La guía la escribió el año pasado, en las tardes de agosto, fuera del horario laboral del Archivo Histórico de la Catedral, mientras desde la torre inconclusa se escuchaban los ecos de la Feria.

Alberto Jesús Palomo Cruz (Málaga, 1962), archivero desde hace más de 30 años del archivo catedralicio, es el autor de La Catedral de Málaga, una guía sobre el monumento más visitado de la ciudad que, cuenta, animado por el catedrático de Historia del Arte Juan Antonio Sánchez López presentó a la editorial Almuzara, que no dudó en publicarla.

Como destaca, si el público que visita el templo «no sabe las claves del edificio, no puede llegar a apreciarlo».

El trabajo, resalta, quiere ser más que una somera guía en la que se detallan capillas, artistas, fechas o estilos, de ahí que opte por una visión más global de la Catedral desde múltiples detalles, sin descartar ni mucho menos las anécdotas, con las que tanto disfruta, como las arcaicas siluetas de los amonites que pueden encontrarse en el pavimento «y que pasan desapercibidos».

Como explica a La Opinión, lo que le empujó a escribir el trabajo ha sido, por una parte, la galopante disminución de la cultura religiosa de la que es testigo, así como el propósito de «dejar constancia del patrimonio tal y como está hoy», dado que la Catedral de Málaga no es un templo estático, «y cambian los objetos suntuarios y el mobiliario».

Con ese interés por divulgar la cultura religiosa, a la hora de hablar, por ejemplo, de la capilla de Santa Bárbara, aparte de detenerse en las características artísticas y en la historia que hay detrás de esta capilla, presidida por un hermoso retablo gótico, también se detiene a explicar por qué la santa es la patrona de artilleros, mineros y pirotécnicos y por qué hay una parte de los barcos denominada santabárbara. O en el caso de una imagen de San Roque, en el mismo retablo, localiza el origen de la famosa copla sobre el perro del santo, sin el rabo por obra y gracia de Ramón Ramírez, que se encuentra en un hecho real sucedido en Cádiz en el siglo XIX, cuando durante una epidemia, un avaricioso sacristán vendió raspaduras de la talla del santo para preservarse de la enfermedad y dejó al perro sin rabo.

El libro también repasa rincones muy poco conocidos de la Catedral como la capilla del jardín, la única que ha llegado a nosotros de los repobladores castellanos y que se agregó a la antigua mezquita de Málaga. En ella se encuentra la losa sepulcral de quien la costeó, el canónigo Gonzalo Sánchez, fallecido en 1532.

Y quizás no todos los visitantes sepan que la Catedral, además de sede episcopal es desde 1855 una basílica, por decisión del entonces Papa Pío VII, el mismo que ungió emperador a Napoleón.

Igual que quizás pase desapercibido, en el amplio espacio del trascoro, una púlpito de madera portátil, de comienzos del XIX y fácilmente transportable de un sitio a otro, que servían para las oposiciones a canónigo, por entonces muy reñidas y que incluían la demostración de importantes dotes de oratoria y de conocimientos teológicos, con la exposición en latín. El acto finalizaba arrojando monedas a los asistentes, como expresión de las gracias que se esperaba derramara en su cargo. El trabajo nos informa de que el último en cumplir con este adinerado ritual fue Antonio Ramírez Mesa en 1986.

Y por supuesto, la guía dedica mucho espacio a la descripción pormenorizada del coro, «uno de los más importantes de la época del barroco español», señala la obra, gracias a la maestría de Pedro de Mena, autor de la sillería reservada en su mayoría a los mencionados canónigos.

Para Alberto Jesús Palomo, este paseo pormenorizado por la Catedral de Málaga, desde la Puerta de la Cadenas al museo, en suma, a toda la parte visitable por el público, debe leerse no «de un tirón», sino como acompañamiento a visitas parciales que ayuden a conocerla más en profundidad.

De este modo, el lector conocerá, por ejemplo, que la capilla de la Virgen de los Reyes alberga la supuesta imagen con la que las tropas castellanas desfilaron cuando tomaron Málaga el 19 de agosto de 1487 y que fue entronizada en la desaparecida mezquita mayor de la ciudad.

Mil y un detalles de una guía diferente, aunque el propio autor reconoce que las anécdotas e historias que ha tenido que dejar fuera dan para un segundo volumen. De momento, la editorial Almuzara ya le ha encargado una guía sobre la Semana Santa de Málaga.