Desde hace años, vivir en un domicilio de manera independiente para los jóvenes ha sido una misión casi imposible. Y esta situación se ha visto más agravada aún por las terribles consecuencias provocadas por la actual crisis sanitaria del coronavirus.

Los datos reflejan que, hasta finales del segundo trimestre de este año, han sido 23.986 los jóvenes malagueños que han tenido que volver a casa ante la imposibilidad de hacer frente a los pagos de sus facturas del alquiler y los gastos de una vivienda.

El último balance del Observatorio de la Emancipación del Consejo de la Juventud de España (CJE) revelan que a finales de 2019, 188.934 jóvenes malagueños se habían ido de casa de sus padres para iniciar una vida independiente del seno familiar. Pero tan solo han pasado 8 meses para que la situación de los jóvenes emancipados vuelva a empeorar. Ya que esta cifra se redujo a 164.998, es decir casi 24.000 jóvenes malagueños tuvieron que volver al domicilio paterno.

Durante 2019, la tasa de emancipación de la población, entre 16 y 29 años, disminuyó hasta situarse en un 15,9%. Este año, sólo el 14% de los jóvenes malagueños ha logrado independizarse, lo que se traduce en la tasa más baja de todo el país, ya que la media nacional es de 17,3%.

Según destaca el informe, es la mayor caída desde 2001, a diferencia de que la última vez esta caída fue de manera gradual y no de golpe, como sucede este año. El estudio revela que la edad media para salir del hogar familiar se sitúa en los 29,5 años. Y pone el ejemplo de Suecia, donde la edad media está por debajo de los 18 años.

Esta situación es la combinación de altos niveles de paro, bajos salarios y elevados precios del alquiler, un cóctel que tiene graves consecuencias para las personas jóvenes.

En lo relativo al empleo, las cifras reflejan el actual deterioro del mercado laboral por la crisis socioeconómica que atraviesa el país. La destrucción de empleo ha afectado de manera especial a la población joven, ya que desde el CJE destacan que del 20% de los jóvenes que ha dejado de trabajar en los primeros seis meses del año, prácticamente la mitad ha ido a la inactividad.

El desempleo en la población de entre 16 y 29 años alcanza una tasa del 30%, lo que se traduce en 980.000 personas jóvenes en situación de desempleo. En la población de entre 16 y 24 años, la tasa de paro subió hasta el 39,6%.

A su vez, esta inactividad laboral ha supuesto que el 24% de las personas trabajadoras mayores de 30 años se han acogido a un ERTE durante la pandemia, mientras que esta cifra entre las personas jóvenes trabajadoras alcanza el 29,6%.

Entre la población joven ocupada, el acceso dominante al mercado laboral ha seguido siendo por cuenta ajena. En cuanto a la parcialidad en las jornadas, se observaba un ligero aumento pasando del 73,7% al 77%.

Actualmente solo 3 de cada 10 jóvenes tiene un empleo y al menos un tercio se encuentran en situación de ERTE. Los datos de empleo serían aún peores sin esta opción, ya que la juventud ha sido el colectivo de edad más beneficiado. Mientras que el 52,1% de la población joven se ha mantenido inactiva.

«No toda la población vulnerable es joven, pero sí prácticamente toda la población joven es vulnerable», asegura Elena Ruiz Cebrián, presidenta del CJE.

Existe una relación muy estrecha entre la salida del hogar familiar y la finalización de la etapa formativa.

La tasa de emancipación residencial para la población joven que no cursa estudios era del 30,3% en el segundo trimestre de 2020, frente al 6,5% en el caso de quienes continuaban estudiando. También hay una desigualdad por géneros, ya que hay mayor tasa de emancipación entre mujeres que en los hombres.