Existen solares que, por su amplitud, habría que medir en fanegas y transformar en una suerte de tierra comunitaria, para que al menos sirvieran de provecho en estos tiempos de tanta carestía.

De hecho, llevan tanto tiempo incrustados en el paisaje de los barrios de Málaga, que se han convertido en tradicional terreno de esparcimiento, no sólo de las pulgas y las garrapatas, también de los vecinos.

Por estas tierras generalmente resecas y olvidadas pululan los vecinos para que el perro haga lo que le salga del mismísimo o para dejar el coche si las plazas más higiénicas escasean.

Lo saben de sobra los vecinos de El Romeral, ricos en solares a campo abierto que se tuestan al sol sin terminar de convertirse en equipamientos deportivos, en centros sociales o en parques.

En estos casos, a lo más que alcanza nuestro Ayuntamiento es a vallar un trozo y transformarlo en transitorio parque canino, para que los animalitos hagan lo que tengan que hacer.

Todas estas características, menos la del pipicán, nos la encontramos en otro solar con solera, con el que los vecinos de La Virreina.

Nos referimos al cuadrilátero irregular que escoltan las calles Bruckner, Alejandro Puskin (así está escrito en nuestro callejero), Jane Bowles y Joaquín Gaztambide, a pocos pasos del puente del Conservatorio.

En el PGOU todo este terreno aparece de color amarillo, es decir que se reserva a equipamiento y servicios públicos.

La asociación de vecinos del barrio ya recordaba hace 13 años que en la parcela estaba proyectado un centro de salud y pedía a la Junta de Andalucía.

En mayo de hace dos años, antes de las elecciones autonómicas, los populares denunciaron este veterano incumplimiento de los socialistas. Tras ganar los primeros las elecciones autonómicas, confiemos en que habrán tomado nota y sea pronto una realidad. Además, en tiempos de pandemia los equipamientos sanitarios deberían ser una prioridad.

Mientras tanto, cuentan los vecinos, la parcela se emplea de socorrido aparcamiento, en muchos casos de los padres que recogen a sus niños del vecino Conservatorio Profesional de Música Manuel Carra.

Pero un solar de estas características da para mucho y no todo es bueno, por eso también se acumulan bolsas de escombros y desperdicios de todos los tamaños, depositados por nuestros mamíferos bípedos más incívicos. Tampoco falta, emulando quizás el camino de baldosas amarillas de 'El mago de Oz' , un rastro bastante inquietante de cagarrutas, en principio perrunas.

Como pueden comprobar, un solar con veteranía y por tanto, bastante degradado, a la espera de transformarse en un centro de salud muy esperado.