Los contaminantes emergentes (CE) son compuestos químicos que pueden mostrar efectos adversos para la salud humana y el medio ambiente, aunque aún se desconocen sus riesgos concretos, ya que la mayoría de estos no están contemplados en la legislación vigente. Entre ellos se encuentran, por ejemplo, los fármacos, las drogas de diseño o los productos de higiene personal y limpieza.

Los investigadores del Grupo de Hidrogeología de la Universidad de Málaga, conscientes de sus posibles riesgos potenciales, han realizado un estudio sobre la presencia y el comportamiento de estos contaminantes en las aguas superficiales y subterráneas de la cuenca del río Guadalhorce, identificando, en su último estudio, un total de 63 compuestos diferentes.

«Esto se debe al excesivo uso de estos compuesto por parte del hombre, también las depuraciones no son del grado extremo para eliminarlo y es muy difícil una depuración de estos», asegura el investigador del departamento de Ecología y Geología Iñaki Vadillo.

Vadillo señala que aunque la Directiva Europea Marco del Agua impone la vigilancia de la calidad de las aguas, la mayor parte de los CE no son objeto de control. «La falta de regulación expresa sobre estas sustancias químicas se traduce en la no obligatoriedad de su control», explica.

Según el experto, al liberar los compuestos al medio ambiente a través de las aguas residuales urbanas, purines de granjas o por otras fuentes de contaminación, estos terminan en las aguas superficiales como los ríos y embalses y, también en las subterráneas (acuíferos), que son recursos hídricos de los que se abastece la población.

El geólogo señala que en la cuenca del río Guadalhorce se concentran multitud de actividades agrícolas, urbanas e industriales, convirtiéndose, por tanto, en una zona de gran interés para el estudio de la afección del hombre en los sistemas hídricos: «En el caso de algunas zonas la actividad ganadera y agrícola, el uso de fármacos para piaras o pesticidas en cultivos».

La solución ideal sería eliminarlos del todo pero esto «es imposible, porque sería sinónimo de que no habría actividad del hombre», dice el geólogo. Por lo tanto, propone que «se debería intentar disminuir el uso excesivo de estos y también hacer depuraciones más efectivas», reitera.