Las famosas ´Soledades´, la imperecedra obra del cordobés Luis de Góngora, iba a tener cuatro partes que iban a denominarse ´Soledad de los campos´, ´Soledad de las riberas´, ´Soledad de las selvas´ y ´Soledad del yermo´.

Don Luis sólo pudo terminar la Soledad Primera y dejar la Segunda como nuestra Catedral de Málaga, inconclusa, aunque muchos siglos después y sin pedirle permiso, Rafael Alberti escribió una ´ Soledad Tercera´ y Federico García Lorca una ´Soledad insegura´, que para eso formaban parte de la Generación del 27 y se lo podían permitir.

Si en un ejercicio de ´poesía ficción´ don Luis viviera en nuestros días en Málaga capital, quizás pudiera retomar la inspiración con una tercera parte de sus Soledades titulada ´Soledad del puente´. No hablamos, ni por asomo, de la nueva pasarela de madera sobre el Guadalhorce, que soporta más gente que en la guerra. Con este curvilíneo puente quizás se cumplan los temores que en su día expresaron colectivos ecologistas, de que tanto paso de personas iba a terminar soliviantando a las especies del vecino Paraje natural del Guadalhorce, que no está tan lejano. Probablemente, emplazar el puente un poco más al norte habría mejorado las expectativas de la fauna de la zona, ante tanto paso de la fauna local.

Pero don Luis de Góngora poca soledad habría podido encontrar en el bulle bulle del nuevo puente. Lo recomendable para un genio del Siglo de Oro trasplantado al ruidoso siglo XXI, y en pleno escándalo cortijero de la familia Pantoja además, habría sido buscar el sosiego en un puente que en Málaga es toda una paradoja, porque pese a unir dos de los barrios más poblados de la capital, si no los que más, presenta un tráfico de coches esporádico fruto, suponemos, del fallo estrepitoso de los cálculos de los técnicos.

Hablamos, claro, del puente de Juan Pablo II, que une la Cruz del Humilladero con la Carretera de Cádiz. Tan importante y lustrosa infraestructura, un puente realmente magno y hermoso, hace las veces durante muchas partes del día de puente peatonal más que pensado para el tráfico rodado, por la sencilla razón de que lo que se produce es un goteo de coches.

Sin los agobios del puente de las Américas o el de Tetuán, el de Juan Pablo II se puede atravesar con la tranquilidad de un paseo a pie, mientras se contemplan las nuevas zonas verdes surgidas junto al Colegio Hans Christian Andersen y la calle Velasco. Es un paseo delicioso que muchos malagueños aprovechan y que han hecho de este gongorino y solitario puente otra inolvidable pasarela peatonal.