«Málaga ha dado en estos años un gran salto cualitativo en la puesta en marcha de medidas y recursos para el fortalecimiento del gobierno local, la democracia participativa y los procesos de participación ciudadana».

«Participar es tomar parte en la gestión de lo colectivo, de lo público, supone un plus de voluntad, de trabajo, de implicación e impulso de las actividades, un sentimiento de pertenencia a la ciudad».

«Presentaremos la candidatura del Centro Histórico de Málaga para su declaración como Patrimonio Material de la Humanidad por la Unesco».

«Reforzaremos el mantenimiento del patrimonio histórico-artístico de la ciudad».

Estos hermosos párrafos han sido extraídos de los dos últimos programas electorales de la candidatura de nuestro alcalde, Paco de la Torre, para que nadie dude de la importancia que le merecen tanto la participación ciudadana como el cuidado y promoción del Centro Histórico.

Algunos de ellos son párrafos impecables, impregnados de épica política, casi inolvidables, lástima que se lleven a la práctica tan poco, porque por mucho que la participación ciudadana en Málaga suponga un plus de voluntad, empodere a la ciudadanía o cualquier otra alaraca, lo cierto es que cada vez que supone una amenaza para algún proyecto urbanístico de enjundia, nuestro alcalde la arrincona sin ningún complejo y a otra cosa.

Ha vuelto ocurrir con la negativa a una consulta popular sobre los terrenos del antiguo cine Astoria, escenificada en el pasado pleno ordinario. La participación ciudadana en Málaga, ya se sabe, está para que los vecinos decidan qué modelo de fuente poner en el barrio de La Luz.

Los proyectos de envergadura los marcan los representantes de los votantes y no hay más que hablar. Sobre todo, cuando un movimiento ciudadano transversal, como el que propone un parque arqueológico en el solar del Astoria, ha unido a malagueños de todos los partidos, entre ellos responsables municipales y personas nada sospechosas de pertenecer a la izquierda.

Movimientos de este tipo no se pueden tolerar, porque entonces, ¿dónde metemos el «edificio-contenedor de experiencias culturales», entre ellas una sala para mil personas y «un espacio multifuncional showcooking»? (Programa electoral de 2019).

En todo este asunto quedan flotando, como los aerosoles, preocupantes carencias: falta de sensibilidad ante las demandas ciudadanas sin sesgo político; falta de imaginación a la hora de planificar una zona repleta de bares y restaurantes; falta de sensibilidad por la Historia de Málaga, anteojeras mentales que harán muy posible el próximo fuego fatuo inmobiliario del Astoria, que volverá a encerrar la plaza de la Merced de donde no debió salir. Antes que la participación ciudadana, el 'showcooking'... y el 'money'.