El 14 de noviembre de 1989 se vivió en Málaga uno de esos hechos que se ha quedado en la memoria colectiva de todos los malagueños. La inundación que sufrió la ciudad, la última vivida con tanta intensidad, marcó a todo aquel que la vivió. No es raro que toda persona mayor recuerde de forma clara qué hizo aquel día. Trabajadores aislados en los polígonos, niños que no fueron al colegio o, incluso, que no pudieron volver. Personas aisladas en su coche, que perdieron todo, algunos incluso la vida... Las vivencias son muy variadas, pero esa inundación de 1989 se ha quedado marcada a fuego en la historia de la ciudad.

La falta de infraestructuras hidráulicas y unas lluvias torrenciales que superaron toda previsión posible anegaron la ciudad el 14 de noviembre de 1989. Todos los que lo vivieron mantienen el recuerdo de dónde estaban y cómo les afectó. No fue para menos. Murieron seis personas y más de 2.000 tuvieron que ser evacuadas de los polígonos industriales de la ciudad, los más afectados por estar en terrenos bajos de la cuenca del Guadalhorce, que se desbordó arrasando todo a su paso. Los daños se cuantificaron en 50.000 millones de las antiguas pesetas, lo que serían unos 300 millones de euros.

La tormenta ya avisó el 13 de noviembre, cuando los fuertes vientos de Levante llegaron a derribar una torreta de iluminación de La Rosaleda y un coche se empotró contra una farola en la capital, mientras que los paseos marítimos de Fuengirola y La Carihuela sufrieron numerosos destrozos. Eso fue el preludio de lo que ocurrió el 14 de noviembre. El cielo estaba cubierto con negros nubarrones, tanto que parecía el atardecer aunque el día estaba muy avanzado. Los truenos y los rayos marcaban el sonido de esa mañana, cuando sobre las 12.45 de la mañana comenzó a caer una tromba de agua que estuvo acompañada de una potente granizada.

En dos horas se recogieron 150 litros por metro cuadrado en la capital y 200 litros en el Valle del Guadalhorce. La media en las cinco horas siguientes en Málaga capital fue de 100 litros por metro cuadrado, una cifra aderezada con vientos de 85 kilómetros por hora.

En el Centro, el Guadalmedinay dejó su huella en puntos como el paseo de Martiricos, El Perchel, El Corte Inglés, Hacienda y especialmente La Trinidad, cuajada de placas blancas de granizo y la desolación cada vez más palpable en sus calles. Además, estuvo la coincidencia de las obras en la desembocadura del río, que había abierto un tramo del muro del cauce para los trabajos de encauzamiento y permitió, así, que el agua inundara por completo la calle Medellín, junto a Salitre.

La Carretera de Cádiz en especial los barrios de La Luz y La Paz. En este último barrio la mayoría de las tiendas quedó anegada. En el barrio de la Victoria se vivió la transformación de la calle Cristo de la Epidemia y la propia Victoria en una torrentera de mucha potencia. De esas horas, a Enrique Perea, un malagueño que entonces tenía 14 años, no se le ha borrado una imagen: «Recuerdo estar asomado al balcón con una amiga y ver los ataúdes del cementerio de San Miguel flotando calle abajo». De hecho, durante los días siguientes se encontraron restos óseos en las calles aledañas.