Asegura El Roto en uno de sus viñetas más conocidas eso de «Apláudete y te aplaudirán». Se trata de una de las máximas más ejercitadas a diario en las redes sociales pero también en la televisión, donde raro es el concurso en el que los participantes no se aplauden a sí mismos cada vez que aciertan. Y el caso es que la treta funciona y por eso tiene tanto predicamento.

Lástima que en literatura los españoles no hayamos seguido esta máxima y jaleado con más vigor a los nuestros. Eso explica, por ejemplo, que un grande de las letras universales como Valle-Inclán siga pasando casi desapercibido fuera del mundo hispano.

Lo mismo ocurre con Benito Pérez Galdós, que de haber nacido en Minesota hoy sería uno de los padres de las letras americanas, a la altura de Melville; las adaptaciones al cine de sus novelas serían legión y las de los Episodios Nacionales, en forma de superproducciones de Hollywood.

Pero en España, por contra, el mismo Valle-Inclán apodó al escritor canario, por boca de uno de los personajes de 'Luces de Bohemia', «el garbancero», sin olvidar el denodado esfuerzo de un grupo de compatriotas políticos y escritores que hizo lo indecible para que no recibiera el Nobel de Literatura.

Todo este preámbulo viene al caso porque en un jardincito de la zona de Las Acacias, semiolvidado desde hace 40 años por el Ayuntamiento, don Benito volvió a recibir un desagravio público, precisamente en el año del centenario de su fallecimiento. Lo recibió de la mano de uno o varios mamíferos erguidos de edad desconocida pero que, por las evidencias que dejaron, debían de padecer algún tipo de intolerancia a la lectura.

Por cierto que el Ayuntamiento tiene en proyecto desde hace tres años el dedicar este jardincito sin nombre, en la esquina de Eugenio Sellés con calle Venezuela, a la maestra de Infantil Lola Romero.

Desde este verano, el jardín ha sido la zona elegida por varios adolescentes para reunirse a charlar, muchas veces sin mascarilla, o colocada en la barbilla, a lo Abraham Lincoln.

Lugar de entrada y salida a la vecina playa de Las Acacias, alguna mañana han aparecido botellas espurreadas por el suelo, pero esta vez lo que apareció espurreada fue una selección de obras de Galdós, de la edición de bolsillo de Alianza Editorial.

Los mamíferos, cortos de entendederas pero con ágiles manos prensiles, utilizaron los libros como material de combustión, así que se dedicaron a arrancar páginas estupendas del escritor canario y a quemarlas, seguramente, con un mechero. Junto a los libros desmenuzados dejaron viejos vídeos VHS infantiles, latas, tabaco y restos de comida rápida.

Vivimos en un país en el que el 37,8 por cierto de sus habitantes no lee nunca o casi nunca. Aunque se lean pocos libros, tampoco hace falta quemarlos y mucho menos los de Galdós.