Ignacio Díaz de Tuesta, Premio Sociedad 2020 de La Opinión de Málaga, es cirujano cardiovascular en el Hospital Regional de Málaga y el artífice de un instrumento médico que desde el comienzo de la pandemia ha contribuido a ayudar a salvar la vida de muchos pacientes de Covid-19.

Poco o nada se podía imaginar en 1989 un estudiante de Medicina, que 30 años más tarde un pequeño proyecto de respirador, abandonado en un cajón y hecho con componentes electrónicos básicos y pequeñas piezas hidráulicas, iba a servir para intentar poner coto en 2020 a los estragos de una pandemia producida por un virus poco conocido y manifiestamente letal.

La concepción del 'Málaga Respira ' es un ejemplo de coordinación de varios equipos científicos, liderados por Díaz de Tuesta, y de intenso trabajo contrarreloj de diferentes instituciones como el Hospital Regional de Málaga, el Ibima (Instituto de Investigación Biomédica de Málaga), la Facultad de Ingeniería, los servicios veterinarios del Parque Tecnológico de Andalucía y unos cuantos particulares.

El cirujano del HRU se puso en contacto con Miguel Ángel Prieto, director del equipo de investigación del hospital malagueño y en apenas unas horas ya estaba trabajando con los ingenieros de la Universidad de Málaga, Víctor Muñoz y Carlos Pérez del Pulgar para desarrollar el prototipo. En 36 horas, el proyecto 'Málaga Respira' era una realidad. En ese primer fin de semana crearon el diseño, hicieron pruebas con un pulmón artificial, lo testaron en un modelo animal y comprobaron su eficacia.

El resultado fue un respirador, al que el propio Díaz de Tuesta calificó como «dispositivo de guerra», que nunca pretendió competir con los dispositivos comerciales, sino ofrecer otra opción a los responsables médicos y autoridades sanitarias durante la época de más saturación de los hospitales de nuestro país.

El respirador se fabrica en dos horas porque no lleva componentes móviles, lo que reduce el riesgo de fallo mecánico o deterioro de materiales, y permite modificar sencillamente parámetros como la frecuencia de respiración o presión. El coste de los materiales rondó los 600 euros, cuando un respirador tradicional tiene un precio que ronda los 20.000 euros.

Ignacio Díaz de Tuesta quiso dejar claro desde el primer momento del proyecto que se trataba de un proyecto totalmente altruista y puso el diseño a disposición de la comunidad internacional para que fuera utilizado por cualquier persona, entidad o empresa. «Lo hacemos porque creemos que tenemos una misión importante que cumplir, es una labor de todos y los médicos intentamos hacer lo que podemos dentro de nuestras posibilidades», afirmó el científico.