A Celia Villalobos, que siempre ha caminado arrastrando el sambenito de 'verso libre', le ha dado ahora por la prosa. Sin ir más lejos, ayer por la tarde se puso a hablar de su libro en una céntrica librería de la capital malagueña. La obra en cuestión se titula 'La política apasionada' (Editorial Península) y en sus páginas late el corazón que le puso a más de 30 años de vida pública. A tres décadas en las que lo mismo tuvo despacho de alcaldesa que de ministra. Además, gozó hasta su epílogo de un notable protagonismo representando al Partido Popular en el madrileño Congreso de los Diputados. Lo que ha venido después de esta 'jubilación' no se ha asemejado, precisamente, a un retiro monacal. El escaparate culinario que la 'caja tonta' le pone en bandeja a Masterchef Celebrity la ha mantenido en el candelero. Su existencia, como le ocurría cuando se dedicaba a la política, sigue sin pasar desapercibida.

P ¿La aparición de este libro es un síntoma más y confirma que se ha retirado de verdad de la política, que lo suyo no ha sido un 'hasta luego' temporal?

R Me fui de la política radicalmente. El libro me lo ofrecieron cuando estábamos saliendo del Covid. Me apetecía hacer otras cosas y acepté. Primero, estuve con un colaborador grabando todos mis recuerdos. Y después ya me puse yo a escribir. Me echó una mano mi hija Amaya, a la que le agradezco un montón el esfuerzo que ha hecho para aguantar a su madre en los momentos en los que yo quería tirar la toalla.

P Sin necesidad de hacer, como dicen ahora los modernos, demasiado 'spoiler', ¿cuántas cosas se cuentan sobre usted en las páginas de 'La política apasionada' que aún no se supieran?

R Cuento cosas que la gente ha olvidado. Cuento cosas sobre las que la gente no sabía los motivos. Y le dedico mucho a Málaga. El editor me dijo que por qué lo hacía, que era demasiado, y yo le dije que era la época más feliz de mi vida desde el punto de vista político. Él me dijo que Málaga no interesa, y yo le respondí que 'le interesa a los malagueños y debería interesaros al conjunto de los españoles'. Me molesta mucho que en este país parezca que España es Madrid y los demás no existimos. Cuento cosas de mi época de alcaldesa como la operación de la Catedral, el túnel de la Alcazaba o el magnífico equipo que tenía. Muchas cosas sobre Málaga y con toda la pasión. Claro.

P ¿Qué momento de su etapa como alcaldesa de Málaga regresa a su mente de vez en cuando?

R De Málaga lo recuerdo todo. Málaga es una de las cosas que no quiero olvidar. Fundamentalmente, tengo el recuerdo de la gente y de mi tierra. De cuando vengo y veo lo cuidada que está y cómo ha crecido el proyecto que hicimos entre muchos. Entre Paco, que para eso era mi primer teniente alcalde y mi hombre de confianza; Antonio Garrido, al que recuerdo con auténtico amor; Elías Bendodo y mucha gente más; o Juanma Moreno, ese pedazo de presidente de Andalucía al que le deseo una larga trayectoria porque hace mucha falta.

P ¿Qué hubiese sentido si el cuarto de siglo de alcaldía del PP que inició usted hubiese terminado con una moción de censura?

R Si se hace una moción de censura en Málaga, habría que explicarla muy bien y no tendría explicación. Sería como la que se le hizo a Mariano Rajoy en el Gobierno. No tiene ningún sentido. Lo que está haciendo Paco es ejemplar.

P ¿Hubiera aceptado en su momento, si le hubiese hecho falta, un apoyo como el que ahora le presta al PP Juan Cassá?

R Cuando fui alcaldesa, tuve la suerte enorme -en el primer gobierno en minoría- de tener a Eduardo Martín Toval. Gran político y gran persona a la que sigo recordando con auténtico cariño. Esa fue mi época y en eso me quedo.

P Si divisa sus más de tres décadas en la política, ¿cuáles son las principales diferencias que encuentra entre la época en la que empezó y estos últimos tiempos en los que puso el punto y final?

R Me fui por la política que se hace hoy. Esa política líquida, toda esa izquierda radical que representan Don Pablo, señora y compañeros mártires con el pensamiento único. Parece que son de plástico y no se les puede tocar porque se caen. Tienen la verdad absoluta y no aceptan pensamientos diferentes al suyo. No creen en el Papa pero creen en el nuevo papa, que es Pablo Iglesias.

P ¿Le hubiese gustado seguir activa en el Congreso de los Diputados para aportar su experiencia a la gestión de una pandemia tan desconocida como la que ha traído el coronavirus?

R Con esta situación actual, para nada. Le tengo auténtica compasión al ministro de Sanidad, que debería entender que debe desaparecer del mapa y dejar trabajar a los científicos, pero a los de verdad. Con nombre y dos apellidos. Que sean ellos los que tomen las decisiones y que luego hagan los políticos lo que tengan que hacer. Están creando desconfianza en los ciudadanos. Deberían luchar para que Europa tenga un modelo único. No tiene sentido que los niños francesas lleven la mascarilla a partir de los 14 años y aquí desde los seis.

P ¿Se siente identificada con la labor que ha hecho su partido en los últimos meses en el Gobierno de la Junta de Andalucía?

R No lo sigo al día porque estoy en otras cosas pero creo que Juanma está dando señales muy claras de los políticos que necesita este país para el siglo XXI: razonables, consensuadores y que saben distinguir lo importante de lo accesorio. Tiene un buen equipo. A Elías -confieso que es amigo- y al consejero de Hacienda, que son de 'chapeau'.

P Aunque juguemos con la última palabra del título y recordemos su relación con el Partido Comunista, ¿no es lo mismo 'apasionada' que 'Pasionaria', verdad?

R La Pasionaria también era muy apasionada pero, efectivamente, yo no soy La Pasionaria.

P Si cuando era ministra de Sanidad, y dijo aquello del caldo con el hueso de cerdo, un futurólogo vaticina que aparecería cocinando en un concurso televisivo, ¿qué hubiera pensado?

R No creo en los futurólogos. Ni en los magos. Ni en nada de eso. He entrado en un programa porque me divierte muchísimo y llevo cocinando toda mi vida. Me lo he pasado divinamente. Es un programa exigente y muy honrado que te hace trabajar.