La política se ha convertido en baile de máscaras en el que pocos conocen quién es su pareja. Es como un juego de espejos oscuros que, en estos días de pandemia y dolor, se ha convertido en un brutal proceso de selección natural en el que sólo los más dotados en el ecosistema político podrán sobrevivir y seguir, por tanto, viviendo de la cosa pública. Ya saben de las peleas entre Ayuso y el Gobierno central por confinar o restringir los movimientos en Madrid e intuyen, claro, el hedor que desprende la polémica, ya sea la trinchera de la que hablemos, unos por no saber la opinión pública con qué comité de expertos fake se asesora el Ejecutivo para tomar esas decisiones y la otra porque ha hecho del no a todo una suerte de defensa liberal a la que nadie, salvo los de Aguirre y los suyos, la han convocado. En este lodazal, por lo visto y a decir de expertos en política que más saben que el cronista que les escribe y que trata de interpretar, a su manera, lo que ocurre en la pista pública, sobresale, por ejemplo, el alcalde de Madrid, un tipo que fue ridiculizado en redes sociales por estupideces de las que luego, seguro, se quejan los mismos que disparaban con bala. En fin, que ese es el nivel.

El caso es que ese baile de máscaras más propio del carnaval veneciano se ha instalado, también, en la ciudad, y, aunque no lo parezca, la carrera por suceder al alcalde, Francisco de la Torre que ocupa este ingeniero agrónomo y sociólogo que, pese su edad, sigue marcando la agenda malagueña y ha propiciado, a lo largo de las últimas décadas, a decir de algunos la gran transformación de una ciudad que, con todos los desajustes que se quieran y azotada ahora por una pandemia mundial inmisericorde, volverá a resurgir una vez los ecos de esta desgracia queden lejanos. Claro, esa es la visión de una parte de la ciudad, no de toda. Si preguntas en la acera de enfrente, por ejemplo a Daniel Pérez (PSOE), hay que cambiar ya de modelo de ciudad.

El caso es que ya avanzábamos aquí hace dos semanas que desde el Consistorio el entorno del alcalde miraba con muy buenos ojos al alcalde de Estepona Ya lo intentó colocar el alcalde como número dos de los populares en las últimas municipales, las de 2019, pero tuvo que replegar las velas porque al partido no le gustó el movimiento o, mejor dicho, no les gustó a algunos en el PP, porque las almas que conviven en una formación política, como ya saben, son múltiples y cada una tiene una sensibilidad especial, como esa voz entre tantas que escuchaba Cernuda en las playas de Málaga en los años veinte, cuando todo eran promesas y mañana y no habían caído sobre el país esas terribles desgracias que fueron la Guerra Civil y la dictadura de Franco, episodios, por cierto, que ahora algunos se han empeñado en revivir de forma diaria, tal vez porque así salen gratis las patochadas políticas de sus correligionarios en según qué instituciones.

Al alcalde le mola García Urbano. Y también a su entorno. Y el notario de Estepona quiere venirse a Málaga si el partido se lo pide, que es lo que se dice cuando uno anhela mucho una cosa pero queda feo retratar la ambición propia, cuando la ambición, de por sí, no es mala, y menos en política. El caso es que García Urbano ha hecho los deberes en Estepona, tiene el trabajo y la vida resueltas y está en política, dicen, porque quiere devolver a la sociedad algo de lo que recibió de ella, que es otro tópico justificativo más de la natural ambición que nos impele a todos a seguir mejorando y, sobre todo, viviendo. Pero hay determinadas camarillas, algunos cenáculos, algunos políticos, algunos correligionarios que no quieren oír hablar de que la cabeza electoral será García Urbano en 2023, y dicen que, además de ser buen gestor, como opina De la Torre, hay que ser o conocer Málaga muy bien. Y hay otros mentideros en los que se dice que el nombre del notario eficiente se filtra porque precisamente en el PP provincial hay quien quiere quemarlo, y en eso no van desencaminadas las fuentes consultadas, porque recuerden que ya, hace años, cada vez que a alguien se le ponía la etiqueta de delfín de De la Torre, se cortaba la carrera política del interesado, o interesada. Ahora suena la portavoz del equipo de gobierno, Susana Carillo; sonó en su momento (y faltan tres años) Noelia Losada, portavoz de Cs que se ha comido el marrón de Cassá y otros y que, por qué no reconocerlo, es una señora de la política que encaja bien y gestiona con solvencia. Y suenan otros y quieren otras dentro del equipo de gobierno, pero todo acaba muriendo en el umbral del terror reverencial que muchos tienen a la concepción política del alcalde, que no perdona cuando ve su postura o su posición amenazadas.

Y, claro, el primero que suena es el propio De la Torre, que, por mucho que digan, sigue en plena forma y marcando la agenda malagueña y estando en todos sitios y es uno de los pocos alcaldes que se ha currado los foros de reconstrucción para tratar de reactivar Málaga. Es posible que diga sí en 2023 y siga y siga. Pero si no, está García Urbano al que, según algunas fuentes, se le ha querido quemar, lo que es «una barbaridad» tres años antes de los comicios.

Pero el García Urbano de ahora es más García Urbano que el de antes: tiene el visto bueno de Génova, es decir, de Pablo Casado y de Teodoro García Egea; y disfruta de línea directa con ellos, porque es vicepresidente de la Federación Española de Municipios y Provincias (EMP) y ha liderado de forma «muy brillante» la oposición al Gobierno central en los planes que los de Pedro Sánchez tenían de financiar su acción política con el dinero de los ayuntamientos. En esta tarea le ayudó mucho el diputado Antonio González Terol, de forma que uno avanzaba con los alcaldes del PP detrás y el otro hacía piña con los parlamentarios. Y eso le ha gustado mucho más a Casado, porque la regla de gasto ya no es un problema. «Tiene el ok de Casado», dicen. Y si la lista se hiciera ahora y el alcalde decidiera irse, García Urbano sería candidato, aunque se haya intentado quemar su nombre y sus posibilidades, como ya pasó con tantos. «Tiene el aval directo de Génova» (si el alcalde dice que pasa, claro). Y ahora, afirman, los mismos que han puesto en la palestra mediática al notario y alcalde esteponero van a por el vicesecretario de Comunicación del PP nacional y periodista Pablo Montesinos. El cronista ha de preguntar hasta en dos ocasiones el nombre, no porque dude de los merecimientos del mencionado, sino porque es la primera vez que suena, al menos en esta crónica. Pues eso, que alguien por el PP provincial, en el que coexisten muchas y diversas familias y sensibilidades, va a sacar su nombre en los próximos días como futuro alcaldable, repite la fuente, para quemarlo. Y ese nombre no es descartable porque es muy afín a Madrid. «El que suena nunca sale, eso dicen». Lo que sí indican las fuentes es que García Urbano va a hacer lo que le digan, pero García Urbano es hoy más de Casado, o tiene el aprecio de Casado, más que antes, no es el mismo aunque lo veamos igual, y ya saben qué pasa cuando el césar te elige entre sus favoritos.

Y luego hay una tercera derivada: que el alcalde decida no acabar mandato y se quede uno de los tapados, uno de esos que no habían sonado hasta ahora, y ese o esa, con el bastón de mando, se vea de alcalde muy bien y no sea leal a las familias del partido que disparan con armas mediáticas a los futuros alcaldables para que dejen de serlo, tal vez porque alguien quiera que le calienten la silla mientras tanto. El baile continúa y sólo sobrevivirá quien se quite el último la careta.