Hace unos días esta sección se daba un vuelta por la torre del Atabal, la que da nombre al Puerto de la Torre, para constatar que como el imperio romano, su declive no fue flor de un día sino un proceso largo, en este caso de varios años, lo que parece haber pillado al Ayuntamiento cogiendo alúas.

Claro que también es posible que nuestro Consistorio aguardara a que toda la torre estuviera cubierta de grafiti, de la cabeza a los pies, para actuar de una vez y así ahorrar con las pistolas de arena o cualquier método de erradicación de pintadas.

La crónica, sin embargo, se centró como era obligado en el achacoso estado del monumento, acosado por los grafiteros más garrulos; ya saben, los que no emplean el espray para embellecer una pared con motivos artísticos, sino para dejar su firma de metafóricos iletrados.

Hoy toca incidir en el sitio, en el potencial turístico que tiene y que está bastante desaprovechado. Como contamos el otro día, nadie entiende que el camino que conduce al monte no esté señalizado por el Ayuntamiento y que los paseantes tengan que deducir que el terrenito encajonado entre dos bloques, un terrizo cada vez más inestable, con surcos de antiguas torrenteras, es el arranque del camino.

Tan desnortado inicio y el hecho de que varios bípedos utilicen el monte para satisfacer sus instintos ególatras y a darle de paso a la botella, resta desde luego atractivo a un sitio realmente hermoso y que nos regala unas vistas maravillosas.

Porque en pocos sitios se puede disfrutar de 360 grados de Málaga, con el Puerto de la Torre y los nuevos barrios de esta zona por un lado y por el otro, literalmente la ciudad a los pies con sus hitos principales.

Ya sea a 'sotavento' o 'barlovento', quien suba al monte de la torre del Atabal tendrá unas vistas esplendorosas de la ciudad, con la Laguna de la Barrera que parece casi estar al pie del cerro, las grandes avenidas de Teatinos y El Cónsul, los polígonos industriales y la Sierra de Mijas, siempre con el Mar de Alborán marcando el horizonte.

Pero también, las grúas del puerto y la Farola en lontananza, el alargado verdor del Parque del Oeste o los reconocibles perfiles del Cerro de la Tortuga, el Monte Coronado, el Monte de las Tres Letras o de la Victoria y el Monte San Antón.

Un emplazamiento perfecto para que los colegios de toda Málaga, por ejemplo, aprendan a distinguir al aire libre los principales barrios y elementos de su ciudad. Sólo haría falta lo que ahora mismo se echa de menos: ponerle más interés al Monte del Atabal.