofrenda etílica'.

Imagínense la escena: dos vándalos como dos castillos transportan tan valiosa ofrenda, fermentada en una popular fábrica de Sevilla. Nuestros alelados guerreros llegan a la cima, al primer pico, y para celebrar la gesta se echan al coleto sendos litros en honor de los dioses vándalos o puede que de la madre que los trajo.

A continuación, como son unos vándalos de pro, se despreocupan de las botellas y de una de las mascarillas y se marchan con viento fresco, con lo que convierten el San Antón en pura 'basuraleza'.

Como consuelo, las dos litronas fueron 'examinadas 'y retiradas del monte por un servidor que, consciente del hallazgo histórico, las depositó donde merecían: en un contenedor verde.