«Será por la infancia que he tenido, pero mi vida ha sido siempre el preocuparme por los demás», confiesa Francisco Álvarez, malagueño de La Trinidad que a los 13 años, al morir su padre, tuvo que dejar el colegio y buscarse la vida.

Con el paso de los años retomó los estudios, trabajó como empleado de banca, en una compañía de seguros, tuvo empresas de promoción inmobiliaria y no se olvidó de los desfavorecidos.

Por eso, el hoy pensionista llegó a unirse a una plataforma antidesahucios pero vio más efectivo el hablar con las partes que protestar, de ahí que, tras dos años trabajando en solitario, este año fundara Abanico Solidario, una asociación que quiere ofrecer a las víctimas de desahucios un abanico de posibilidades.

«Queremos poner a disposición de la gente vulnerable talleres de integración para personas que vienen de otro país, de información para que la gente conozca sus derechos y obligaciones, ayuda frente a los desahucios...», enumera.

Una de sus principales tareas es la de mediar para impedir que los inquilinos se vean en la calle y como reconoce, «me estoy encontrando en los bancos más empatía y solidaridad que en los privados, en los pequeños y grandes tenedores».

En cualquier caso, cuando se dispone a mediar con los propietarios reconoce que en muchas ocasiones «se desarman porque ven a una persona con la que se puede dialogar, aunque con quienes se cierran en banda no se puede hacer nada».

Francisco Álvarez conoce este último aspecto porque el día del encuentro con La Opinión, el pasado lunes, acababa de volver de un desahucio en Las Delicias, en el que una familia con una madre con más de un 80 por ciento de minusvalía por la vista y tres hijos de 8, 6 y 2 años, este último con síndrome de Down, habían acabado en la calle.

Pero también le queda la satisfacción de que este año, gracias a esta mediación, los miembros de Abanico Solidario han podido frenar alrededor de una veintena de desahucios.

Dependiendo de cada caso, «se puede llegar a un acuerdo para que, si hay falta de pago, ese dinero se pague poco a poco, a veces se le hace ver que la prórroga del contrato no se comunicó en tiempo y forma y que se puede ganar en los tribunales... hablando se entiende la gente», resume.

El presidente de Abanico Solidario se muestra muy crítico con el plan 5 de alquiler social en caso de desahucio aprobado por el Ayuntamiento y de forma irónica se pregunta si es «una leyenda urbana, porque en realidad no tenemos ningún caso en que se haya concedido».

Siguen los desahucios

El presidente de Abanico Solidario también aborda la cuestión de los okupas. Como destaca, «nunca voy a ir en contra de una persona con una vivienda que tiene alquilada para pagar otra. Mi moral no me permite esa clase de ocupación, pero después nos encontramos con miles y miles de viviendas de bancos que está desocupadas. Si unas personas se meten ahí no las llamo okupas, las llamo supervivientes».

Por último, lamenta el papel actual de los juzgados porque, pese a que el escudo social prorrogado hasta el 31 de enero por el Gobierno central impide los desahucios, en Málaga se siguen produciendo.

«Los jueces están haciendo lo que les da la gana. Esta misma semana hay siete desahucios, octubre es el mes con más desahucios así que, o no se respetan las disposiciones del Gobierno o los jueces interpretan la ley de modo que todo va encaminado al desahucio», denuncia.

En Málaga, Abanico Solidario quiere desplegar esperanza en estos tiempos tan aciagos.