Tras un verano «espejismo» de cierta moderación epidemiológica pese a las abundantes imágenes de irresponsabilidad social y los vestigios turísticos, el otoño ha llegado exigiendo restricciones. Sin respeto a las medidas profilácticas, el aluvión de contagios está garantizado y el rebote impacta directamente sobre un sistema sanitario exhausto. Con todo, ahora la preocupación son las fiestas navideñas, si habrá que renunciar a ellas y si traerán como regalo una vacuna contra el virus. El doctor Julián Olalla, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología y médico internista en el Hospital Costa del Sol, ya adelanta que quizás sean las fiestas «más extrañas de nuestras vidas» e insta a la ciudadanía a ser responsable, ya que Málaga ahora no está en «lo peor». Insiste: «Todavía estamos a tiempo».

¿Está golpeando más fuerte la segunda ola o es que hay mayor capacidad de monitoreo ?

No son comparables. En la primera solo diagnosticábamos a los pacientes que estaban más graves, hospitalizados, y al principio de todo se pedía el antecedente epidemiológico de haber venido de China y luego de Italia. Para saber si está golpeando más o menos fuerte los parámetros son los muertos y las UCI.

La provincia está dividida entre los niveles 2, 3 y 4 de alerta. Eso significa que hay una transmisión comunitaria no controlada en distritos sanitarios como la Serranía, Costa del Sol o La Vega. ¿Hacia dónde vamos?

Málaga tiene una presión mantenida, nos manejamos generalmente entre 300 y 400 casos diarios desde hará dos semanas, nos hemos estabilizado en ese punto. Eso no es bueno, porque un solo caso no es bueno. Vigilancia y expectación. Que no tengamos ahora una tasa muy elevada en Málaga no quiere decir que no la vayamos a tener en dos semanas, pero hoy no somos de lo peor, tenemos mucho margen para trabajar todavía.

¿Y Andalucía? La comunidad mantiene todos los parámetros epidemiológicos por encima de lo indicado y sigue en alza.

Lo malo de Andalucía es la evolución que ha tomado en las últimas dos semanas. La semana pasada estuvimos por encima de los 5.000 casos y cuando un día se declaran muchos casos, tienes que pensar que entre siete y catorce días después vas a tener el pico de ingresos generado por ese pico de casos. Ayer [4 de noviembre], y ojalá sea tendencia, comunicamos 2.300 casos pero nos queda aguantar ese pico de ingresos por culpa de esos días en los que hemos estado declarando 4.000, 5.000 casos... eso va a generar un montante de ingresos que se ve en diferido. Por eso cuando empiezan a aumentar los casos, las autoridades empiezan a hablar de medidas de restricción porque saben que en unos días va a haber más sobrecarga hospitalaria.

Volvemos a hablar de hospitales de campaña como el de Carranque, medicalizar hoteles... ¿Cómo están los sanitarios después de más de medio año batallando para afrontar ahora este pico de ingresos?

Hay cansancio. Eso es un hecho. Hay cansancio psicológico al igual que la población en general. Por otro lado, la incertidumbre. Posiblemente hasta que no contemos con una vacuna este va a ser nuestro día a día, el salir del confinamiento y entrar en confinamiento, las restricciones... y no tenemos un tratamiento que de verdad logre mantener el virus a raya. En ausencia de las dos cosas estamos en una situación de tensión constante desde que empezamos en marzo. También es cierto que somos sanitarios y nos ha tocado esto, hubo una generación que le tocó el nacimiento del VIH, otra que le tocó la gripe A... a nosotros nos ha tocado el coronavirus, que desde luego es una crisis sanitaria que no tiene parangón.

¿Hay demasiadas esperanzas puestas en la vacuna de Oxford?

Yo creo que en ese sentido hay que ser prudentes. Hay que confiar en que va a llegar pero trabajar como si no fuera a llegar. No nos podemos relajar pensando que va a venir una vacuna. Y estoy convencido de que habrá. No se están relajando las medidas de seguridad de los ensayos clínicos, siguen siendo igual de estrictos que antes de la pandemia... lo que se está agilizando es el ritmo de la investigación, pero en los plazos prefiero ser muy prudente, porque hay que respetar los controles de las agencias sanitarias. Con que la tuviéramos antes de verano yo ya estaría contento. Y si llega antes, desde luego tengo la tranquilidad absoluta de que las autoridades sanitarias van a mantener los estándares de calidad para que llegue al mercado en unas condiciones óptimas, no tengo ninguna duda.

Y sobre lo que sí tenemos ahora, ¿qué opina del toque de queda? ¿Es realmente efectivo para frenar la trasmisión?

Por desgracia, en ausencia de un tratamiento y de una vacuna,el único arma que nos queda es la distancia social, y la distancia social implica mascarillas, implica gel hidroalcohólico e implica distancia física. Todo esto intentando hacer el menor daño posible a la economía. Ahora se están intentando estrategias de limitación de esa vida social, intentando dañar lo menos posible nuestro tejido económico. Y de ahí sale el toque de queda, la limitación del número de personas... pero nadie tiene una bola de cristal para saber si esto será eficaz o no. El toque de queda se ha puesto en marcha hace menos de dos semanas. Hay que esperar un mínimo de dos semanas para ver si esto es eficaz o no. Lo que está claro es que si fracasamos en todo esto solo queda una solución, que es la peor, y es el confinamiento.

Una medida que las administraciones valoran como la última opción por las consecuencias económicas. Y ¿a nivel epidemiológico?

Hay que tener en cuenta que el confinamiento inflige un castigo al tejido económico terrible pero vendrá dado, y ojalá no lleguemos, porque la red sanitaria se pone al borde del colapso... y no hay posibilidad económica que valga. De todos modos, creo que es evitable. Confío en que podemos evitarlo con las medidas que se están tomando pero sobre todo, insisto, con la concienciación ciudadana. Podemos hacerlo mejor, estamos a tiempo.

Ya en estas fechas irrumpen las dudas sobre qué pasará con la Navidad. ¿Se podrá salvar?

La Navidad, hoy por hoy, está a cincuenta y tantos días. Con el coronavirus, pensar a cincuenta y tantos días es medicina ficción. Esa predicción es inviable. El coronavirus tiene un comportamiento caprichoso, a veces explosivo. No sabemos qué va a pasar con la Navidad y desde luego hacer pronósticos con el coronavirus de por medio es muy arriesgado. Podremos empezar hablar cuando veamos en qué condiciones estamos a primeros de diciembre, pero no antes. Hay que pensar que quizás la Navidad vaya a ser la más extraña de nuestras vidas.

¿Qué podemos o debemos esperar del próximo año?

El año que viene, si Dios quiere, derrotaremos al virus. Yo creo que será el año de la vacuna y cuando llegue posiblemente lo que haga sea reducir la severidad de los cuadros, no va a ser una vacuna que nos proteja al 100%. Y desde luego será un año en el que tendremos que reconstruir porque, por un lado está la enfermedad, la crisis sanitaria, que es la piedra angular de todo esto y hasta que no se resuelva la crisis económica va a estar ahí... pero, por otro, será el año de levantarse después de que tengamos un remedio y seguir trabajando para reconstruir.

"El problema no es el tabaco, es fumar. Exhalo y puedo contagiar"

Las últimas evidencias sobre la transmisión del virus apuntan directamente a las exposiciones prolongadas frente a las gotas respiratorias y la inhalación de aerosoles en suspensión como los motores principales de contagio.

¿El humo del tabaco es un transmisor de los aerosoles en suspensión?

? La exhalación, no el humo del tabaco en sí. Cuando exhalamos, cuando nos reímos, cuando gritamos, cuando cantamos, cuando hablamos exhalamos y emitimos aerosoles. En el momento en el que yo fumo, exhalo y no me protejo, no me pongo la mascarilla y puedo contagiar.

Las líneas más concurridas de los autobuses urbanos, el metro... ¿son puntos calientes de transmisión?

Son puntos calientes porque son espacios cerrados. Pero, por ejemplo, en los autobuses se puede ventilar, se pueden abrir las ventanillas, fundamental permanecer en silencio... Lo ideal sería que se pudieran escalonar los horarios de entrada y salida de los trabajos, de forma que se intentara reducir esas aglomeraciones; que aquel puesto que pudiera se realizarse por teletrabajo y que el transporte público lo utilizase muy poquita gente, la que de verdad no tiene opción de ir a trabajar si no es de esa forma.

En celebraciones como, por ejemplo, bodas que se organizan en espacios cerrados aunque con menos invitados, A la hora de comer hay que quitarse la mascarilla... supone un problema económico pero ¿deberían ser evitables?

Se está intentando llegar a un equilibrio, ya no solo por el tema económico sino que la gente siga con su vida. Dentro de esto hay que minimizar las posibilidades de que el virus se transmita, y esto implica limitar el número de invitados en cada mesa, intentar que sean convivientes... como médico creo eso es lo óptimo, luego está lo que es posible.