Desde hace meses, Antonio Gabarre pide ayuda a gritos. Vive en una habitación, sin cocina ni baño. Tiene 51 años y actualmente se encuentra en paro, sin ayudas y con un panorama desolador. Vive en pocos metros cuadrados, a expensas de una salvación. Ahora busca un alquiler que le permita tener una vida digna.

El Instituto Municipal de la Vivienda (IMV) le concedió una ayuda mensual de 530 euros, para poder acceder a una vivienda, pagada por la institución pero «nadie quiere alquilarme nada porque lo quieren en negro», denuncia.

«Con esta ayuda hay que ser transparente, los caseros tienen que declarar. Es muy doloroso y duro saber que tienes algo y que no puedes utilizar», reitera.

Desde pequeño se dedicó a trabajar en los rastros, con su padre: «Antes de esto tenía una vida normal», dice.

Durante el último año ha tenido trabajos temporales, «porque dicen que soy muy mayor para trabajar, aunque tengo una discapacidad del 57%, no me lo reconocen ni percibo ayuda alguna por ella», afirma.

La ayuda del IMV se ofrece a personas en situaciones complicadas como Antonio, donde la administración se hace cargo del alquiler durante un máximo de tres años .

En el caso de Gabarre aún no ha podido beneficiarse de esta prestación: «Estoy en una habitación alquilada, pero no es la solución. La solución es poder disfrutar de esta ayuda», asegura.

Antonio busca un apartamento, con compañeros, o un pequeño estudio, pagado por el IMV pero en su búsqueda está encontrando varias dificultades: «A las inmobiliaria tampoco le interesa, piden una nómina, con trabajo fijo y muchas exigencias a las que yo no puedo acceder ·, declara.

Antonio teme volver a su precaria situación de hace unos meses: «Durante nueve meses y medio vivía en la calle y por la noche dormía en el coche. Me rompieron el cristal de la ventana y me pegaron una paliza», recuerda.

A día de hoy, Gabarre acude a gimnasios donde puede ducharse y asearse, y a albergues donde puede lavar su ropa.

Pero aunque su situación es delicada, no pierte la esperanza y sigue dándose a los demás, con sus buenas acciones.

«Soy voluntario en una pequeña asociación donde dan comida a personas que lo necesitan. Aunque me dan alimentos, no puedo cogerlos porque al no tener cocina, pues no puedo cocinarlos. Me alimento a base de bocadillos, tengo ya el estómago fatal», recalca.

«No tengo nada más, o esto o irme a mi coche » afirma.

Antonio no cesa en el intento de buscar un empleo: «Tengo limitaciones pero quiero trabajar, salir de esta situación fea y desagradable», dice.

«No quiero lujos ni riquezas, quiero que las cosas se normalicen. Quiero un trabajo, tener una vida digna, un techo donde poder comer y beber», manifesta.

Antonio espera que alguien le lea su historia y le pueda ayudar llamándole al 617 74 64 95.