Antes de que en 1785, cuatro años antes de la Revolución Francesa, se plantara la doble hilera de álamos que dio lugar a la Alameda Principal, en esa playa nacida de los aportes de Guadalmedina se desperdigaban casetas relacionadas con el trajín diario de la pesca y también algunos álamos plantados de forma menos sistemática que en la Alameda.

Los árboles como elementos que embellecieran una ciudad de planta árabe, llena de callejuelas, no comenzaron a plantarse en líneas generales hasta esta época. De hecho, la hoy Alameda de Colón se plantó poco después, en 1788.

Antes, solían rascar el cielo en patios privados, terrenos conventuales, fincas del extrarradio o en jardines de aclimatación para especies llegadas de América, con raras excepciones como la plaza de la Merced.

El Parque de Málaga, de finales del XIX, fue en realidad la puesta de largo de un jardín público en condiciones. Años después, en el primer tercio del siglo XX, las sucesivas celebraciones del ´Día' o ´Fiesta del Árbol', instaurada en toda España a partir de 1915, también nos dejaría en nuestra ciudad espacios arbolados que hoy disfrutamos y que, curiosamente, fueron plantados por escolares y no por trabajadores municipales.

La calle que hoy visitamos, sin embargo, se debió a estos últimos casi con toda seguridad. Se encuentra junto al centro de salud del Palo, en una calle dedicada al compositor y crítico musical madrileño Julio Gómez.

Lo llamativo de esta vía, con una parcela que se usa como aparcamiento y que la Asociación de Vecinos del Palo propuso en 2015 que albergara una piscina cubierta con parking, es que hay plantada una larga hilera de Ginkgo biloba, el famoso árbol chino, también muy presente en Japón.

Como algunos recordarán, en los jardines de Alfonso XII o del Santuario de la Victoria, diseñados en 1877 por José María de Sancha, había un precioso ejemplar de Ginkgo biloba de 17 metros de altura. El más que centenario árbol se perdió en 2001.

Por eso, es una suerte ver estos árboles que en su día fueron tratados como especies exóticas para espacios escogidos de Málaga, incorporados a las calles.

En otoño, sus hojas con forma de abanico se amarillean y doran y se caen, pero persiste en el cielo la forma elegante de estos árboles, considerados un dechado de salud, además de un verdadero fósil viviente, pues hace 150 millones de años, antes de que hoyaran la Tierra los dinosaurios, el gingko ya verdeaba el paisaje. Bienvenidos sean estos viejos árboles a las calles de Málaga.