Suelo evitar la crítica fácil y la opa hostil al conjunto de la clase política porque en ella hay de todo. He conocido políticos capaces y profesionales de la política incapaces de entender que su cargo supone el ejercicio de un servicio público. Hay políticos maniobreros y rencorosos que me hacen avergonzarme de la cosa pública y otros que dignifican cada día su función y honran a sus votantes. Pero ahora no es tiempo de callar. No es un tiempo tampoco para cobardes. Y los analistas de la actualidad, mal que nos pese, hemos de señalar, con la urgencia de la actualidad echándonos el aliento en el cogote, qué senda o reflexión podría ser oportuna en este momento. Ya he hablado aquí de lo me parece que muchos se estén subiendo al discurso de moda de que hay que cambiar el modelo de ciudad y el económico, como si fuera tan fácil y como si la estrategia de la ciudad, con sus zonas oscuras y sus luces, no hubiera sido un acierto tejido entre todos los agentes sociales y políticos en la matriz de organizaciones como Ciedes. Los planes estratégicos, el impulso político de un alcalde y las acertadas inversiones de Ayuntamiento, Junta de Andalucía (que se marcó la llegada del museo Picasso, por ejemplo) y el Gobierno central hicieron que la ciudad pasara de no contar en ninguna guía de viajes (siempre cuenta Arturo Bernal la anécdota de que en uno de esos manuales se decía que la ciudad era una urbe carente de interés para el turista) a estar en todas, a contar con algunos de los museos más demandados del país y con una actividad que es el motor de nuestra economía. Esa estrategia, claro, crea desajustes, y ahora que han dejado de venir turistas, como ocurre en todo el mundo, estamos pensando si hicimos bien en seguir ese camino. Claro que sí hicimos bien. La Costa del Sol es turismo y negar eso es indecente desde cualquier punto de vista intelectual o empresarial. No escuchen a los enterradores. Ahora bien, hay que hablar de seguir la senda de la sostenibilidad, es decir, hacer que la actividad turística respete al vecino, al territorio y a su propio trabajador; pero también, por qué no, hemos de diversificar el modelo, que no cambiarlo: es lo que los economistas llaman no poner todos los huevos en la misma cesta. Cuando se habla de cambio del modelo y no de diversificarlo estamos matando moscas a cañonazos además de jugar con el pan de mucha gente. Y todos no vamos a poder trabajar en el Silicon Valley malagueño, ya nos gustaría. Dicho todo esto, hay que abrir el melón de la reindustrialización de Málaga para que no sólo tengamos turismo, sino que también haya industria. No hablo de industria pesada como la de antaño, sino de industrias limpias, relacionadas con las energías renovables, con las nuevas tecnologías, con el mar y las redes sociales, con la innovación en todas y cada una de las esferas. Y, además de ello, nos queda la revolución pendiente de cada día de incorporar en el turismo la digitalización, lo mismo que en el pequeño comercio y en otros sectores. Es el gran salto adelante que nos demandan los tiempos. Y eso es lo que propuso Adelante Málaga, la confluencia que agrupa a Podemos e IU, en una moción que defendió Nicolás Sguiglia y que iba muy bien dirigida. Además, la oposición en bloque, es decir, tanto Sguiglia como Alicia Murillo, del PSOE, introdujeron matices nuevos en su discurso: sin renunciar al turismo, vinieron a decir, hemos de ver cómo reindustrializar la provincia. Ya lo hicimos los malagueños en el siglo XIX y lo dejamos escapar. ¿Por qué no sentar las bases de ese gran salto con un pacto de todos los agentes sociales? La edil de Turismo, Rosa Sánchez, defendió la postura del equipo de gobierno al respecto y, como suele ser habitual en ella, leyó una retahíla de proyectos e intentos por andar esa senda sin orden ni concierto, dejando a un lado la 'grandeur' que debe imprimirse a toda política, porque todo responsable público está obligado a mirar adelante, a pensar en las próximas generaciones, como ha solido ocurrir en otros países como Francia o Gran Bretaña en épocas pasadas, lo que aquí hemos sustituido por el análisis cortoplacista de las encuestas electorales, que es lo que mejor ven nuestros líderes. El equipo de gobierno perdió la oportunidad de hacer política con esa moción de Adelante, que era pertinente y necesaria: y si la oposición debe abandonar los recelos en relación a la actividad turística, toda reflexión sobre nuestro modelo no debe tomarse por parte del equipo de gobierno como una opa hostil al sentido común que dicta que la ciudad necesita revisar sus estrategias de futuro. Esa moción debía haber sido contestada por alguien con más peso en el equipo de gobierno y no por una concejal a quien no dejan de dimitirle los directores generales de Turismo (van dos en menos de un año: al primero, Javier Hernández, lo echó; el segundo se ha ido por «motivos personales»). El Área de Turismo, dicen algunos conocedores del asunto, no está estos días a la altura de un reto tan importante como el que tiene la ciudad ahora. Ni estuvo acertado el equipo de gobierno esta semana. La moción de Adelante era pertinente. Es el reto pendiente de Málaga.