La proliferación de tertulias del corazón en las que sus participantes se comportan como 'hooligans', sumada a esas persecuciones callejeras de famosos, que terminan cuando Paquirrín les da con la puerta en las narices, ha extendido la imagen del periodista como ave carroñera.

Con esa caricatura de la profesión tenemos que lidiar, como lidian con la suya los políticos, los dentistas o José Luis Moreno.

Si hiciéramos caso al tópico, esta sección veinteañera iría en perpetua búsqueda del fallo o la estridencia en la gestión pública y haría caso omiso de los logros, por eso tan absurdo de que algo positivo no merece tanto ser noticia.

Sin ánimo de evidenciar a quienes creen que todo el monte es orégano, hoy damos una vuelta por el Parque de la Laguna de la Barrera, para resaltar que su larga etapa de decadencia quedó atrás y hoy es una de las zonas verdes más atractivas y cuidadas de Málaga.

El único peligro que tiene el parque es la inestabilidad natural del terreno, pues no olvidemos que la laguna es producto de la extracción de arcilla, lo que se aprecia en su espectacular frente terrizo, un farallón que recuerda a las minas de oro romanas de Las Médulas, en León.

Por suerte, encima de tan imponentes 'acantilados laguneros' el Ayuntamiento ha plantado ficus de buen porte, suponemos que para enraizar y con ello sujetar la tierra.

El mayor cambio que ha dado la laguna se ha debido a la insistencia de los vecinos, que no pararon hasta que el Consistorio autorizó el canalito de agua que conecta con el arroyo Lillo y que también le permite recibir de higos a brevas agua sobrante de la depuradora del Atabal.

El doble aporte ha acabado, en esta reseca temporada, con la sensación de estar ante una laguna boqueante en la que en la orilla asomaban los escombros y mil y un objetos tirados por los malagueños que hoy estarán, confiemos, transformados en discretos pecios.

Por otra parte, el jardín de setos con el que se encuentra el paseante a lo largo de este recorrido circular está tomando los aires de un laberinto vegetal inglés, y hay que aplaudir el precioso homenaje a la fallecida arquitecta municipal María Eugenia Candau, que además de unir su nombre al Parque de la Laguna de la Barrera, en él encontramos la escultura de Chema Lumbreras de una niña feliz, libro en mano, que tiene a los pies un poema de la propia María Eugenia, que es un canto de amor a la Naturaleza y a la Humanidad.

El paseo concluye en el mirador más próximo a la laguna, donde en la barandilla aguarda una inquietante hilera de palomas, ignorantes de que el casting para la película 'Los pájaros' de Hitchcock terminó hace décadas.

La Laguna de la Barrera está estupenda, que conste, aunque eso cierre las puertas al firmante al 'Sábado Deluxe'.