La provincia de Málaga afronta la crisis del coronavirus con una economía que está dominada desde hace años, de forma cada vez más hegemónica, por el sector servicios, un gran baluarte de actividad en momentos de apogeo pero que suele sufrir mucho castigo en tiempos de incertidumbre y de restricciones de la movilidad como el actual. El turismo, la hostelería o el comercio son algunos de los pilares de este macrosegmento, que depende en gran medida de un clima de confianza que invite a la población a consumir.

Según se desprende del último informe anual del mercado de trabajo elaborado por el Servicio Estatal Público de Empleo (SEPE), publicado hace unas semanas, los servicios reunían a finales del pasado año al 82% del total de casi 648.000 ocupados registrados de promedio en la provincia por la Encuesta de Población Activa (EPA). El porcentaje es inferior al de años anteriores (cuando se alcanzó el 86%) debido al renacer de la construcción pero, en todo caso, sitúa a más de 532.500 personas trabajando en el segmento terciario de la economía, que engloba al macrosegmento turístico y a áreas como el comercio, el transporte o los servicios a empresas.

El estudio estima también que el sector servicios aglutina, a partir de los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) disponibles de años anteriores, casi el 83% del PIB provincial excluyendo impuestos netos (lo que se conoce como Valor Añadido Bruto), constatando que la riqueza viene sobre todo del sector terciario. Entre 2013 y 2014, coincidiendo con los peores años de la construcción, esa tasa rondó incluso el 84%. La especial fortaleza que actualmente tienen los servicios en Málaga se certifica al recordar que tradicionalmente el sector estaba siempre por debajo del 80%. Y en España, su peso es ahora mismo del 74,6%, ocho puntos y medio menos que en Málaga.

Evolución de sectores

Por su parte, la construcción, con mucho el sector más castigado por la anterior recesión de 2008, ha mostrado en los últimos años una clara mejora. Su peso en la riqueza de la provincia se había reducido drásticamente con la crisis: de representar casi el 20% en los años de la burbuja inmobiliaria bajó al 7,1% en la crisis. Los datos de estos últimos ejercicios ya mostraban un repunte de su contribución hasta el 8,4%, y el porcentaje habrá seguido al alza desde entonces, vista la reactivación de la venta y construcción de nuevas viviendas, aunque está por ver si el impacto negativo de la pandemia en las ventas de casas (muy perceptible en los meses que hubo confinamiento) es temporal o duradero.

La mejora del sector constructor también se refleja en su nivel de empleo. Hasta 2007, Málaga llegó a dar trabajo a más de 100.000 personas en los tajos de obra. Sin embargo, a cierre de 2012, con la crisis en su máximo apogeo, la cifra de ocupados era tan sólo de 27.100 personas. La situación ha ido mejorando poco a poco y este pasado año el volumen se movía ya en cifras de cerca 60.000. Así, el sector constructor emplea a cerca del 8% del total de ocupados que hay en la provincia.

La radiografía se completa con las aportaciones de la industria y la agricultura a la riqueza de Málaga, segmentos con una representatividad limitada y que se mueven desde hace años en porcentajes de algo más del 6% y el 2% respectivamente. En 2019, sin embargo, la industria registró una nueva bajada de peso en el VAB que la deja con una representatividad del 5,3%, en tanto que la agricultura subió ligeramente hasta el 3,2%. En ocupación, la industria empleó en 2019 a 45.000 personas en Málaga y la agricultura sólo a 20.000. Sin embargo, el segmento industrial ha bajado su empleo este año y el campo lo ha subido.

Opiniones dispares

El enorme protagonismo del sector servicios en la economía malagueña es objeto de debate desde hace muchos años, una controversia que se ha reavivado tras el estallido de la pandemia y la debacle turística de este verano. Además, la noticia de que Coca-Cola va a cerrar su planta embotelladora de Málaga, tras 60 años de historia, ha supuesto un nuevo golpe para el tejido industrial de la provincia.

Muchas voces vienen reclamando desde la crisis de 2008 que se inicie una apuesta por la diversificación del modelo productivo. Los sindicatos CCOO y UGT, por ejemplo, afirman que este predominio de los servicios se traduce en un modelo de empleo marcado por la precariedad (al estar muy vinculado a la estacionalidad del turismo) y por bajos salarios.

Hace unos días, por ejemplo, el secretario general de CCOO en Málaga, Fernando Cubillo, ya advertía de que la marcha de Coca-Cola es la «puntilla» que le faltaba al tejido industrial que, a su juicio, queda «a expensas de un sector servicios que se ha demostrado más vulnerable ante las crisis».

Por ello, CCOO Málaga ha diseñado una propuesta con 17 medidas y un total de 137 puntos que el sindicato considera esenciales para que la reconstrucción económica sirva «para crear un nuevo modelo productivo, fuerte y capaz de generar empleo de calidad».

El documento se estructura en tres pilares: la necesidad de desarrollar las infraestructuras ferroviarias para el tráfico de mercancías, conectando puntos estratégicos como son el puerto, el PTA y el corredor mediterráneo; desarrollar un polígono de transformación agroalimentaria en el entorno de Mercamálaga y apostar decididamente por las industrias energéticas y medioambientales.

«Sin industria no hay futuro. El empleo del sector servicios depende mucho de los ciclos económicos, como se está viendo en esta pandemia», insisten en CCOO.

La visión de los empresarios es otra, aunque por supuesto se muestran partidarios de que Málaga atraiga todos los proyectos industriales que sea posible y de que mantenga el tejido que ya posee. El presidente de la Confederación de Empresarios de Málaga (CEM), Javier González de Lara, recuerda que los países desarrollados están apostando todos por un sector terciario, de servicios, «potente».

«Vamos a un mundo donde la industria va a estar en el sudeste asiático y en China. Es imposible competir con esos modelos, donde los derechos laborales y los sueldos están muy poco desarrollados. Lo que sí podemos hacer aquí es ser competitivos con modelos industriales sólidos que generen valor añadido y donde se ofrezca competitividad en precios y calidad», señala González de Lara.

Destaca también que el impacto de la pandemia no ha golpeado sólo a los servicios sino también a la propia industria, por lo que tampoco este sector blinda a una economía. «El que diga que la panacea es la industria se equivoca, porque todo está afectado por igual: la aeronáutica, las fábricas de coches, etc. Si no hay consumo no se vende. Estoy de acuerdo en que haya más industria, claro, pero sin denostar los servicios», afirma.

Y es que el presidente de la CEM lamenta que en este debate se minusvalore la contribución del sector servicios a la economía.

«Somos el segundo país turístico del mundo, con 82 millones de visitantes al año antes del Covid, sólo por detrás de Francia y por delante de EEUU. A pesar de eso estamos siempre en estado de nostalgia y de autoevaluación cuestionando si somos un país de camareros. De verdad, me quedo atónito», dice. Eso no quita, aclara, que «se pueda mejorar el modelo».