Ayer hablábamos (de refilón) de ese gesto colectivo de civismo del arquitecto y urbanista José González Edo, con el respaldo de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo de proteger los ficus centenarios de las bodegas Larios, que iban a ser sustituidas por bloques de pisos en el plan previsto de la Prolongación de la Alameda.

Por suerte, los académicos actuaron a tiempo y los políticos de la época consideraron más progresista proteger unos árboles centenarios que dejar espacio a unas viviendas, aunque fueran el último grito en arquitectura contemporánea. Gracias a ellos, hoy en día podemos disfrutar de los Jardines de Picasso.

Quizás por su emplazamiento 'ex-céntrico' y por estar rodeados y en algún tramo 'abrazados' por un importante nudo de carreteras (las avenidas de la Aurora y Andalucía, más sus enlaces), estos jardines no reciben tantos visitante como merecen.

Lo cierto es que la zona verde es refugio nocturno de indigentes que buscan tranquilidad y algo de resguardo bajo los grandes árboles.

Los ficus, por cierto, siguen en pie, desafiando los años con sus copas esplendorosas, pese a que a veces reciban en sus troncos las caricias iletradas de algunos pertinaces, deseosos de inmortalizar en ellos sus iniciales o algún amor inolvidable de los que pronto se olvidan.

El pasado mes de febrero, por cierto, comentábamos en esta sección la propuesta de un vecino de Málaga de trasladar la maravillosa escultura 'Siéxtasis' que Miguel Berrocal realizó en homenaje a Pablo Ruiz Picasso, desde estos solitarios jardines a la peatonalizada Alameda Principal.

Los Jardines de Picasso cuentan con dos obras dedicadas al pintor, la de Berrocal y una escultura realizada por Ramón Calderón (no confundir con el representante del fondo catarí que promueve el horrendo hotel casino del puerto), y que fue, según reza la placa, la primera obra dedicada a Picasso en España (la realizó en diciembre del 72, en vida del artista malagueño y en vida de Franco).

La obra de Berrocal luciría espléndida en la Alameda y, muy posiblemente, recibiría más mantenimiento que en la actualidad, porque ahora mismo luce repleta de salpicaduras, rayas y manchas que le dan una apariencia bastante desvaída y desmejorada.

Y una vez cruzada una de las carreteras de este 'complejo' salvado in extremis, la solitaria rocalla donde antes contemplaba el mundo Félix Rodríguez de la Fuente.

Los Jardines de Picasso, dignos de disfrutarse pese a todo.