En un reciente libro, El cazador celeste, el escritor y editor italiano Roberto Calasso nos lleva de la mano a la noche de los tiempos para indagar en la relación entre el ser humano, la caza y el nacimiento de los mitos, protagonizados por dioses con exceso de apetito (por el prójimo) y de puntería.

En este 'endiosado' viaje queda constancia de la importantísima relación que nuestros antepasados tuvieron con la Naturaleza, una relación estrecha que se ha perdido y que hoy queda reducida a quienes salen con la mochila y los niños los domingos. Menos da una piedra.

Pero que no todo sean lamentaciones, y menos aún en estos tiempos. En Málaga contamos con dos bonitos ejemplos de 'reinvención natural', gracias a unos árboles que una vez que terminó su ciclo natural, se han convertido en hermosas obras de arte en lugar de terminar para alimento de las chimeneas o del Ikea.

En estos tiempos en los que se puede salir de una depresión pero no del municipio, quienes no lo conozcan deberían darse una vuelta por el Monte Victoria, al final de la calle Amargura, donde, a lo largo de un precioso paseo le aguardarán los tocones de árboles que han sido esculpidos, hacha en mano, por el malagueño Manuel Ledesma.

El resultado es un precioso caleidoscopio en madera que va variando de árbol en árbol, un regalo de formas geométricas, cruces y góticas exhibiciones de pericia que confieren a esta zona verde la apariencia de un bosque mágico... y quién sabe si animado.

Una labor de talla que ha convertido el Monte Victoria en un museo al aire libre, para dejar que la imaginación vuele por todo lo alto, y encima en un entorno muy seguro contra el virus.

El segundo ejemplo, más reciente, lo podemos ver desde diciembre del año pasado a la entrada de Churriana, en la calle Torremolinos.

En esta zona se alza un viejo eucalipto seco que, lejos de marchar a alguna serrería, permanece en pie en una isleta y ha sido transformado en obra de arte gracias al escultor veleño José Casamayor, que ha esculpido figuras humanas y de animales a 15 metros de altura, aprovechando las ramas del árbol.

Cuando el firmante inspeccionó la obra, grúa mediante, todavía no estaba terminada. Hoy puede admirarse con una selección de ardillas, búhos y camaleones que nos vuelven a mostrar el sentido mágico de la Naturaleza, ese que tan presente tuvimos hace miles de años y que ya sólo nos queda los domingos.

Para descubrir la otra dimensión de la Naturaleza, Churriana y el Monte Victoria les esperan.