Existe un arcano prejuicio contra los neandertales, que las evidencias de los paleoantropólogos están desmintiendo de manera aplastante. Ni por asomo eran tan brutos como nos lo pintaron y en cualquier caso, jamás de los jamases se les habría ocurrido desgraciar una hermosa fuente que además de proporcionar agua a su tribu, les habría aportado belleza.

Paradojas de la vida, es lo que hace unos días perpetraron uno o varios Homo sapiens que, como contamos en esta crónica, arrancaron uno de los grifos de cobre de la fuente del Tempus Fugit, en la plaza delantera del Cementerio de San Miguel, realizada en 1849 y recientemente restaurada.

Pero aunque el sino de una parte del mobiliario público de Málaga sea terminar destrozado por la escasa sapiencia de uno o varios sapiens con carné de identidad, no debemos caer en el desasosiego. Por eso, hoy hablaremos de la curiosa reconversión de un conocido mobiliario urbano malagueño sin que haya sido necesario emplear la fuerza bruta.

Como saben, el deporte es un simbólico sustituto de las guerras, y aunque ya no se organizan triunfos como los de los generales romanos, la victoria del equipo local o nacional puede dar lugar a celebraciones que ríase usted de los carnavales de Río de Janeiro.

Y como ocurre en todos los órdenes de la vida, con el tiempo se ha ido forjando un protocolo que incluye, además de hablar desde algún balcón a grito pelado -al estilo del Pepe Isbert en 'Bienvenido Mr. Marshall' o don Manuel Ruiz de Lopera en 'Braveheart'- el momento en el que se dedica el triunfo a un símbolo de la ciudad. En ocasiones se trata de la patrona, en otras, una popular estatua como la archiconocida Cibeles de Madrid, convertida, lo quiera o no la diosa, en símbolo madridista como colchonera es la estatua del dios Neptuno.

La duda se produce cuando no se trata de un deporte de equipo sino de un deportista individual. ¿Escaló Miguel Induráin, bici en ristre, el grupo escultórico de la Cibeles para coronarse ante los españoles como el rey del Tour?

Y sobre todo, ¿qué hacer si la ciudad que celebra la victoria no cuenta con la presencia física del homenajeado?

Eso es lo que el pasado puente solventaron uno o varios aficionados malagueños al tenis, tras contemplar cómo Rafa Nadal conseguía en París, como quien va a por pipas, el decimotercer torneo Roland Garros.

Ni cortos ni perezosos, le colocaron dos cintas celestes a la 'olla' de la fuente de la Olla diseñada por el ingeniero José María de Sancha y que se encuentra en la plaza de las Cuatro Esquinas de El Palo, hoy dedicada a Demófilo Peláez Santiago. La 'Olla', por cierto, recuerda muchísimo a la copa del torneo.

Aunque lo ideal sería no tocar esta fuente ornamental, aquí tenemos un bonito y civilizado homenaje a un gran tenista.