Como saben, el majarón es una persona oficialmente sin ningún tipo de perturbación pero al que la sabiduría popular coloca entre los sujetos a los que les falta un tornillo, pese a que esta ausencia no haya sido detectada por la ciencia.

Se trata de esos individuos que, como decimos en Málaga, ya vienen «con una pedrada dada», un 'número de serie' de majarón, sin que eso conlleve una visita obligada a algún tipo de institución médica en un entorno idílico y tranquilo.

Con estas premisas, podemos decir con orgullo malaguita que Pablo Ruiz Picasso fue un majaron de pro cuya genial particularidad canalizó a través de la pintura como ninguno de sus contemporáneos.

La diferencia con el también genial Salvador Dalí es que el pintor de Figueras se 'ejercitó' como majarón perdío y con los años fue perfeccionando el papel de perturbado artístico. Nuestro paisano, por contra, fue haciendo sus pinitos sin dosis teatreras, con una naturalidad digna de encomio, quién sabe si arropado por brumosos pero emotivos recuerdos de majarones de su patria chica.

Todo esto lo podemos ver en la caudalosa serie de fotografías que durante dos décadas realizó en casa de Picasso el fotógrafo norteamericano David Douglas Duncan. Las instantáneas nos muestran a un desinhibido malagueño en mitad del baño, bailando en bañador junto a uno de sus cuadros, haciendo payasadas para la familia o ejecutando todo tipo de entrañables majaronadas. En resumen, retratan a un malagueño sin complejos capaz de reírse de sí mismo.

Por esa razón, la visión hace unos días de la escultura sedente del pintor de la plaza de la Merced, protegido por una mascarilla negra, al autor de esta sección lejos de provocarle inquietud le hace sonreír.

Para empezar, porque aunque a la escultura le sirva de poco, no deja de ser un útil recordatorio de la importancia de usar la mascarilla cuando salimos de casa o cuando estamos en espacios cerrados.

Pero además, porque un servidor está seguro de que al propio pintor, tan amigo de los disfraces, le habría hecho reír esa estampa de su imagen escultórica embozada a pocos metros de su casa natal, en nada ajena a lo que pasa en el mundo pero que al mismo tiempo parece transmitir una 'templanza gamberra', ante lo inusual del añadido textil.

En este insólito octubre picassiano que despediremos este fin de semana, Picasso se ha sumado a las medidas para frenar la pandemia. Las esculturas tampoco deben bajar la guardia.

Un paso más

Tras podar el Ayuntamiento la semana pasada una palmera reseca de calle España que impedía el paso, ayer el ejemplar ya aparecía talado. Un paso más en la normalización de esta vía. Felicidades y que siga la racha.