Donde hoy se levanta el grandioso monumento a Manuel Agustín Heredia, en el corazón del Muelle de Heredia, a finales del siglo XVIII hay indicios de que comenzara a construirse una batería defensiva de la que no hay constancia documental completa hasta el año 1808, el del inicio de la invasión napoleónica.

Se trató de la batería de San Rafael, una más del complejo defensivo que Málaga fue construyendo desde el siglo XVII para proteger su litoral, como el famoso fuerte de San Lorenzo, al final de la Alameda; el fuerte de San Andrés, junto al convento carmelita del Perchel y las baterías de San José (junto al Torreón del Obispo, delante de Atarazanas); San Felipe (paseo de la Farola) y San Nicolás (muelle de Levante).

Las seis baterías las ha rescatado del olvido el investigador malagueño Antonio Lara Villodres, que con paciencia infinita y muchas horas examinando planos y documentos, las ha ido reproduciendo en maquetas.

Para hacer realidad la última de ellas, la batería de San Rafael,que acaba de finalizar, el experto cuenta que se ha basado, principalmente, en lo dibujado en los planos de Málaga realizados por Joaquín María Pery en 1816 y Rafael Mitjana en 1838.

Emplazada a la izquierda del Guadalmedina, la batería se fue alejando cada vez más del mar con el avance de un dique hasta perder su utilidad defensiva. Como curiosidad, en los planos aparece, justo por encima, la doble hilera de álamos que dieron nombre a la Alameda de Colón, y de la que el investigador ha querido dejar constancia en la maqueta.

Según explica Antonio Lara, se trataba de una modesta plataforma defensiva con capacidad para siete cañones, aunque las dificultades económicas impidieron que no tuviera más que cuatro (tres de calibre 12 y uno de 24 libros), así como un mortero móvil.

Además, la plataforma estaba acompañada de una caseta para el cuerpo de guardia y otras construcciones más pequeñas para albergar la munición y otro tipo de material militar.

Como detalla, la construcción era de mala calidad, a base de fajina: haces de caña entremezclados con argamasa y cascotes. «El material era paupérrimo, hubo arreglos porque el mar haría descalabros», explica.

Con el avance del siglo XIX, la batería se quedó reducida a la explanada donde se encontraba. El Puerto de Málaga trató de negociar en 1878 con el Ministerio de la Guerra la cesión de todas estas baterías costeras inservibles, pero no lo consiguió «hasta el año 27». Por entonces, sólo quedaban en pie los muros de la batería de San Felipe, en el Paseo de la Farola, a la altura de la capilla del puerto, en cuyo solar se construyó, en 1934, la Comandancia de Marina.

La maqueta del fuerte de San Andrés la ha cedido el autor al Centro de Interpretación Histórica José María de Torrijos. Antonio Lara reconoce que el puerto de Málaga «está falto de un pequeño museo» para mostrar su rica historia. Quizás ese podría ser el destino de sus precisas maquetas, la última de ellas, la de la batería de San Rafael.