Tengo la costumbre de alternar la lectura de libros y novelas de reciente publicación con libros que leí en su día y que descansan en la biblioteca de mi casa.

Hace poco, con motivo del obligado confinamiento ordenado o aconsejado por las autoridades sanitarias -o 'El quinteto de la muerte' (una deliciosa película de 1955) como opté bautizar al grupo que todos los días decía casi lo mismo ante las cámaras de la televisión- elegí entre esos libros en reposo absoluto y a los que casi todos los días mi mujer les pasa el plumero para su buen estado de conservación, una novela de la condesa de Pardo Bazán, una escritora no olvidada del todo porque una de sus novelas - 'Los Pazos de Ulloa'- ha sido objeto de su paso al cine o televisión para disfrute de un público que soporta a veces mamarrachos impresentables. La novela elegida fue 'La sirena negra', que adquirí y leí en octubre de 1949.

Doña Emilia Pardo Bazán fue una mujer muy culta que dio a luz novelas que a finales del siglo XIX y comienzos del XX tuvieron muy buena acogida. En su novela de referencia, con descripciones minuciosas y ricas imágenes y variado vocabulario en el que desliza palabras de escaso uso, como «espelunca», «gulusmear», «ampo» y «sofoquinado», en dos ocasiones recurre al adjetivo «nívea», que a principios del siglo XX no tenía más significado que el que se usaba entonces: «de nieve o semejante a ella». En una ocasión alude a una señorita inglesa de piel blanca: la identifica familiarmente como la «nívea inglesa».

En aquellos años, el producto cosmético Nivea -sin acento en la i- estaba en sus inicios. Ahora, en 2020, ha cumplido 109 años de su invención y lanzamiento comercial. El fundador de la empresa fue Paul Carl Beiesdorf, de Hamburgo, y los creadores del cosmético fueron Oscar Troplowitz, el químico Isaac Lifschütz y el dermatólogo Paul Gerson Unna.

Una pregunta, sin respuesta hasta ahora, es por qué los inventores de uno de los productos cosméticos más extendidos por todo el mundo adoptaron el adjetivo español níveo en su versión femenina, nívea, suprimiendo el acento o tilde de la i latina. Nívea es una palabra de clara ascendencia española; quizá, los creadores del producto se inclinaron por el adjetivo español porque define un color parecido a la nieve, el níveo. Blanco, en alemán, salvo error por mi parte, es Wei?.

Es posible que el equipo creador de producto que lleva 109 años en el mercado encontrara en el adjetivo español el nombre idóneo para una crema blanca. O quizá recurrieron a un concurso internacional para la elección de la palabra.

La idea no era nueva. En 1892, una empresa norteamericana productora de cámaras y material fotográfico lo hizo para su lanzamiento: una palabra que se pronunciara igual en todas las lenguas más conocidas del mundo. La palabra ganadora fue Kodak, que se lee y pronuncia igual en inglés que en alemán, italiano, francés, español€ Lo malo de Kodak, en relación con Nivea, es que la empresa fotográfica se declaró en bancarrota en 2012 y la alemana sigue ocupando un lugar preeminente en la industria cosmética mundial.

Recordemos que eso de convocar un concurso para buscar una palabra idónea para identificar algo en concreto se ensayó en España en 1950, cuando los cosecheros jerezanos lo convocaron para buscar una palabra que sustituyera a coñac o cognac reivindicada por los franceses por corresponder a la ciudad de Cognac de donde procede la bebida.

El concurso se convocó, se celebró y premió la palabra «jeriñac», una mezcla de jerez y coñac. Tuvo una acogida un tanto jocosa y se optó finalmente por «brandy», palabra inglesa que sirve para denominar la famosa bebida. Jeriñac no llegó a ser incorporada al diccionario de la RAE, que admitió y españolizó el brandy como «brandi». En la única enciclopedia que se registró la palabra jerinac fue en el Sopena de 1952.

Huele a Nivea

Cuando se acerca el verano, los primeros bañistas se lanzan presurosos a las playas para tomar el sol, ponerse morenos y si la temperatura del agua lo permite, zambullirse, nadar y permanecer más o menos tiempo en el agua luchando unas veces contra las nada apetitosas natas de desconocida procedencia, las picaduras de las 'aguacajás' -medusas- y otros bañistas que se creen amos y señores de la mar salada con sus alardes natatorios.

Para evitar quemaduras en la espalda, torso, cara, brazos y piernas, siguiendo los consejos de los dermatólogos se embadurnan en crema Nivea, que pese a antigüedad centenaria es la más utilizada. Si uno tiene en buen estado el sentido del olfato percibirá el inconfundible olor que caracteriza a Nivea. Conserva el mismo perfume de toda la vida, perfume que preside todos sus productos cosméticos y limpieza y conservación de la piel. La playa huele a Nivea.

He tenido la curiosidad de leer los componentes de varios de sus productos, y todos tienen en común, el perfume. Pero la composición del 'perfum', como reza en la información, es eso solo: Perfum.

Aunque hoy en el mundo hay millares de marcas de cremas y leches para protegerse del sol y evitar que en un futuro más o menos lejano provoquen daños irreparables, y las páginas de las revistas y las televisiones nos ofrezcan de forma exhaustiva las relucientes imágenes de modelos luciendo una lustrosa piel, Nivea sigue siendo la reina del mundo de las cremas solares, del que por su antigüedad se ha hecho dueña. La gente no pide tal o cual crema para completar el equipaje para ir a la playa -hamaca, sombrilla, toalla de colorines, pamela, pareo€- se limita a agregar, ¡y una lata de Nivea!

Total, como escribiría un poeta: la etérea fémina ungía su nívea piel con un mágico ungüento que broncearía su epidermis asimilable a la de las aborígenes de las islas tropicales de los Mares del Sur.