Mientras Estados Unidos se debate estos días entre reelegir o no a su particular Jesús Gil o Ruiz Mateos -con pelo naranja en lugar de disfraz de Superman-, en Málaga la lucha entre la luz y la oscuridad, entre el poder de la civilización y la invasión de los bárbaros más garrulos se libra, de forma simbólica, en pequeñas parcelas aunque cargadas de significado.

Porque como más de una vez hemos recordado, la extensión de la educación gratuita y obligatoria hasta los 16 años no siempre ha conseguido los niveles esperados de urbanismo y empatía con el prójimo entre parte del alumnado.

Pese al gran esfuerzo educativo, este fracaso lo podemos comprobar estos días en las centenares de fiestas ilegales celebradas por toda España en las que la cogorza en grupo de jóvenes con los cerebros rapados está por encima de la salud de sus propias familias. También, en esas iracundas protestas contra las medidas para intentar frenar la pandemia mundial, en las que la cabeza se emplea para embestir contra el mobiliario urbano y si es posible, prenderle fuego.

Lo cierto es que no hace falta ir a buscar el famoso 'eje del mal' a países gobernados por tiranos de opereta tropical, dictadores religiosos o monarcas comunistas con sobrepeso. El egoísmo autóctono se basta y sobra en Málaga para representar que frente a la buena gente hay sujetos que necesitan con urgencia clases de recuperación para mejorar como personas.

Evidencia de esta necesidad de mejora la tenemos en un cartel institucional que, en teoría, no tenía que haber recibido ningún tipo de ataque, pues informa de que la antigua prisión provincial, en la avenida José Ortega y Gasset, es un Lugar de la Memoria Histórica, dado que allí murieron o de allí salieron malagueños de ambos bandos para morir como chinches durante la Guerra Civil, sin olvidar las penas que impuso luego la dictadura.

El cartel, sin embargo, lleva años con una gran mancha negra que impide leer casi toda la información, así como una A mayúscula, símbolo suponemos del anarquismo. La Junta de Andalucía debería reponer el cartel para que no siga ofreciendo tan intransigente y triste imagen.

Sin carga política alguna pero con altas dosis de garrulez e intransigencia tenemos otro ejemplo en la Laguna de la Barrera, uno de los espacios verdes de Málaga que ha experimentado una transformación más exitosa.

El cambio, sin embargo, no cuenta para varios zoquetes, que han derrochado sus neuronas en ensuciar un letrero informativo sobre el parque, donde se habla de los orígenes obreros de este rincón de Málaga.

Gracias a las firmas de un tal Kaos y un tal Pirata, entre otros, la explicación se ha ido a tomar viento y de paso uno de los carteles informativos más bonitos de nuestra ciudad. La maldad, ya se sabe, es un fracaso educativo y un triunfo del egoísmo.