Pablo Saiago, que hoy tiene 49 años y hace pulseras de cuerda a la puerta de un súper de la calle Cuarteles, siguió los pasos de su padre y se dedicó a la construcción de carreteras, en su mayor parte autovías con el manejo de maquinaria. Primero, durante 25 años, en la misma empresa en Portugal y cuando esta cerró, durante tres en Argelia, hasta que le ofrecieron el mismo trabajo e idéntico sueldo en España, y decidió trabajar en las infraestructuras de nuestro país.

«Empecé en Valladolid y luego me mandaron a Sevilla, Cuenca, Barcelona, Zaragoza...», enumera. Entre las empresas en las que trabajó estuvo dos años en Dragados, de 2013 a 2015. A su país regresó dos años y ante la falta de trabajo permaneció seis meses en Jaca (Huesca) realizando otro tramo de autovía.

Su suerte cambió cuando, en diciembre del año pasado, un amigo le habló de una oportunidad de trabajo en Málaga que finalmente no se materializó. Con el paro agotado, a Pablo Saiago le robaron en la estación de autobuses de Málaga la mochila con casi todos sus efectos personales, entre ellos su pasaporte y el teléfono móvil. Para empeorar la cosa, en febrero tuvo uno neumonía, estuvo ingresado en el Carlos Haya y en marzo se produjo el estado de alarma.

Sin recursos ni documentación, salvo un DNI caducado, decidió pasar el confinamiento durmiendo en un parque infantil junto al paseo marítimo Antonio Banderas, «porque pasar tres meses en el albergue municipal era peor que la cárcel», confiesa.

Ahora, duerme en un parque de la avenida de las Américas mientras trata de reunir dinero para llegar a Sevilla con el fin de que el Consulado General de Portugal le renueve sus documentos. «Así podría pedir trabajo en España», destaca.

Pablo Saiago explica que comenzó a hacer pulseras de cuerda gracias a que un día entró en un locutorio y en el ordenador pudo seguir un curso para aprender a hacerlas. «Las vendo a voluntad», aclara.

Este operario de autovías en paro cuenta que almuerza a diario en el albergue municipal y en cuanto a la cena, «si saco algo con las pulseras me compro la cena y si no, me aguanto».

Su caso ha despertado la solidaridad de algunos malagueños como los dueños de una floristería de la Alameda que le guardan la ropa o el Club de Leones Málaga-Limonar, que le ha entregado ropa limpia, le dará dinero para que pueda viajar a Sevilla en autobús y ha conseguido que el consulado portugués no le cobre por la documentación, confirmó ayer a este diario el fundador del club, Cristóbal Herrero-García.

El portugués quiere agradecer las muestras de solidaridad y reitera su deseo de buscar trabajo en España porque si en nuestro país la situación no es nada buena, en Portugal «está todo cerrado», subraya.