Un correo interceptado casualmente con dos kilos de cocaína destapó una trama para introducir droga por vía aérea en Canarias y Baleares y ofreció a los investigadores varios hilos de los que tirar. La hebra más corta llevó a la Policía Nacional hasta Barcelona por un alijo de entre 200 y 300 kilos de polvo blanco que llegó a través del puerto y del que apenas quedaba rastro. Una trencilla con más recorrido hacía ovillo en Marbella. Los investigadores de Udyco Central y Udyco Canarias se reencontraron en la Costa del Sol con un rostro conocido para los agentes que luchan contra el crimen organizado en el archipiélago.

Era Dimitar Mitrin, un búlgaro natural de Plovdiv que está a punto de cumplir 50 años y al que todos llaman Mitko. Llegó a las islas hace una década liderando un grupo en el que ya destacaba su hijo y se dio a conocer sustrayendo joyas y perpetrando vuelcos a otros narcos. Antes de llegar a España, sus antecedentes son más genéricos: «Un mafioso a la antigua usanza, un 'partepiernas' que tocaba todos los palos en su país».

Quemada su etapa en Canarias, Dimitar y compañía dieron el salto a la península, un movimiento para sacudirse la presión policial acumulada en las islas y reinventarse. Tras un fugaz paso por Madrid, el grupo se instaló definitivamente en la Costa del Sol para teledirigir un audaz proyecto transoceánico que ha marcado un antes y un después en la lucha contra el narcotráfico internacional a gran escala. Las pesquisas iniciadas en 2018 han revelado que Mitko lideraba desde su lujoso ático de San Pedro Alcántara una de las dos sucursales -la otra se sitúa en Baleares- que una macroorganización asentada en su país había puesto en marcha para mover toneladas de hachís marroquí en elegantes veleros cuyas proas no siempre apuntaban a la península u otros puntos del Mediterráneo.

La operación Goleta-Grati, en la que también han participado el Grupo de Respuesta Especial para el Crimen Organizado (Greco) de la Costa del Sol y el Grupo IV de Estupefacientes Las Palmas, ya ha sido catalogada como la mayor incautación marítima de hachís hasta la fecha. De las cuatro embarcaciones abordadas en alta mar hace unas semanas con más de 30.000 kilos de hachís abordo -en marzo y julio se intervinieron 4.600 kilos en otros dos veleros-, los investigadores consideran que dos eran responsabilidad del grupo de Dimitar.

Le ayudaba en las labores de dirección su hijo Georg Mitrin, que vivía cómodamente en Benahavís, y su lugarteniente Dobrin Hristov, encargado de ofrecer la logística necesaria a los tripulantes de los veleros. El Amaalta, de bandera alemana y 17,2 metros de eslora que escondían 4.500 kilos de hachís, fue abordado en aguas internacionales frente a las costas de Mauritania. El Carla -implicado en el pasado en otra operación luciendo el nombre de Globetrotters en el casco-, de bandera holandesa y 16,2 metros que navegaba con 6.000 kilos de droga, fue interceptado al sudeste de Fuerteventura. La posición de ambos barcos ha roto en mil pedazos la idea de que el único destino del hachís marroquí es Europa. «Está claro que en este caso buscaban un país africano occidental, seguramente Guinea Conakry, para luego cruzar el Atlántico y llevar la droga hasta Brasil», explica una fuente conocedora del caso.

En otras palabras, la organización estaba cubriendo la tradicional ruta africana que los grandes narcos usan para transportar la cocaína desde Sudamérica hasta Europa, pero a la inversa y con hachís. Un experto en la lucha contra el narcotráfico explica que la explosión que ha experimentado el consumo de esta droga en Brasil y otros países de su entorno ha provocado que el kilo de hachís se pague prácticamente al mismo precio que el de cocaína, hasta el punto de que las organizaciones utilizan los alijos como moneda de cambio.

A pesar del currículum de los doce detenidos, a los investigadores no les consta que hayan protagonizado episodios violentos en nuestro país, pero en ningún momento han dejado de ser considerados muy peligrosos. Nunca se sabe qué pasa por la cabeza de una organización que tenía en su poder dos armas cortas, una de ellas con el número de serie borrado, y chalecos de protección balística. Durante los registros realizados en las viviendas de Marbella, Fuengirola, Estepona, Coín y Barcelona, los agentes buscaron infructuosamente un kalashnikov del que habían tenido referencias.