No pasa nada salvo el precipicio. Justo ahí, bajo nuestros pies. Hay quien se dedica a echarle la culpa a la prensa por contar las cosas, por hacerse eco de las notas de las distintas administraciones, quien amartilla bien el arma para señalar a unos y a otros sin hacer autocrítica, pero lo cierto es que el segundo confinamiento domiciliario se dibuja ya en el horizonte y eso no es más que un fracaso colectivo, además de suponer un segundo golpe al estómago, con el turismo y la hostelería ya tan tocadas que, pese a que los adalides del cambio de modelo económico (en lugar de quienes hablan de diversificación, algo más mesurado y lógico) no dejan de bramar allá donde pueden con el habitual coro de mercachifles que todo lo compra, aplaudiendo, hasta algunos partidos que hasta ahora criticaban los muy criticables desmanes de estos sectores se han lanzado desesperadamente a apoyar campañas para sustentar la actividad que al final, nos guste o no, nos da de comer. También está de moda decir que el alcalde, Francisco de la Torre, está en otro plano de la realidad por tratar de pregonar, en cualquier auditorio que se le ponga por delante, la necesidad de que todas las empresas hagan test rápidos a su personal y, si es posible, a sus clientes, para que el destino Málaga sea seguro, aunque para este cronista la postura del regidor tiene toda la lógica del mundo: como nuestro aparato productivo esté tocado cuando empiecen a soplar los vientos alisios de la recuperación, no habrá nada que hacer. Y entonces esos que se desgañitan dando lecciones de todo desde sus púlpitos no serán los que ayuden a cambiar el modelo, sino que más bien contribuirán a dinamitarlo, viendo malas las ayudas que se dan a hosteleros, comerciantes y otras empresas turísticas y deseando, sin embargo, que se articulen subvenciones para ellos. Que a veces las protestas van de eso, de que mi parcelita onanista esté asegurada mientras el mundo se derrumba en derredor. Los hosteleros, los profesionales del turismo y los comercios lo que necesitan ahora es el apoyo de la ciudadanía, aunque también, como digo siempre, haya que invitar a todos los sectores a crecer por la senda de la sostenibilidad y el fin de la temporalidad laboral. En fin, que los matices, en cualquier debate, son importantes, capitales.

Esta reflexión introductoria refleja, sin duda, una honda preocupación por lo que está por venir, porque el presidente de la Junta, Juanma Moreno, habla ya de confinamiento sin eufemismos y otras comunidades no le van a la zaga, y la atmósfera, con ser preocupante, comienza a volverse irrespirable porque, en el fondo, ¿quiénes son los que no han hecho los deberes? Pues sí, amigos, los políticos, porque en los seis meses que median entre la desescalada a la carta, el café para todos de nuestro tiempo, y estos días de otoño, ¿nadie previó que había que contratar más rastreadores y reforzar el sistema de atención primaria? ¿Nadie pensó en contratar más médicos? Y, claro, también nosotros, los ciudadanos con derecho a todo y pocos deberes, tenemos que hacer autocrítica, porque si hemos batido esta semana, un día tras otro, récords vergonzantes en cuanto a número de ingresados en hospitales y en Ucis, aún no hemos aprendido que quitarnos la mascarilla o pasar de las recomendaciones sanitarias supone no sólo muerte, sino destrucción futura en forma de puestos de trabajo que se van por el sumidero. Ahí están los datos del paro. En otros países, conscientes de que el binomio salud-economía va de la mano, se habla ya de confinamientos selectivos. Pues igual iríamos bien por ahí, pero como el motor de la economía, que nos guste o no es la que tenemos, se deje mucho tiempo apagado al final se gripa. Y eso lo vamos a pagar todos. Resulta curiosa la falta de autocrítica de nuestras élites políticas y de los ciudadanos, la inmadurez de unos partidos que eligieron los peores representantes en el peor momento posible, la incapacidad para ponerse de acuerdo, algo que ha llegado a llamar la atención de Europa (lean algunos artículos que ha reflejado la prensa de la UE esta semana sobre nuestros cargos públicos), políticos incapaces de reconocer que han muerto 60.000 personas por el coronavirus, incapaces de tejer un pacto de Estado para salir del hoyo, pero que sí se ponen de acuerdo para subirse el sueldo y eliminar el castellano de la enseñanza, fabricando independentistas, unos desde el frentismo de la extrema derecha y otros desde el dogmatismo ideológico más pueril, pagando informes que criminalizan a todo un sexo, subiendo impuestos en el peor momento posible... en fin, un cuadro. O se reeditan unos pactos de la Moncloa y nos dejamos ya de chisteras mágicas de asesores áulicos o se va todo por el sumidero. A saber.

Pero esta crónica, pese a la acidez inicial, va también de Málaga, o sobre todo de Málaga, y aquí los aires de esta semana nos han traído varias noticias de alcalde: la primera es que ya hay un diseño preliminar del parque marítimo-terrestre que deberá acoger los Baños del Carmen. Se trata de un bosque junto al mar con una red de caminos interiores y una senda que gana protagonismo discurriendo paralela junto al mar, con especies arbóreas y plantas que aguanten la salinidad, manteniendo eucaliptos e incorporando palmeras, eliminando la mayor parte del muro que separa este enclave de la ciudad, salvando sólo la portada histórica, las taquillas y la pared con arcos. Este proyecto, además, salva el desnivel entre calle Bolivia y el balneario con rampas, varias, se amplía la acera y llega el carril bici, hay zonas de juego (con madera y otros materiales alejados muy mucho del cemento, más bien mimetizados con el entorno), zonas de estancia. Los vecinos lo conocieron el pasado miércoles. Ahora podrán aportar propuestas para enriquecerlo. Y luego, algún día, se hará. Lo cierto es que el edil de Urbanismo, Raúl López, se comprometió a inicio del mandato a impulsar esta actuación y lo está haciendo. Falta por saber si Costas o el Estado harán su parte en las playas de Levante y Poniente, inyectando arena, adecentándolas y construyendo los espigones necesarios pero con respeto escrupuloso al roquedal allí existente, una mina biológica en el casco urbano. Falta por saber si, una vez resueltos los problemas que sufren los concesionarios del restaurante (siguen en precario), acometerán la inversión prevista de 800.000 euros para reformar el inmueble, de forma que su diseño respete el aire años veinte. Se ha dado un paso al frente en una marcha eterna que dura ya décadas. Málaga necesita a su balneario, enraizado en la memoria sentimental de varias generaciones de malagueños que creen que ver atardecer desde esa atalaya es un privilegio más de una urbe que, a veces, es cruel con sus propios hijos.

La oposición, por otro lado, volvió a dar cuenta de su buena sintonía pidiendo una consulta popular para decidir qué se hace en la parcela ocupada antiguamente por el edificio de los cines Astoria y Victoria, algo que ya rechazó el pleno, aunque ciertamente Daniel Pérez y Eduardo Zorrilla, portavoces del PSOE y Adelante (o Podemos e IU, ahora), han olido la sangre y no están dispuestos a soltar esa presa. Y bien que hacen, ese es el papel de la oposición. El equipo de gobierno pide tiempo para ver si la Junta autoriza sondeos y se puede excavar más y ya luego se verá si la plaza de la Merced se queda diáfana o no. Hay ciudadanos que la quieren así, viendo la alcazaba al fondo. El pleno ya dijo que no a una consulta popular. Veremos en qué acaba otra de nuestras polémicas eternas. En Málaga una polémica es para siempre.

Esta semana también se ha conocido el interés de Comercio y Vía Pública de seguir haciendo test en los mercados municipales, así como en otras empresas de diferentes sectores, que Movilidad sigue pintando vías ciclables para que los patinetes y las bicicletas salgan de acera con el fin de respetar la nueva ordenanza de Movilidad y que la Policía Local ha puesto varias decenas de multas por el toque de queda. El confinamiento se dibuja en el horizonte. Seamos responsables. No nos disparemos en el pie.