España tenemos una costumbre que no sé a qué año o siglo se remonta: invitar a café. Invitar a café o a una copa cuando se produce un encuentro de dos amigos en la calle o coinciden en un bar o cafetería. A la hora de abonar la consumición uno se adelanta al otro o ambos inician el movimiento al mismo tiempo de llevar la mano derecha a la cartera para pagar.

A veces se produce una lucha incruenta para liquidar el gasto. Cuando el encuentro o coincidencia es de dos personas de distinto sexo, no ha lugar disputa en quién va a pagar: el hombre.

Ahora, con la ley de libertad sexual, igualdad de todos somos iguales, reivindicación del feminismo en todos los estamentos… la actitud del hombre puede interpretarse como machismo, quizá el varón se contenga por temor a la reacción de la mujer que puede encararse e incluso le amenace con denunciarle en el juzgado de guardia por prepotente. Lo de caballero andante puede costarle caro.

La invitación muchas veces se hace extensiva a otras acciones de la vida cotidiana, por ejemplo, en la coincidencia al subir al autobús (el caballero se adelanta a la fémina y le paga el billete del viaje). En casos excepcionales alguien se ha encontrado con la sorpresa de cuando le pide al camarero la factura de la comida o cena que solo o acompañado de su mujer le avisa que otro señor se ha adelantado en el pago.

Estas inesperadas invitaciones tienen su origen en algún favor o atención del pagador hacia la persona invitada.

Uno de los casos más originales que conozco fue protagonizado por un señor natural de Granada que por razones profesionales se trasladó a Málaga en la que residió hasta su muerte, por cierto, al cumplir cien o ciento un años. Por su profesión, por su actividad diaria, era reacio a permitir que alguien le pagara el café que tomaba a media mañana, casi siempre en el mismo establecimiento y la copa o café que tomaba por las tardes en un club del que era socio y asiduo asistente.

Me contó un día que la única vez que no pudo rechazar su costumbre fue en la peluquería de Diego García, sita en la calle Martínez. Después de que el maestro terminara su trabajo, al preguntarle lo que le debía por el servicio, la respuesta fue tan insólita como inesperada: «No me debe nada. El señor al que serví antes que a usted me lo pagó».

Galantería

Más que invitación se trata de galantería, que según la RAE es «acción o expresión obsequiosa, cortesana o de urbanidad».

Es lo que por educación hace el hombre ante la mujer al cederle el paso al entrar en un ascensor, lugar público, cuando sube a un autobús, le cede el asiento en el caso que no haya ninguno libre… y otras similares.

Yo siempre me he levantado del asiento del autobús si he descubierto a una mujer -joven o mayor- que va de pie. Ahora ¡cosas de la edad! muchas mujeres al verme de pie me invitan a ocupar su asiento… aunque observo que gente joven del sexo masculino no se levanta del asiento al ver que hay mujeres de pie agarradas a las barras instaladas el efecto. Se hacen, como se dice en Málaga, el longui, hacerse el distraído.

Hay gente que piensa que no hay que tener especial consideración hacia la mujer porque la mujer ha invadido el mundo masculino hasta el punto de quitarles puestos de trabajo. Si en el Gobierno de la nación, en el Parlamento, en los ayuntamientos, en los partidos políticos… se impone la paridad (un hombre, una mujer, un hombre, una mujer...), pues no hay que tener especial atención o galantería con el sexo femenino.

Como no he leído, ni pienso hacerlo, las normas de convivencia que se recomiendan o exigen para la ciudadanía y la convivencia -como la famosa Alianza de las Civilizaciones- no sé si estoy en peligro de ser sancionado por mi intransigencia, pero seguiré levantándome si estoy sentado cuando una mujer se acerque a saludarme, dejándole el asiento o por lo menos intentarlo, pagándole el café o la cerveza si es conocida y coincidimos en una cafetería…Quizá acabe en Alhaurín de la Torre o Archidona… sin permiso de salida para escribir más capítulos de las Memorias de Málaga.

No uso sombrero, pero si lo usara y me cruzara en la calle con una amiga, al menos haría el movimiento del brazo para descubrirme.

Otras invitaciones

Hay otro tipo de invitaciones en las que el sexo no tiene nada que ver porque son, como reza en algunas peluquerías, unisex; me refiero a las invitaciones a bodas, bautizos, inauguraciones, presentaciones, mítines, concentraciones, asambleas… e incluso a funerales.

Las invitaciones a bodas llevan aparejado compartir la felicidad de la pareja con un obsequio. Acudir a la ceremonia y celebración posterior en un hotel, restaurante o espacio dedicado a estos acontecimientos, es una costumbre de origen muy lejano. Te invito, sí…. pero de forma indirecta te reclamo un detalle u obsequio.

Esto se extiende a otras celebraciones familiares, como bautizos, primeras comuniones, confirmaciones, aniversarios…, todas con el denominador común del obsequio pertinente.

Las invitaciones a la inauguración de una exposición de pintura llevan el subliminal mensaje de una posible compra por parte del invitado; en el caso de la presentación de un libro, ya sea novela, poemario, historia, biografía… lleva implícita la compra de un ejemplar con dedicatoria y firma del autor.

Otra cosa bien distinta es la invitación a un mitin en época de elecciones. El líder o cabeza de lista no invita nada más para que se haga bulto y aplauda siete u ocho veces durante la alocución.

En algunos casos, para asegurarse una concurrencia numerosa o multitudinaria, la invitación se extiende al transporte hasta el escenario del mitin y a un bocadillo de jamón para mitigar el aburrimiento de las dos horas de duración del evento.

El mitinero, en señal de agradecimiento, al subir al estrado aplaude a la concurrencia. Eso de aplaudir a los asistentes es una moda muy extendida.

Hay más invitaciones, como las que animan a la población a tomar parte en una manifestación en la que se reivindica la mejora de las pensiones, el orgullo gay, el aumento de los salarios, festejar el ascenso a Primera División del equipo de fútbol de la localidad, para condenar la llamada violencia de género… y mil y una cosa más porque siempre hay algún motivo para jalear, condenar, protestar, exigir, celebrar, festejar…

La agenda de las invitaciones tiene una variante: la que se impone cuando un individuo es invitado a abandonar el lugar que ocupa indebidamente.

Total, que hay campo para invitar a alguien o algo. Yo, por mi parte, solo invito a que me lean los domingos en La Opinión de Málaga. Gracias.